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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

martes, 31 de enero de 2017

La sexualidad en la histeria y en el fronterizo.

Cuando observamos bajo el psicoanálisis a sujetos con «trastorno fronterizo», el trauma recurrente que padecen puede ser descrito como «un ataque permanente a su propia existencia».
El sujeto fronterizo no cuestiona su sexualidad sino más bien la muerte misma.
El acto traumatizante no desestabiliza su sexualidad sino que provoca una sensación de completa impotencia, falta de defensa, de pasividad prolongada, insoportable y mortal.
Podemos imaginar la vida del sujeto fronterizo como un intento de soportar esta pasmosa pasividad, dándole la vuelta: “Si te ataco, me siento activo y vivo, la rabia me hace volver a la vida. Si no te ataco, me quedo en tu poder y puedes disponer de mí como quieras”.
Ahora bien, si en la base de la histeria se encuentra la profunda depresión de no ser sexualmente definida y por lo tanto de sentirse abandonada por el otro que no ha podido brindar un reconocimiento en este sentido, en la base de la existencia fronteriza hay un sentido angustioso y doloroso de sentirse en un proceso que abarca toda su vida: “Todo el mundo puede hacerme daño, todo el mundo me hizo daño, todo el mundo me hará daño”, la incertidumbre no existe, todo es únicamente afirmación. No es, pues, el autoengaño meticuloso del paranoico lo que percibe el fronterizo sino un sentimiento de persecución que se difunde permanentemente y que se identifica con su vida misma.
Por medio del psicoanálisis se intenta ayudar al histérico a dejar de mezclar la necesidad del amor con el deseo de cegar al otro con su luz. Lo que la histérica quiere no es sólo amor, sino el amor total y aniquilador de los que ha enceguecido, de los que ha encantado, de los que ha hipnotizado.
La sirena encantó a los marineros; Circe y Calypsos encantaron a Ulises; lo despersonalizaron en una fantasía de total absorción en su belleza.
El trabajo que aborda el psicoanálisis con la histérica es muy difícil porque tiene que comprender que debe renunciar al deseo de ese amor ciego que el otro pudiera satisfacer porque sencillamente no existe y en su lugar tiene que aceptar un amor que tiene límites y trampas: El amor como el río deben fluir, aunque haya obstáculos y rocas, no necesita estar permanentemente con su fuerza todo el tiempo.
Es una tarea difícil y larga, llena de trampas depresivas, pero esta es la verdadera cura para la histérica.
Pero en el sujeto fronterizo, el problema es diferente.
La rabia que acompaña a la pasividad se entremezcla con la frustración, para ocupar el mundo entero. Esta ira furiosa y desesperada no se percibe como rabia, sino como ansiedad, inquietud, angustia.
Aquí, la terapia implica tratar de poner límites a esta tendencia hacia la universalización. Por lo tanto, la historia del sujeto fronterizo es importante: no sólo lo que respecta a su pasado, sino también al presente.
No hay duda de que la histeria y el fronterizo se superponen en algunas áreas. Si ambas están conectados con experiencias traumáticas; sexuales en el caso de la histérica, y vitales en el caso del fronterizo, no hay duda de que en algunos casos el trauma sexual puede ser experimentado como un ataque a la vida misma, a su existencia. Viceversa, el ataque a la vida psíquica, que caracteriza el trauma en el sujeto fronterizo, puede ser erotizado y por lo tanto tocar vastas áreas de la vida sexual para que la duda sobre la propia sexualidad pueda percibirse como capaz de cuestionar toda la vida entera.
Nuestra sugerencia básica es considerar a la destrucción (odio y rabia) que hemos descrito podría ayudar al psicoanalista a comprender el núcleo del trastorno y actuar en consecuencia, obviamente en función a la historia individual de su paciente.

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