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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

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martes, 29 de noviembre de 2016

El psicoanalista nunca adivina.

El síntoma se ubica, como alguna vez lo manifestó Jacques-Marie Émile Lacan: “Descentrado con respecto a la experiencia individual” ¿qué significa esto? Que el síntoma se presenta como algo compulsivo, es un enigma sobre el cual el sujeto no sabe nada y sobre el cual hay un extrañamiento.
Puede acudir a un psicoanalista, pero éste no trabaja —aun con sus conocimientos sobre la materia—  desde un saber o una adivinanza del síntoma del otro, sino que es quien posibilita que el sujeto construya un saber sobre eso que le acontece y que le hace sufrir.

La violencia de género se ha convertido en una cacería de brujas.

Transcurría el año de 1692 en un poblado llamado "Salem" ubicado en el condado de Essex, Massachusetts, Estados Unidos donde diecinueve mujeres y un hombre de más de ochenta años fueron declarados culpables; ellas llevadas a la horca, él condenado a muerte bajo una montaña de piedras pesadas por no someterse a un juicio en su contra ¿cuál era el delito de todos ellos? Practicar la brujería.
Hoy, quien leyera aquel trágico suceso, sentiría repulsión por aquella barbaridad perpetrada por "seres primitivos e incivilizados" en nombre de un ‹‹fanatismo religioso››. Seguramente aquellas brujas presentaban síntomas que “delataban” epilepsia o psicosis y por eso tenían comportamientos extraños ante los demás.
Aquel macabro acontecimiento se le conoce en la historia como la "Cacería de Brujas". Pero la historia no termina ahí, trescientos años después continua...
En el año de 2011, el Juzgado Primero de Violencia de Género radicado en Valencia, España condena a un marido a un mes de multa ¿cuál es su delito? Expulsar una "ruidosa y apestosa flatulencia" durante una discusión con su pareja. Ella lo denunció y el juez falló que el acto constituía un delito de violencia de género por atentar contra la dignidad de la mujer. Posiblemente el juez disponía de un finísimo olfato de sabueso... o desconocía por dónde soplan ciertos vientos. Lo cierto es que se agarró de argumentos etéreos, o debemos decir "argumentos gasificados" para convertir en delito lo que siempre ha sido una mera vulgaridad, una falta de educación y decoro. Si alguien puede ser condenado por aliviarse del intestino grueso con ostentación y alharacas, también debería ser punible la repugnante costumbre de hurgarse la nariz para sacarse la mucosidad, en cada semáforo donde se detiene.
Esta noticia, que parece más propia de un programa de Reality Show que de un medio de información serio, no deja de ser una anécdota, y sobre todo que seguramente dejará precedente en el poder judicial. Sin embargo, resulta inquietante que alguien pueda ser condenado por tirarse, en lenguaje callejero, un "pedo", aun cuando sea con todas las agravantes: premeditación, alevosía y ventaja. Pero no toda la culpa era del juez. La “Ley de violencia de género” promulgada en 2004 en España, tipifica como delito cualquier insulto o menosprecio en una discusión de pareja… siempre que lo lleve a cabo un hombre. No así si quien lo hace es una mujer. Unos cuantos "gentleman" acabaron en el calabozo por “mandar a la mierda” a su pareja durante una discusión; pero si sucedía al revés, no había delito que perseguir.
Ahora bien, estas "leyes o reglamentos" en cuanto a la violencia de género, violentan la presunción de inocencia y también la igualdad ante la ley, garantías individuales reconocidas, incluso, por organismos internacionales. ¿Será que ahora estamos viviendo un fanatismo judicial? 

lunes, 28 de noviembre de 2016

Las prácticas espirituales como el yoga, reiki, chacras, etcétera nos prometen un ideal entrañable: "El retorno a la naturaleza", algo que lamentablemente jamás vamos a volver alcanzar.

Cuando acudimos a clases de yoga, reiki o cualquier otra práctica espiritual es muy común que —independientemente de los ejercicios físicos que nos enseñan— también el instructor nos de un discurso expresando que el ser humano en la actualidad es un títere del capitalismo, del consumo desmedido... y sobre todo que carece por completo del conocimiento y funcionamiento del organismo. Con esta conjunción nos
exhorta a reconocer todas las partes de nuestro cuerpo en sus movimientos; a estar más apegadas a la naturaleza; sobre técnicas de respiración, etcétera y sobre todo a meditar.
Ahora bien, la ignorancia que casi la mayoría de los seres humanos tenemos respecto al cuerpo no se debe únicamente a la época actual, ni a la sociedad de consumo. Sin lugar a dudas todo eso es verdad, pero como toda verdad es sólo parcial, porque el problema es de un calado mucho más profundo, más estructural e irremediable.
El psicoanálisis nos enseña esa profundidad que no alcanzan a visualizar todas esas prácticas espirituales —para desgracia de aquellos que tenazmente las practican— revelando la condición humana y señalar que no ha existido ninguna época de la historia, ni cultura alguna, que permitiera una relación natural del ser hablante con su cuerpo ¿a qué se debe esto? Se debe a que en la medida que estamos atravesados por el lenguaje ya no habitamos en un medio natural, ni podemos mantener una relación directa con la vida; que la muerte, la sexualidad, la alimentación, la defecación, las relaciones interpersonales... han quedado afectados irreversiblemente por las palabras y que éstas no han hecho sino distorsionar cada una de esas funciones, extraviándolas de sus rieles biológicos naturales.
Frente al agujero que deja la falta del instinto animal surge una especie de compensación simbólica que trata de actuar como suplencia, yes por esta razón que proliferan los discursos sobre "llevar una vida sana", la relación sexual satisfactoria, la nutrición adecuada, los modos de parir que intentan remedar a lo supuestamente natural, las técnicas de relajación, la sabiduría oriental, el yoga, el pilates... el idealentrañable del retorno a la naturaleza que jamás vamos a volver alcanzar. Tantos más saberes cuanto que no hay un saber único e inequívoco que defina cómo habitar un cuerpo.
Cabe señalar que el psicoanálisis no sólo se dedica a lo que acontece en la psique en detrimento del cuerpo, ésta es una idea equivocada basada en el hecho cierto de en las sesiones de psicoanálisis tanto el psicoanalista como el psicoanalizado solamente hacenuso de la palabra. Si el psicoanálisis se dedicara sólo a la mente, debería haber surgido del mundo de la psiquiatría dedicado a las denominadas enfermedades mentales, y no de la mano de un médico especializado en neurología, Sigmund Freud, quien quiso aprender algo nuevo de aquellos cuerpos cuyas enfermedades no tenían una causa orgánica demostrable y que se diagnosticaban como histeria.
La clínica psicoanalítica, desde sus orígenes, no se centra en lo mental dejando de lado el cuerpo, por el contrario, el psicoanálisis dirige toda su atención a lo que aconteciendo en el cuerpo contradice la lógica científica del organismo. El psicoanálisis se ocupa de un aspecto muy concreto del ser humano cuyas consecuencias son formidables: el punto de encuentro entre el organismo viviente y la palabra. Un encuentro que tiene un carácter traumático per se, de modo que en todo ser humano hay un trauma original, aquel que lo exilia del mundo animal para constituirlo como sujeto de la palabra. A partir de este encuentro el organismo pierde su estatuto original y en su lugar se produce una construcción muy compleja a la que denominamos “cuerpo” y que requiere del auxilio de lo imaginario y de lo simbólico para sustentarse.

El pensamiento obsesivo que importuna incesantemente la consciencia.

