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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 23 de enero de 2017

La identidad de género y el conflicto de separación-individuación madre-hijo.

Jaime Stubrin señala que la razón por la que la identidad de género es tan importante es porque está íntima y estrechamente vinculada al Yo; subrayando que el hecho principal para el sujeto no radica en colocarse como un hombre o una mujer sino ser o no ser, existir como un ser humano.
Stubrin utiliza el término «neosexualidad» para referirse a algo que el sujeto crea (o se ha creado en él) mismo que evita la desorganización psíquica generada por el hecho de estar fuera del “marco normativo”. Al igual que Robert Jesse Stoller, Stubrin ve la actividad neosexual refiriéndose a los intentos hechos por el sujeto para mantener un equilibrio psíquico por su identificación de género. Argumenta que el neosexual sufre de una perturbación en la autoorganización, en su configuración corporal y sus límites; en la forma en que se ve en el espejo (formas y deformaciones); en el aspecto en que se siente vigilado por los demás y también en el papel que él cree que está jugando en el juego de la interacción humana.
Siguiendo a Joyce McDougall, Stubrin sugiere que la neosexualidad es una manifestación de un estado psíquico complejo en el cual la ansiedad tiene un papel decisivo junto con la depresión derivada de tal estado, la inhibición que produce y la perturbación de la autoorganización involucrada. Sin embargo, en línea con Stoller, Stubrin sostiene que la neosexualidad también otorga la cohesión del Yo y asimismo brinda un sentimiento o sensación de identidad separada; postulando que las perversiones comienzan con el desarrollo más temprano del sujeto, específicamente con las perturbaciones en el proceso de separación-individuación de la madre simbiótica, tal como lo describe Margaret Mahler. Siguiendo con Stubrin esté sugiere que en tales casos, el padre es una figura en gran medida inaccesible que hace poco para disipar la relación madre-hijo fusionada desde el nacimiento, por lo que sostiene que una interferencia seria en las primeras relaciones de objeto se habrá producido en aquellos sujetos que van a desarrollar una perversión neosextual en la edad adulta. En términos de la teoría de Mahler, esto significa que el infante ha permanecido psicológicamente fusionado con la madre desde la simbiosis inicial, en lugar de haber alcanzado la separación-individuación y con esos haber logrado un sano desarrollo psicosexual. Para destacar este punto, Stubrin cita el siguiente pasaje de Margaret Mahler y Manuel Furer: “Las reacciones de separación más extremas, como se ha visto, parecen ocurrir no en aquellos niños que han experimentado separaciones físicas reales, sino en aquellos en quienes la simbiosis era demasiado exclusiva y demasiado parasitaria, o en la que la madre no aceptaba la individuación y la separación del niño. Sus reacciones pueden ser un tanto reminiscentes, clínicamente, del pánico aniquilador de los psicóticos adultos”.
Stubrin continúa argumentando que como consecuencia del fracaso del proceso de separación-individuación, el sujeto llega a percibir a la madre como generalmente amenazadora, aterradora y engullente, mientras que al padre como débil e impotente. Además, tanto la madre como el niño defienden su conexión simbiótica porque se necesitan mutuamente para mantener la estabilidad de su autoorganización y para contrarrestar la ansiedad severa que padece cada uno. Pero, como hemos visto, tanto Stoller como Stubrin consideran la relación neo-perversa (madre-hijo) como una posibilidad limitada para que el infante se libere de la fusión simbiótica con la madre. Además, estos autores argumentan que la principal motivación para la actividad perversa en la adultez es el deseo de separarse y formar una identidad distinta.

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