“Si amas sufres. Si no amas enfermas”. Sigmund Freud.
Muchos sujetos tienen la errada idea que «mucho amor» resulta ser beneficioso para su vida, pero el sentimiento amoroso en grandes cantidades puede convertirse en una patología (erotomanía). Hay que indicar que el amor en proporciones adecuadas puede «curar» a los sujetos que padecen alguna neurosis grave (mejor integración del Yo «autoafirmación» con respecto a los otras dos estructuras psíquicas: Ello y Superyó, para afrontar la realidad acorde a las circunstancias); a los narcisistas (el que ama renuncia a una parte de su narcisismo); y de los «fronterizos» (la idealización primitiva puede ser el primer paso hacia una relación amorosa diferente de la relación de amor-odio con los objetos primarios).
Ahora bien, la capacidad para enamorarse representa el fundamento básico para una relación de pareja estable. Ese enamoramiento inicial supone también la capacidad para vincular la idealización al deseo erótico, y el potencial para establecer una «relación objetal profunda».
El hombre y la mujer que descubren que se atraen y se anhelan recíprocamente, que son capaces de establecer una relación sexual plena que les procura intimidad emocional, además de una sensación de realización de sus ideales en la proximidad al otro amado, están expresando no sólo capacidad para vincular inconscientemente el erotismo y la ternura, la sexualidad y el Ideal del Yo, sino también para poner la agresión al servicio del amor. Pero ¿qué significa esa agresión al servicio del amor?
Una pareja amorosa, que se ha mantenido estable durante un prolongado tiempo, desafía siempre la envidia y el resentimiento de los otros excluidos, mismos que van desde los padres, suegros, hermanos y del círculo familiar y social en su conjunto que representan las suspicaces agencias (agencias significa mover hacia adelante, hacer, realizar, conducir, llevar a cabo) reguladoras de la cultura convencional en la que viven. El mito romántico de los amantes que se descubren o se aman el uno al otro en circunstancias hostiles expresa una realidad tanto consciente como inconsciente para ambos partenaires. Algunas culturas pueden realzar el romanticismo (los aspectos emocionales, heroicos, idealizados del amor) y otras negarlo con rigor, pero la realidad emocional se ha revelado en el arte y la literatura a lo largo de la historia.
Otra dinámica importante es la desafiante acción defensiva de las mujeres en los grupos de hombres durante la «etapa de la latencia» y principio de la adolescencia, defensa de esos grupos contra los anhelos dependientes profundos y las prohibiciones edípicas; así la mujer supera el miedo a la agresión masculina con ayuda de los grupos femeninos a los que pertenece, durante la latencia y la adolescencia, su colusión en la renegación del anhelo de intimidad sexual, y la idealización defensiva de un hombre parcialmente desexualizado como ideal compartido del grupo. Algunas mujeres en la edad adulta se relacionan con un partenaire afeminado, ya que observan la postura masculina como amenazantemente agresiva.
Si la pareja puede incorporar sus fantasías y deseos «perversos polimorfos» en la relación sexual, y descubre y saca a la luz el núcleo sadomasoquista de excitación sexual en su intimidad, su desafío a las costumbres culturales convencionales puede convertirse en un elemento consciente de su placer y gratificación como pareja. En el proceso, una incorporación plena del erotismo corporal de ambos partenaires puede enriquecer la apertura de cada uno a la dimensión estética de la cultura y el arte, y a la experiencia de la naturaleza. “El abandono conjunto de los tabúes sexuales de la niñez puede consolidar asimismo la vida emocional, cultural y social de la pareja”.
*Cura: El psicoanálisis efectivamente cura, pero no en el sentido tradicional de la palabra como lo plantea la medicina, la psiquiatría o la psicología cognoscitiva (ofertas terapéuticas que «prometen» curas rápidas y eficaces pero que a la larga el paciente se da cuenta que esta en el mismo lugar que inició) y tampoco significa un «furor curandis» como lo señaló Sigmund Freud.
La cura desde el psicoanálisis debe entenderse primeramente como «hacer lo inconsciente, consciente» a través de la palabra, único método para desentrañar el fantasma que permanece en el inconsciente; para el psicoanálisis el inconsciente esta estructurado como un lenguaje. Es hacer reflexionar al sujeto sobre sus experiencias subjetivas para que encuentre por si mismo su camino a la cura (únicamente el psicoanalista “alude” al paciente para localizar su rumbo) por tener cada quien una historia particular e irrepetible: “Lo que a uno puede ayudar, a otro lo puede perjudicar”.
El psicoanálisis no cura en el sentido de eliminar una enfermedad pensada como si ésta fuera un tumor, el cual se extirpa para recuperar un estado de salud o bienestar anterior. Sin embargo produce efectos. ¿Cuáles son esos efectos? Disminuir la angustia padecida por la patología, hacer más fuerte al Yo para integrarse adecuadamente a la «realidad psíquica» y exterior. Así como tender un puente entre la patología y el Yo (digamos que exista una comprensión del fantasma que se oculta detrás del síntoma o delirio o fenómeno) para un mejor desempeño del sujeto en su vida cotidiana. La enfermedad no desaparece, porque forma parte integra de la psique, es inherente a ella, uno de sus cimientos. El psicoanálisis intenta hacer más confortable nuestra existencia, brindar el significado a nuestra vida.
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