La diferencia entre la histeria y la neurosis obsesiva consiste en esto: "En la histeria la energía psíquica del complejo rechazado se convierte en síntoma orgánico, en la neurosis obsesiva, por el contrario, la consciencia, para liberarse del efecto deprimente de una representación, la priva del afecto que va ligado a ella y bloquea otra representación, anodina, en asociación de ideas superficiales con la original. Sigmund Freud llama "sustitución" a este mecanismo particular de desplazamiento de los afectos. El pensamiento obsesivo que importuna incesantemente la consciencia no es más que una nimiedad injustamente perseguida por el sujeto, mientras que el pensamiento efectivamente «culpable» goza de una perfecta tranquilidad en el inconsciente.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Una identificación excesiva del niño varón con su madre repercute en su identidad de género.

Robert J. Stoller, Person y Ovesey han explorado la relación entre la patología temprana en la interacción niño-madre/padre y la consolidación de una identidad genérica nuclear. No se ha encontrado que el transexualismo (es decir el establecimiento de una identidad genérica nuclear contraria a la biológica en sujetos con un género biológico claramente definido) esté relacionado con anormalidades físicas genéticas, hormonales y genitales. Aunque la investigación sobre variables biológicas sutiles, particularmente en los transexuales femeninos, plantea la cuestión de una posible influencia hormonal, pero las pruebas dominantes apuntan a una ‹‹patología severa›› en las interacciones psicosociales tempranas del infante con sus padres.
En este sentido, la exploración psicoanalítica de niños con identidad sexual anormal, así como de la historia de los adultos transexuales, proporciona información sobre pautas significativas que Stoller fue el primero en describir.
En los transexuales masculinos (hombres biológicos que se experimentan como con una identidad nuclear de mujer), se cuentan entre esas pautas una madre con fuertes componentes bisexuales de la personalidad, distante de un esposo pasivo o inaccesible, y que absorbe al hijo como provisión simbólica de completamiento para ella misma. La simbiosis dichosa, que implícitamente elimina la masculinidad del niño, lo lleva a una identificación excesiva con la madre y a un rechazo del rol masculino que ha sido inaceptable para ella e inadecuadamente modelado por el padre. En las transexuales mujeres, la conducta rechazadora de la madre y la inaccesibilidad del padre impulsan a la hija, que no se siente reforzada como niña; además la madre incita a convertirse en sustituto masculino y aliviar la sensación de soledad y depresión que esta última padece. Su conduela masculina es alentada por la madre, cuyo abatimiento desaparece, y lleva a una solidaridad familiar mejorada.

La identidad de género es adquirida por medio de los padres o cuidadores del infante.

Con la ‹‹identidad genérica nuclear›› nos referimos al sujeto que se considera hombre o mujer. Mientras que la ‹‹identidad de rol genérico›› son las particulares actitudes psicológicas y conductas interpersonales (pautas generales de interacción social así como específicamente sexuales) que son características de los hombres o las mujeres, y por lo tanto los diferencian.
La ‹‹elección de objeto dominante›› es la selección de un objeto sexual, sea heterosexual u homosexual, y el hecho de abarcar una gama amplia de interacciones sexuales con él, o limitarse a una cierta parte de la anatomía humana o a un objeto no humano o inanimado. Y por último la ‹‹intensidad del deseo sexual›› se refleja en el dominio de la fantasía sexual, la actitud alerta ante los estímulos sexuales, el deseo de conducta sexual y la excitación fisiológica de los órganos genitales.
Ahora bien, en el sujeto, la identidad genérica nuclear (Robert J. Stoller) significa la sensación que se tiene de ser hombre o mujer que no está determinada por características biológicas, sino por el género que le asignaron sus padres o cuidadores durante los primeros dos a cuatro años de vida. Money (1980, 1986, 1988; Money y Ehrhardt 1972) y Stoller (1985) han presentado pruebas convincentes en este sentido. De modo análogo, la identidad de rol genérico —es decir la identificación del sujeto con ciertas conductas típicas de varones o mujeres en una sociedad determinada— es también considerablemente influida por factores psicosociales.
Para concluir podemos decir que el andrógeno* excesivo en el período prenatal de una niña puede ser responsable de ser "marimacha" y de su mayor gasto de energía en la recreación y la agresión. Una estimulación prenatal inadecuada con andrógeno puede determinar en un sujeto (hombre) una cierta pasividad y no-agresividad, pero no influye en la ‹‹identidad genérica nuclear››. Asimismo, los niños hermafroditas criados "inequívocamente" como niñas o niños desarrollan una identidad sólida en consonancia con esas prácticas de crianza, sean cuales fueren su dotación genética, su producción hormonal, e incluso -en alguna medida- el aspecto externo del desarrollo genital (Money y Ehrhardt 1972; Meyer 1980).
* Los andrógenos son hormonas sexuales masculinas y corresponden a la testosterona, la androsterona y la androstenediona, estás provocan la aparición de los caracteres secundarios masculinos, tales como la barba o el tono de la voz.

Nuestras ensoñaciones resultan ser generalmente tan ilusorias, que nos causaría vergüenza confiárselas a alguien.

Algunos sueños son la ‹‹representación directa›› de la satisfacción de un deseo. Soñamos que triunfamos en un proyecto a menudo contrariado, que superamos con éxito un examen difícil, que nuestros padres difuntos viven de nuevo, que somos ricos, atractivos, geniales, poderosos, prestigiosos oradores, que nos pertenece la mujer más atractiva de la oficina, etcétera; en general, justo lo que la realidad nos obliga a renunciar, o lo que hemos deseado en vano.
El cumplimiento de deseos también ocurre en las ensoñaciones diurnas que se apoderan de nosotros cuando vamos por la calle o cuando desempeñamos una ocupación monótona y poco absorbente. Sigmund Freud —fue el primero en elaborar esta antigua cuestión— señalando acertadamente que las ensoñaciones diurnas de la mujer tratan ante todo de éxitos femeninos, aspectos estéticos, seducciones, conquistas; y los de los hombres de ambiciones satisfechas —económicas, sociales, deportivas, etcétera—y de victorias sexuales: son también muy frecuentes las ensoñaciones diurnas en las que escapamos de un peligro o nos vengamos de un enemigo.
Estas fantasías oníricas diurnas o nocturnas que representan directamente la satisfacción de un deseo tienen un carácter tan evidente que no precisan explicación suplementaria. Sin embargo, lo nuevo y sorprendente en la teoría de los sueños de Freud, y hasta increíble, es que todos los sueños, incluso los indiferentes o desagradables, puedan reducirse a este tipo fundamental y, tras el psicoanálisis, aparecer como la satisfacción camuflada de un deseo.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Filosofía vs. Ciencia.

Para comprender perfectamente la vida mental normal o patológica, no podemos prescindir de la observación directa de las variaciones afectivas que se producen en nosotros; incluso puede afirmarse que el psicoanálisis introspectivo tiene mas posibilidades de supervivencia que la ciencia. Algunos descubrimientos fortuitos de las últimos años o décadas han conmovido los fundamentos de la astronomía, física, química, biología,  etcétera mientras que la filosofía se mantiene sólidamente afincada en los principios que le dieron Descartes, Hume, Kant y Schopenhauer, Nietzsche...
No debemos evitar esta digresión filosófica. A este respecto hay que recordar lo que dijo Georg Christoph Lichtenberg; cuando se le planteó la cuestión: «¿es bueno hacer filosofía?», respondió que tan bien cabría preguntar: «¿es bueno afeitarse?» Porque estimaba que la filosofía se maneja como la navaja: conviene no cortarse con ella.

El poder de los padres.

Seguramente el niño en algún momento de su infancia ha soñado o fantaseado en ser «mayor» y adquirir todo ese poder que representan sus padres, poder que en realidad también conlleva en sus efectos, sufrimiento.

La paranoia de celos.

En el sujeto "normal" podemos observar la dependencia a desplazar sobre otro y sobre el exterior lo que resulta penoso de soportar para él; también en el paranoico podemos ver que se consuela expulsando de su Yo los complejos intolerables, elaborando sensaciones a partir de sentimientos, y del mundo exterior a partir de una fracción de Yo. En lugar de reconocer su amor, su odio o su envidia —sentimientos que rechaza su consciencia generalmente por razones morales—, tales pensamientos de amor y de odio le son inspirados, bajo falsas apariencias por seres invisibles, o bien se desarrollan ante sus ojos, simbólicamente, en visiones fantásticas, o incluso se le aparecen en los rasgos o en los gestos de los demás. Verbigracia estos sujetos pueden reprochar a su partenaire que su amigo o compañero de trabajo es su amante, cuando en realidad él está más interesado en el amante por el aspecto homosexual que este representa de forma inconsciente.
Llamamos proyección en el campo del psicoanálisis a este modo de defensa constatado en la paranoia, pues, de hecho, no es más que la proyección de afectos del Yo sobre el mundo exterior.
Concluyamos que el sujeto paranoico expulsa de su Yo las representaciones que se han convertido en insoportables, simplemente mediante la proyección.

¿Por qué la sexualidad es tan importante en el psicoanálisis?

Empecemos formulando la siguiente pregunta ¿por qué el psicoanálisis concede un papel tan preponderante en la etiología de las enfermedades mentales el aspecto sexual? O bien ¿por qué el psicoanálisis resulta ser pansexualista? La respuesta es simple. Johann Wolfgang von Goethe alguna vez dijo que «el hambre y el amor gobiernan el mundo», lo que los biólogos expresan afirmando que el instinto de conservación y el de reproducción son las tendencias más poderosas y relevantes de cualquier ser vivo. Imaginemos ahora que la ingesta de alimentos es considerada por nuestra cultura como una actividad vergonzosa y exacerbadamente moralista que sólo puede practicarse a condición de no hablar de ella y en el seno más íntimo de nuestras vidas; si el modo de alimentación y sus objetos estuviesen sometidos a un ritual tan severo como la satisfacción sexual en nuestra sociedad, sería el rechazo del instinto de conservación (comer) el que desempeñaría el papel principal en la etiología de las neurosis, psicosis, etcétera. Es posible que la predominancia de la sexualidad en la etiología de las enfermedades del psiquismo deba atribuirse a nuestra organización social más que a la naturaleza específica de esta causa patógena.

viernes, 25 de noviembre de 2016

¿Por qué los sujetos siempre tienen las mismas experiencias amorosas desastrosas aunque se trate de diferentes parejas?

Pareciera existir una tendencia del sujeto por repetir las situaciones pasadas, aún cuando fueran dolorosas.
Esta tendencia a la repetición, actúa como una compulsión (esto es, que se trata de una repetición automática, que pareciera que no tiene conexión con las verdaderas exigencias de las circunstancias presentes). De acuerdo con las observaciones psicoanalíticas, se considera que ésta tendencia a la repetición es una tentativa para reparar de una u otra manera el trauma, retornando a la época en que todavía no se presentaba, o un intento por dominarlo adecuadamente en su repetición. En el mismo sentido sucede con los sueños repetitivos, es un intento análogo por dominar la situación, esto explica porque entonces soñando muchas veces la situación traumática, se trata de controlar las emociones que se produjeron en la experiencia real traumática.
Se ha llegado a la conclusión de que en el fenómeno de la transferencia* se acomoda perfectamente con la idea de la compulsión a repetir situaciones pasadas, lo que podría explicar tanto sus aspectos dolorosos como los placenteros. En la transferencia, el paciente repite las experiencias llenas de emoción de su niñez, buenas y malas, pero así mismo se observa en los sujetos que no sólo tienden a repetir en la transferencia las primeras situaciones de su vida, sino que en ellos existe también una tendencia general a repetir constantemente las condiciones de su vida anterior.
Así, por ejemplo, una mujer puede tener varias parejas amorosas que la han llevado a la desgracia cada uno de ellos, a pesar de las notables diferencias que existen en el carácter de cada uno de estos, y de la situación en general, la relación de pareja fracasa igualmente, infinidad de veces. Parece existir una repetición automática general en la conducta humana, particularmente en el comportamiento del neurótico. En síntesis, lo que se descubrió por medio del psicoanálisis fue el hecho de que la tendencia a repetir una situación pasada puede ser más poderosa que el “principio de placer”**. Parece existir siempre una repetición estricta en cuanto a situaciones pasadas, tanto agradables como desagradables.
Veamos por ejemplo lo que generalmente le sucede a una mujer que tuvo en su niñez un padre severo, al cual temió; regularmente tiende a relacionarse con hombres del mismo tipo que su padre, que la lleven por consiguiente al mismo efecto desastroso; esto es algo contra lo cual ella es al parecer impotente y está fuera de su alcance remediar.
Las normas primitivas del comportamiento, que se desarrollan como reacción al carácter del sujeto, intervienen de modo significativo en nuestra temprana niñez y por consiguiente tienen una influencia muy poderosa y de gran importancia; pero así mismo dichas normas se están modificando constantemente de alguna u otra manera, como resultado de las experiencias y de la interrelación que adquirimos con los sujetos que nos rodean, durante nuestra infancia y adolescencia principalmente.
Tomemos el ejemplo de un niño que ha adquirido una actitud sumisa y obediente como respuesta al carácter dominante de su madre. Esta tendencia a la sumisión hará que el niño se acoja siempre a la autoridad de las otros sujetos que le rodean; pero si algún profesor, el líder de su grupo de amigos o algún otro héroe de su niñez le manifiestan una actitud fundamentalmente contraria, esto hará que el niño cobre fuerzas para afirmarse en sí mismo y ante los demás, alterándose considerablemente su norma original de conducta provocada por su madre. Además, si las circunstancias le permiten adoptar una posición destacada entre quienes tienen su edad, puede desarrollarse en él una seguridad personal y una firmeza notable; en otras palabras, se transformará definitivamente su actitud original. Si, al contrario, la madre dominante sigue a un profesor autoritario y el niño se acobarda hasta temblar ante cualquier autoridad, y se intimida con los niños de su edad, el panorama de la personalidad resultará ser una norma repetida rígidamente. Lo que ha sucedido es que las experiencias posteriores de la vida han venido a reforzar la norma original de su conducta. Este niño encuentra una manera especial de proceder con el adulto importante, su madre. En un principio, ella constituye su experiencia interpersonal total, abarcando la totalidad de su mundo y no puede sino suponer que ésta es la manera como puede tratar a los demás sujetos con las que se relaciona, a menos que otras experiencias interpersonales diferentes logren enseñarle otra cosa. Este es un aspecto primordial de la formación de la actitud que tendrá a lo largo de toda su vida. Con esta actitud éste niño puede a su vez provocar en los sujetos que lo rodean tomen la misma manera de proceder de su madre, entonces el niño sumiso invita, así, a la dominación. Esto es, que su propio comportamiento es el que hace que otras personas que lo rodean también lo traten como su madre, resultando atractivo para los sujetos agresivos preponderantemente por lo que es atraído por ellos por lo que se repite automáticamente el modo anterior de reaccionar, hasta que se le induce algún cambio en la situación del carácter, por alguna experiencia afortunada que cambie la norma de comportamiento.
Las normas originales constituyen el meollo de la conducta subsecuente, pero éste meollo puede ser constructivo o destructivo, según sean las experiencias ulteriores de la vida, lo que significa que la tendencia a repetir es bastante rígida y que las configuraciones de la conducta no es un impulso congénito, sino el producto de las fuerzas intersubjetivas. Supongamos aquí, un ejemplo clásico, la actitud que toma una mujer resentida por haber sido “asediada por los hombres” durante su adolescencia hasta su edad adulta. Lo más razonable para ella sería tener confianza en sí misma para hacer frente a todas estas solicitaciones —pero esto muy rara vez sucede o se logra— por lo general en cada experiencia que se le suscita a lo largo de su vida en relación con los hombres que tratan de seducirla y allegársele lo más íntimamente posible, incluso los que tratan hasta de dominarla, provocan con ello que reaccione con una actitud de impotencia, entonces para los hombres que la acechan esto constituye una clara señal para entrar inmediatamente en acción. Ellas, por consiguiente, frecuentemente piensan con resentimiento que ese es su destino, un destino desgraciado en el que no pueden intervenir ni modificarlo de ninguna forma, llegando a la resignación y aceptación de su desgracia.
*Transferencia.- Desarrollo de una actitud afectiva por parte del paciente hacia el psicoanalista, en forma de reacción cariñosa (positiva) u hostil (negativa) que procede, en ambos casos, de relaciones anteriores del sujeto con uno o ambos de sus progenitores y no de la situación analítica actual.
**Principio de placer.- Aspecto o regulación automática de la actividad psíquica cuyo objeto es evitar el dolor y procurar el placer, se le considera característico de las fases primitivas del desarrollo humano.

jueves, 24 de noviembre de 2016

El Falo imaginario y el Falo simbólico en el psicoanálisis.

El término “falo”, rara vez utilizado en los escritos freudianos, es empleado en ocasiones para nombrar el “estadio fálico”; momento particular del desarrollo de la sexualidad infantil durante el cual culmina el complejo de castración. Sigmund Freud utiliza con más frecuencia el término “pene” cada vez que tiene que designar la parte amenazada del cuerpo del varón y ausente del cuerpo de la mujer.
Fue Jacques-Marie Émile Lacan quien elevó el vocablo “falo” al rango de concepto analítico y reservó el vocablo “pene” para denominar sólo el órgano anatómico masculino. No obstante, en muchas ocasiones, Freud ya había esbozado esta diferencia que Lacan se esforzará por acentuar, mostrando hasta qué punto la referencia al falo es preponderante en la teoría freudiana. Es así como Lacan puede escribir: “Este es un hecho verdaderamente esencial (…) cualquiera sea el reordenamiento que Freud haya introducido en su teorización (…) la prevalencia del centro fálico nunca fue modificada.” (Lacan, El Seminario, libro III, Las Psicosis).
La primacía del falo no debe ser confundida con una supuesta primacía del pene. Cuando Freud insiste en el carácter exclusivamente masculino de la libido, de lo que se trata no es de libido peniana sino de libido fálica. Es decir que el elemento organizador de la sexualidad humana no es el órgano genital masculino sino la representación construida sobre esta parte anatómica del cuerpo del hombre. La preponderancia del falo significa que la evolución sexual infantil y adulta se ordena según la presencia o ausencia de este pene imaginario —denominado falo— en el mundo de los humanos. Lacan sistematizará la dialéctica de la presencia y de la ausencia en torno al falo a través de los conceptos de falta y de significante.
¿Pero qué es el falo?
Si retomamos la totalidad del proceso de la castración tal como fue estudiado en el niño y en la niña, podemos deducir que el objeto central en torno al cual se organiza el complejo de castración no es, a decir verdad, el órgano anatómico peniano sino su representación. Lo que el niño percibe como el atributo poseído por algunos y ausente en otros no es el pene sino su representación psíquica, ya sea bajo la forma imaginaria o bajo la forma simbólica. Hablaremos entonces de falo imaginario y de falo simbólico.
Falo imaginario
La forma imaginaria del pene, o falo imaginario, es la representación psíquica inconsciente que resulta de tres factores: anatómico, libidinal y fantasmático. Ante todo, el factor anatómico, que resulta del carácter físicamente prominente de este apéndice del cuerpo y que confiere al pene una fuerte pregnancia, a un tiempo táctil y visual. Es la “buena forma” peniana la que se impone a la percepción del niño bajo la alternativa de una parte presente o ausente del cuerpo. Luego, segundo factor, la intensa carga libidinal acumulada en esta región peniana y que suscita los frecuentes tocamientos autoeróticos del niño. Y para finalizar, el tercer factor, fantasmático, ligado a la angustia provocada por el fantasma de que dicho órgano podría ser alguna vez mutilado. A partir de todo esto se hace fácilmente comprensible el hecho de que el término “pene”—vocablo anatómico— resulte impropio para designar esta entidad imaginaria creada por la buena forma de un órgano pregnante, el intenso amor narcisista que el niño le confiere y la inquietud extrema de verlo desaparecer. En suma, el pene, en su realidad anatómica, no forma parte del campo del psicoanálisis; sólo entra en este campo en tanto atributo imaginario —falo imaginario— con el cual están provistos solamente algunos seres. Vamos a ver que a su vez este falo imaginario toma otro estatuto, el de operador simbólico.
Falo simbólico.
El falo simbólico es un objeto intercambiable. La figura simbólica del pene, o para ser más precisos, la figura simbólica del falo imaginario, o “falo simbólico” puede entenderse según distintas acepciones. Ante todo, aquella que asigna al órgano masculino el valor de objeto separable del cuerpo, desmontable e intercambiable con otros objetos. Ya no se trata aquí, como en el caso del falo imaginario, de que el falo simbólico sea un objeto presente o ausente, amenazado o preservado, sino que ocupe uno de los lugares en una serie de términos equivalentes. Por ejemplo, en el caso del complejo de castración masculino, el falo imaginario puede ser reemplazado por cualquiera de los objetos que se ofrecen al niño en el momento en que es obligado a renunciar al goce con su madre. Puesto que debe renunciar a la madre, también abandona el órgano imaginario con el cual esperaba hacerla gozar. El falo es intercambiado entonces por otros objetos equivalentes (pene = heces = regalos =…). Esta serie conmutativa, denominada por Freud “ecuación simbólica”, está constituida por objetos diversos cuya función, a la manera de un señuelo, estriba en mantener el deseo sexual del niño, a la vez que le posibilitan apartar la peligrosa eventualidad de gozar de la madre. Queremos subrayar también que el valor de objeto intercambiable del órgano masculino en su estatuto imaginario (falo imaginario) se reconoce de modo notorio en esa tercera salida del complejo de castración femenino que caracterizamos como la sustitución del deseo del pene por el deseo de procrear: el falo imaginario es reemplazado simbólicamente por un niño.

La impotencia sexual se debe primordialmente a una fijación incestuosa o a una humillación sexual infantil.

Si un sujeto capaz de efectuar normalmente el acto sexual durante cierto tiempo pierde esta facultad bajo el efecto de una causa ansiógena cualquiera (miedo a una infección, a la enfermedad, excitación sexual demasiado intensa, etcétera ), podemos suponer que subsisten en él complejos sexuales infantiles rechazados. De ese modo el efecto excepcionalmente intenso, patológico, del agente patógeno, es debido al afecto unido a tales complejos y desplazado hacia la reacción actual.
Entre las causas patógenas que determinan la impotencia psicosexual, ocupan un puesto privilegiado la fijación incestuosa y la humillación sexual infantil.

Los sueños eróticos sin coito.

Existen sujetos que durante el psicoanálisis manifiestan que sueñan con mujeres en el momento que sucede el preámbulo sexual pero «cuyo rostro nunca ven» y además que les resultaba imposible consumar la coito, ya sea porque no logran "atinar" con su pene a la vagina, o son presas de una intensa angustia y se despiertan sobresaltados, o que las caricias y besos se prolongan por tiempo indefinido y no se consuma la relación sexual, etcétera. Tras estos sueños angustiosos se despiertan con una sensación de agotamiento, molidos, sudorosos o incluso latiendo el corazón de manera vertiginosa.
El sujeto que durante el sueño no vea nunca el rostro de la mujer constituye un ejemplo típico de deformación onírica, cuyo objeto consiste en dejar en el anonimato a la mujer a quien se dirigen los pensamientos libidinosos (madre, hermanas, tías, etcétera) por el incesto que implica. Por el contrario, el despertar sobresaltado indica una toma de conciencia inicial de “la imposibilidad de esta situación” con la fémina evocada en el sueño. La crisis de angustia es la reacción afectiva de la conciencia superior, al cumplimiento de este deseo incestuoso.
Los sujetos impotentes generalmente también sueñan con armas de fuego enmohecidas o encasquilladas que disparan mal, erran el tiro, etcétera o que simplemente "creen" tener en sus manos un arma de fuego y al momento de disparar se trata de un palo de madera  o un tubo o cualquier otro artículo...

El miedo de los hombres a orinar en baños públicos.


Desde el psicoanálisis se ha observado que existe una relación fisiológica y una estrecha asociación de ideas entre las funciones de la eyaculación y la micción, no es sorprendente que el análisis revele cierta inhibición en algunos sujetos al momento de orinar en presencia de otras personas, por decir algunos de estos hombres cuando se encuentran solos en un baño público llevan a cabo su necesidad fisiológica de forma normal y regular, pero si llega a entrar alguien en ese instante interrumpen de golpe la micción. El singular pudor que muestran ante los hombres es debido a un componente homosexual latente por encima de lo "normal", como en la mayoría de los neuróticos. Al hablar de «homosexualidad por encima a la normal» debemos señalar enfáticamente que la práctica psicoanalítica confirma la teoría de la bisexualidad en el sujeto, o sea, que la primitiva estructura bisexual del hombre no deja exclusivamente huellas anatómicas sino también huellas psicosexuales que, bajo el influjo de circunstancias externas propicias, pueden llegar a ser dominantes.

La impotencia sexual y el incesto.

Si descartamos el factor biológico en la impotencia sexual del hombre, podemos tener la firme convicción desde el psicoanálisis que la base de esa insuficiencia es meramente psíquica debido a un deseo sexual rechazado (incesto) ya sea real o fantaseado en la infancia pero reprimido en el inconsciente, estando aun latente para consumar dicho acto, ese deseo es incompatible obviamente con la «moral sexual civilizada» he ahí el conflicto primordial de la impotencia en la edad adulta.

La obsesión por la limpieza.

El sujeto con neurosis toma de forma puntualizada medidas de protección de la consciencia frente a sus ideas obsesivas.
Para estos sujetos existen acciones para disimular siempre una idea obsesiva que, a su vez, disimula un sentimiento de culpabilidad. Verbigracia la obsesión por la limpieza, por el aseo, es una forma indirecta de ocultar las lacras morales que han suscitado la idea obsesiva. Los deseos de contarlo todo, de leer cada rótulo, de caminar con un ritmo uniforme, etcétera contribuyen a desviar la atención de los pensamientos desagradables, en su mayoría de connotación sexual.

La fidelidad en la neurosis obsesiva en la mujer.

En las mujeres que padecen de neurosis obsesiva, presentan con frecuencia "ideas" denominadas de tentación. Estas ideas pueden ir desde de arrojarse por la ventana, de clavar un cuchillo o unas tijeras en el cuerpo de su hijo, enterrar vivos a integrantes de su familia, etcétera. El psicoanálisis demuestra que en realidad tales féminas están muy insatisfechas de su relación conyugal, y lo que desean preservar de la tentación es su fidelidad marital.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

El orgasmo precoz "femenino".

Si los hombres abandonaran su modo de pensar egocéntrico para imaginar una vida en la que ellos tuvieran que soportar constantemente la interrupción del acto sexual antes de la resolución orgásmica de la tensión creada, se darían cuenta del martirio sexual sufrido por las mujeres y de la desesperación provocada por el dilema que les obliga a elegir entre el respeto a sí mismas y la satisfacción sexual.
La eyaculación precoz provoca un elevado porcentaje de mujeres que padecen una neurosis de angustia, han podido constatar que los estados de temor, ansiedad o angustia están siempre provocados por la insatisfacción sexual o por la satisfacción incompleta e imperfecta.
Ahora bien, aunque la duración de la fricción en el hombre puede ser "normal", gran número de mujeres no consiguen experimentar el orgasmo; ya sea que la anestesia permanece completa hasta el final, ya que, aunque se produzca una cierta excitación libidinosa, ella no alcanza el grado necesario para el orgasmo, el caso es que cuando el acto ya ha acabado para el hombre la mujer queda excitada pero insatisfecha.
La mujer que sufre de neurosis de angustia y que, según se sabe por el interrogatorio psicoanalítico, no ha experimentado jamás sino excitaciones frustradas, rechaza con dureza y sincera indignación el pertenecer a «aquéllas» a quienes «esas cosas» pudieran faltar. No sólo no las desea —hablando en general— sino que las considera, en cuanto se siente implicada, como una relación desagradable, repugnante, de la que prescindiría gustosamente si su partenaire lo consintiera.
Los impulsos libidinosos del organismo, alertados e insatisfechos, no se dominan a base de decretos morales, o técnicas de relajación o actividades deportivas o recreativas, etcétera; al no quedar satisfecho el deseo sexual, deriva hacia síntomas psicopatológicos.

martes, 22 de noviembre de 2016

¿Por qué las mujeres se maquillan?

El comportamiento infantil forma parte generalmente del repertorio natural de la mujer; por poner un ejemplo, la fémina se maquilla creyendo que se verá más atractiva, cuando en realidad y de manera inconsciente el maquillaje acentúa los rasgos infantiles: "Se polvorea el rostro para atenuar las imperfecciones de la piel, se colorean las mejillas, se exalta el color de los labios..." Todo esto con la finalidad de retornar a la imagen corporal de los primeros años de vida de la cual quedamos fascinados y que se encuentra profundamente grabada en el inconsciente, pero no por ello deja de causarnos efectos significativos en el presente.

Resulta curioso que hombres y mujeres que hemos alcanzado supuestamente cierta civilización a costa del razonamiento, todavía nos asombre o incluso nos incomode escuchar palabras obscenas, todo esto indica que nuestra mente se encuentra aun en un estrato primitivo... ¿O no?

Hace más de doscientos años el filósofo francés François-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire escribió:
"Te beso mil veces. Mi alma besa la tuya, mi ‹‹pija››, mi corazón están enamorados de ti. Beso tu lindo ‹‹culo›› y toda tu persona".
Sin duda alguna este escrito nos sorprende y nos deja pasmados. Obviamente es natural y propio de una gran tradición expresar la pasión amorosa epistolarmente, aunque tal vez no lo sea tanto entre filósofos. Pero no estamos acostumbrados a la manifestación franca de sentimientos obscenos, al menos entre personas "aparentemente respetables". Hemos aprendido que el erotismo puede insinuarse pero no declararse abiertamente en el lenguaje, al menos no en público o con sujetos desconocidos. Por ello la palabra pija o verga indudablemente nos conmueve de forma abrupta aunque no tanto como la palabra culo. 
Las palabras obscenas no tienen generalmente cabida en la lectura de escritos serios y experimentamos una sensación de turbadora sorpresa, de malestar indefinido, de rechazo, tal vez de vergüenza y acaso... ¿también de un voluptuoso e intenso placer?
Existen otras palabras aceptadas, tal vez sea mejor decir toleradas, para mencionar partes impúdicas del cuerpo. Sustituyamos, entonces, ‹‹pija›› por ‹‹miembro viril›› y ‹‹culo›› por ‹‹trasero››, y releamos el texto así modificado: "Te beso mil veces. Mi alma besa la tuya, mi miembro viril, mi corazón están enamorados de ti. Beso tu lindo trasero y toda tu persona".
Hemos modificado sólo unas palabras pero la atmósfera de la antigua y genuina carta se ha esfumado. Ha perdido fuerza, intensidad, y sin duda, también su intensa voluptuosidad. Ya no nos perturba ni incomoda de la misma manera. Y obviamente no deja de ser curiosa esta transformación.
Las palabras miembro viril y verga como trasero y culo son sinónimos. Se refieren a las mismas partes de nuestra anatomía. No obstante es muy diferente nuestra valoración emocional de los distintos términos. Es más: verga y culo son palabras prohibidas. No pueden ser mencionadas en una conversación respetuosa, en la familia, en la escuela, etcétera. Tampoco impunemente reproducidas por los periódicos, la radio o la televisión.
Existen pues, palabras interdictas; sabemos de vocablos condenados. Hemos descubierto así, nada más y nada menos... ¡Palabras tabú en nuestro mundo civilizado! Y están al alcance de nuestros ojos y oídos sin necesidad de hacer ningún largo viaje a un país desconocido para visitar tribus milenarias ¡Con cuánta razón se ha dicho que lo último que descubriría el habitante del fondo del mar sería el agua!

A mayor desconocimiento del Yo —en nuestra época— mayor entierro del Sujeto y en consecuencia mayor gravedad en la emergencia sintomática. "La metáfora paterna".

No se trata de su carencia caracterológica, biológica, realista, biográfica del padre hacia el infante sino de la carencia simbólica en el Complejo de Edipo, se trata
de cómo ha sido su entrada en la metáfora paterna propuesta por Jacques-Marie Émile Lacan.
¿Qué significa la metáfora paterna?
Ejemplifiquemos:
1. -Madre: Vengo a traer a mi hijo con usted (psicoanalista) porque la escuela me lo exige, sino no me lo inscriben para el siguiente ciclo escolar, le puedo adelantar que es adoptado, tiene problemas con sus compañeros y les pega.
2.- Madre: El médico me remitió con usted (juez) porque mi hijo de once años ingirió mis pastillas para los nervios, le tuvo que hacer un lavado intestinal y como es menor de edad tengo la obligación de hacerle de su conocimiento para que lo envíe a tratamiento psicológico o psiquiátrico.
3.-Padre: Vengo con usted (psicoanalista) para solicitarle ayuda respecto a mi hijo, sigue empeorando su salud mental, me dice que hay algo dentro de su cabeza que le ordena, que le exige que haga cosas contra su voluntad, eso sucede todo el tiempo. Esto le pone muy nervioso, le va mal en la escuela, no aprende, ya no sabemos que hacer con él, necesitamos ayuda. Yo nunca leexigí nada pero ahora es su cabeza la que se ha vuelto extremadamente exigente...
4.- Madre: Vengo con usted (psicoanalista) para que me de algún consejo, mi hijo de cuatro años desde que cumplió dos juega con muñecas, se viste con mis ropas, usa mi lápiz labial en sus labios y últimamente habla con una voz afeminada y no puedo dejarlo un rato solo porque entra en pánico.
A.- En el primer caso la institución escolar y desde las primeras palabras expresadas por la madre la necesidad de una inscripción, inscripción simbólica, función paterna
que entro fallidamente ¿Qué inscripción es la que se pide? La inscripción que instituye un padre.
B.- En el segundo caso, el juez interviene en lugar paterno, interviene solicitando dentro de sus facultades un limite, una distancia entre ese niño y esa madre, una función mas allá de esa relación incestuosa en tanto el niño en su "acting out" muestra lo incestuoso de esa relación.
C.- En el tercer caso la cabeza del niño le exige lo que el padre no ha podido exigir. El síntoma se ubica en el lugar de la impotencia del padre. El síntoma, dice Jacques-Marie Émile Lacan es metáfora (seminario III). "El síntoma es la lengua de la represión". "El síntoma en el niño, es una respuesta a lo sintomático de la estructura familiar" (Dos notas sobre el niño).
D.- En el cuarto caso el niño grita la fallida entrada del Nombre del Padre en la metáfora por su cuerpo, por sus actuaciones, esto es lo sintomático de esa falta. El niño metaforiza en su síntoma esa falla.

Esto es que la estructura no se puede eludir, se hace oír, emerge implacablemente, a mayor desconocimiento del Yo, en nuestra época, mayor entierro del Sujeto y mayor gravedad en la emergencia sintomática.
Gérard Pommier lo dice de la siguiente manera: "Es preciso entender que tenemos cierta libertad, libertad seria mucho decir, pero si que de los determinismos de lo traumático resultara algo que luchara contra ellos, es lo que denominamos el Síntoma. El sujeto en su "libertad" se sirve de los síntomas para decir "No" a todo lo que lo ha determinado. El síntoma en cierta manera es ese intento de libertad frente a lo determinado." Por lo tanto ¿cuál es el objeto del síntoma? Se trata de poner de nuevo al padre en su lugar, que vuelva a ocupar el lugar que le corresponde. El síntoma es una metáfora pero no en elsentido poético, se trata de la metáfora paterna. Lacan asevera que el síntoma es la metáfora paterna.
Entonces, la enfermedad sintomática neurótica tiene como función que el padre retome su lugar cuando este se ha extraviado y los psicoanalistas intentamos desde nuestra posición, aun con las dificultades que plantean las instituciones, aun con las limitaciones que la realidad impone, aun con el rechazo de la gran mayoría al psicoanálisis, una apuesta de traducción de lo sintomático de las actuaciones y de los daños corporales al síntoma como metáfora reubicadora de la función paterna. De síntoma al juego, a la ficción necesaria para sortear la tensión que produce la cercanía al Goce materno.

Tenemos la ilusión de ser adultos, cuando en verdad seguimos siendo niños el resto de nuestras vidas, incluso para amar.

Los comportamientos y actitudes que manifiesta la pareja en su vida íntima (gestos, muecas, mímica, tono de voz, palabras...) resultan ser infantiles en su mayoría, esto se debe a la regresión que se deriva de la relación madre-hijo. Siempre será muy difícil deshacernos de lo que significó nuestro primer objeto de amor: nuestra madre.

lunes, 21 de noviembre de 2016

La eyaculación prematura simboliza un modo de expresar impulsos sádicos de manchar y rebajar al órgano genital femenino.

Los sujetos que padecen de eyaculación precoz mantienen un temor y odio inconscientes a la vagina de su partenaire, que puede representar una cavidad enorme, tremebunda, y que lo puede, incluso devorar, además la vagina se presenta como algo sucio, viscoso, difusor de enfermedades, aunque al mismo tiempo puede parecer una vagina opulenta, jugosa que puede fantasear tenerla en la boca.
Estos sujetos durante el coito con su partenaire oscilan entre fantasías que la enorme vagina se lo puede tragar y simultáneamente que su pene erecto puede dañar o rasgar la cavidad vaginal.
La eyaculación prematura simboliza un modo de expresar impulsos sádicos de manchar y rebajar a ese odioso órgano genital femenino, así como de huir en cuanto antes de aquel peligro que representa el genital de ella. Puede también interpretarse como una disculpa simbólica a la vagina: "Sólo soy un niñito que nada más orina en la vagina y deseo que seas buena conmigo".  
La eyaculación prematura puede representar un término medio entre variedades de sensualidad destructiva y su aplicación oral.
Únicamente por medio del psicoanálisis estos sujetos pueden ir mejorando la relación con su partenaire, los primeros logros se suscitan cuando van "sintiendo" que ella es verdaderamente su pareja durante el coito, por lo que manifestarán su sensualidad agresiva en vigorosa actividad fálica y su oralidad en el jugueteo preliminar, ya sin temor o repulsión alguna.


La mujer tiene el dilema entre mantenerse virgen elevando su narcisismo y permanecer en un nivel de erotismo infantil que la hace sentirse incompleta.

En la época actual la adolescente para ser mujer y simbolizarse como tal debe tener experiencias sexuales, mientras no lo haga pasará por ser una tonta, chapada a la antigua, fuera de onda, es decir, el rol que debe asumir es de ser sexy, seductora, coqueta y con ello manipular las actitudes y portes de hacerse desear: "La mujer debe ser rogada no rogona" reza el dicho popular, lo que automáticamente la convierte en una narcisista que prefiere que la amen a amar. Pero este narcisismo, el del desear el deseo y no su satisfacción, la mantiene a distancia de la acción concreta, de la vivencia, del goce, del aprendizaje y la madurez sexual, y, por tanto, en el fondo no se narcisiza porque sabe de su déficit en tanto mujer-niña, o sea, virgen.
La virginidad constituye la expresión más pura de la estructura profundamente contradictoria del rol sexual exigido y esperado en la mujer. Si la conserva, mantiene el honor de su género, lo que eleva su narcisismo, pero permanece en un nivel de erotismo infantil que la hace sentirse incompleta; si por el contrario accede al deseo y su sexualidad se cultiva, creciendo como mujer en el sentido más amplio, cae presa del tormento de perder al hombre y pasar a la categoría de mujer deshonrada o de verse compulsada a formalizar una unión precoz para evitar este riesgo, todo lo cual se halla lejos de narcisizarla.
¿A quién confía sus dudas, temores, sufrimientos? Generalmente no encuentra a la madre receptiva y disponible para facilitar la iniciación de su sexualidad, pues la madre no puede abrir una temática, una comunicación que comprometería su rol de educadora. Si la madre estimula la sexualidad de su hija mujer, ¿cómo enfrenta ella misma el dilema de la virginidad, paradigma del honor de su género? Razón por la cual evita el tema, la confrontación y el compañerismo en esta etapa. La niña se dirige entonces hacia sus pares, pero corriendo el riesgo de no ser cabalmente comprendida, y que la amiga, arrastrada también por los dilemas puberales
y adolescentes, la condene con el calificativo de «puta», fantasma siempre cercano para cualquier adolescente que tiene como empresa principal en su vida "cuidar su reputación". Por tanto, la joven esconderá su curiosidad, reprimirá su deseo, inhibirá la fantasía y esperará al hombre con quien en la intimidad del amor podrá comenzar a investigar hasta entonces ¿qué es una mujer?

En el incesto siempre es una imposición no el producto de un consenso; no significa vida sino muerte, y el afecto predominante no es amor sino odio.

El adulto que irrumpe en la intimidad sexual del infante es un perseguidor que niega su ser y lo funde con el de él mismo en un acto de omnipotencia narcisista. En el incesto, no existe la libido relacionada con un objeto donde hay dos polos adulto-adulto sino una tensión entre dos tipos de libido narcisista, una intra-ego y otra extra-ego.
Este narcisismo alberga la ilusión de una situación no-edípica que sólo conoce el Yo, en la cual se considera a sí mismo autocreado, sin límites sexuales, fuera de la estructura de parentesco.
En el incesto siempre es una imposición no el producto de un consenso; no significa vida sino muerte, y el afecto predominante no es amor sino odio.
La reacción inicial del infante durante la relación sexual es de rechazo y resistencia; pero si el violador persiste, desaparece como figura externa y niño introyecta la culpa del adulto.
En el incesto siempre se observa un sujeto adulto con sexualidad infantil perpetrando la sexualidad del niño-víctima.

La voluntad es el punto de partida para acudir en demanda de ayuda.

El primordial punto de partida es aquel en el que el sujeto acude en demanda de análisis llevado por convicción propia, sin que se vea obligado a solicitar ayuda por familiares o instituciones; puesto que su voluntad de curarse será el motor de lo que pretende; sin desdeñar la atención que pueda recibir del psicoanalista o del grupo de terapia al que asista.

El inconsciente es sexual.

El psicoanálisis nos a llevado a formular —por insólito que parezca— que el inconsciente es sexual, pero algo aun más extraño es que el lenguaje fundamental del inconsciente es... la muerte.

La coquetería en la mujer histérica.

Es injusto creer que las histéricas que se manejan con coquetería están prendidas al amor, éste tipo de mujer nada más desea agradar sin involucrarse sentimentalmente; enamoradas de sí mismas (narcisistas) tienen una apremiante necesidad que otros confirmen su propia opinión. Es muy sabido que este tipo de mujer no resulta fácil de conquistar, buscan la atención inmediata del hombre, quieren tener la firme convicción que se les desea, pueden guiñar los ojos, pero su cuerpo desean mantenerlo casto.
En la histérica se denota que estas mujeres no son felices más que si disponen de numerosas posibilidades porque se contentan únicamente con el coqueteo, huyendo de la realidad que implica el amor, el compromiso y por ende la sexualidad, por temor e inseguridad muchas veces de poner a prueba su capacidad para mantener ligado al hombre de su devoción de manera permanente, por lo que optan con la victoria de la escaramuza para estar seguras de escapar apresuradamente a la derrota en la lucha final.
Pero no hay ninguna mujer a quien le sea completamente extraña la coquetería. La porción de “salvajismo carnal” que dormita en toda mujer, se revela bajo diferentes máscaras, hasta en el esfuerzo por no agradar y por no renunciar a las victorias fáciles de la coquetería. Son estas mujeres las que, en la imaginación, hallan una compensación por la fría realidad; viviendo en el mundo de las novelas identificándose con la heroína, de la que comparten el destino, o bien construyen su propia novela. Muchas de estas mujeres se precipitan afanosamente en los deberes familiares, los quehaceres domésticos, los cuidados del hogar y de la educación de los hijos, se refugian tanto en sus vástagos, en los que ponen todas sus esperanzas, para de esta forma renovar así el juego de su vanidad.

La edad crítica en la mujer, acercándose a la vejez.

Muchos profesionales de la salud mental han comprobado que la mujer, en la época de la menopausia, pasa por un periodo crítico acentuándose los accesos de neurosis, histeria, melancolía, depresión, insomnio, malos humores y una marcada alteración del carácter.
La edad crítica en la mujer esta en relación directa con sus desórdenes sexuales, verbigracia puede suceder que el comportamiento sexual se transforma; mujeres frígidas se vuelven apasionadas y mujeres apasionadas se vuelven repentinamente frígidas, porque en el fondo del alma toda mujer padece de una angustia secreta y muy intima: ¡El miedo a envejecer!
Pero no precisamente la menopausia trae aparejado éstas consecuencias, ya que muchos años atrás se observan estas manifestaciones de manera sutil a partir de los treinta años en adelante —biológicamente hablando, se empieza a envejecer a esta edad— así como por cambios psicológicos tenues que tienen que ver con el carácter repercutiendo en la sexualidad de la mujer, manifestándose en estos años de una forma etérea, disfrazada pero una vez que van transcurriendo los años se van acentuando esos cambios de una manera profunda, marcada por la vejez.
La angustia se encuentra unida a la mujer soltera y se manifiesta abiertamente cuando cumplidos los treinta años o más aún no se ha casado o no ha sido madre todavía, ya que el reloj biológico empieza a transcurrir de una manera apresurada, haciéndose cada vez más conciente del poco tiempo que le resta para cumplir los compromisos que tiene con su vida amorosa y maternal. En estas circunstancias suelen darse casamientos desgraciados por las respuestas precipitadas ante las relaciones amorosas mantenidas efímeramente, también puede deberse a cuestiones de soledad por no quedarse sola el resto de sus días y en muchas ocasiones se apresuran a casarse con el primer hombre que se atraviesa por su camino, pero posteriormente en el matrimonio su alma suele permanecer fría, la pasión cautiva e insatisfecha, surgiendo la frigidez que lleva al descontento, a la depresión y la palabra amor suena hueca y sin sentido en el corazón de la mujer.
Numerosas mujeres a partir de los treinta años de edad experimentan esa angustia de forma gradual como una especie de obsesión; se instalan ante el espejo durante horas enteras para descubrir las primeras señales de la vejez como son las arrugas, los cabellos blancos, el aumento de peso, la flacidez de la piel y de los músculos, manchas en el cuerpo, etcétera; entonces comienzan una lucha desesperada contra estos iníciales signos de la edad madura, empleando infinidad de productos de belleza, vistiéndose como si fuesen adolescentes...
“Toda mujer quiere agradar, es decir, tiene una imperiosa necesidad de ser deseada, la mayoría de las mujeres se contentan principalmente con eso”.
Regularmente las mujeres viven con la esperanza y el anhelo de la novela y de la gran aventura, pero envejecen y la dura realidad casi siempre llega a interrumpir sus sueños. Comienzan por decirse: “Tu hora habrá pasado dentro de poco, la novela no vendrá, jamás se hará realidad, todo habrá terminado para siempre...”. Resisten con todas sus fuerzas a la vejez, ansiosamente cuentan los años y día a día se examinan ante el espejo en busca de las cicatrices marcadas por el tiempo. En ocasiones el hijo o la hija adolescentes las precipita a la crisis; obsesionados por la idea de que sus hijos van a comenzar a vivir, entonces las madres empiezan —conscientes o no— a vigilar a sus vástagos con envidia y sus hijas son para ellas rivales acérrimas que hay que eliminar en lo posible; siempre existe una acusación en estas mujeres (regularmente histérica) acerca de sus hijas: “Ella tiene todavía tiempo, yo he empezado más tarde”.
Los primeros éxitos de la joven les producen toda clase de ideas obsesivas y melancólicas sumergiéndolas posteriormente en la depresión, surgiendo entonces los celos que son inmediatamente suprimidos con gran astucia en el preciso momento que los hijos empiezan a enamorarse de su novia o novio; he ahí el comienzo de la devastadora crisis.
Las mujeres después de los treinta años abarcan de un solo vistazo toda su vida, hacen su balance y se plantean siempre estas preguntas: ¿Para que vivo?, ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Por qué vivo? preguntas que entrañan el principio y el fin de la existencia misma.
Para la mujer madura entrada en la quinta década de su vida, cuando entra en conflicto consigo misma de una manera más acentuada, reflexionando sobre su existencia, se hace nuevamente algunas preguntas: ¿Estoy de acuerdo conmigo misma por mi forma de vivir? ¿Por cuánto tiempo más podré seguir viviendo con estos hábitos de vida? ¿Por cuánto tiempo más podré seguir agradando a los hombres? ¿Por cuánto tiempo más podré sentirme deseada por los hombres? ¿Tendré que arriesgarme y entregarme con cada hombre que me guste para sentirme amada?
La mujer con frecuencia se precipita en una nueva novela con una despreocupación inverosímil o bien sencillamente se acrecienta su neurosis. Puede tener depresiones más o menos graves, puede provocar escenas de celos sin ninguna razón a su esposo, para esta edad crítica la mujer se considera incomprendida y siente que no ha vivido lo suficiente como para estar plenamente satisfecha de su existencia. Este es el comienzo del calvario que la perseguirá durante el resto de su vida que le queda por vivir, al mismo tiempo puede hacer exactamente lo contrario a como se siente y empezarse a vestir de una manera juvenil por miedo a su edad, puede cambiar sus actitudes y hasta su lenguaje para sentirse como una adolescente. Cree en el fondo que puede vencer a su devastadora edad, de la cual teme, exhibiéndose de una manera más bien provocativa que resignada; simultáneamente, quiere forzar los cumplimientos del ambiente que la rodea, reclamando así la confirmación de su juventud. Y es entonces que le invade profundamente ese sentimiento, de que todo lo que no ha sido realizado tiende hacia su pronta realización.
La crisis puede ser ligera o por el contrario puede agravarse y profundizarse hasta alcanzar un grado melancólico muy grave. La lucha que siente en su interior entre el impulso y el deber, entre la pulsión y la moral es vital para ella. Con frecuencia, al comienzo de la novela, se desliza el deseo de la muerte de su esposo o de los hijos, o la separación o el divorcio porque en su inconsciente piensa que debe ser libre para poder vivir plenamente y llevar a cabo sus más anhelados sueños. Esos deseos de muerte o separación se expresan por las atenciones exageradas hacia el esposo o por las preocupaciones excedidas hacia los hijos por la culpabilidad de la cual es víctima de manera inconsciente.

‹‹Estos estados favorecen la transformación de las disposiciones sexuales en la mujer; mujeres exageradamente castas se vuelven apasionadas y exigen de su esposo caricias violentas e impulsivas; se prestan ahora a variaciones perversas que habían rehusado antes enérgicamente por una moral enraizada en su alma. Pero existe igualmente lo contrario, mujeres temperamentales cesan de disfrutar con su esposo, se tornan insensibles y vuelven a la masturbación abandonada mucho tiempo atrás››.

En la edad crítica de la mujer las sensaciones homosexuales se acentúan claramente, esta homosexualidad insatisfecha franquea la consciencia y tiende a ponerse casi inmediatamente en marcha. A menudo el deseo homosexual consciente o inconscientemente, se dirige hacia la hija, le tiene envidia y en su imaginación vive lo que ella podría vivir; los celos respecto de la hija pueden llevar a las sospechas más absurdas, pueden incluso —en el peor de los casos— acusar al marido de amar a la hija e incluso de tener relaciones incestuosas con ella. Pueden suceder infinidad de cosas en la vida crítica de una mujer, de repente se puede manifestar un cambio radical de carácter y de gustos. El hogar es desatendido, la mujer puede rejuvenecer espiritualmente, se viste de un modo más singular, se corta el cabello, se expresa de manera más rebuscada, puede buscar alguna actividad social, comienza a interesarse por las bellas artes, va a escuchar conferencias, asiste a la presentaciones de libros, aprende algún idioma, participa en movimientos sociales, busca relaciones interesantes, temiendo caer en el desánimo y reprocha constantemente a su esposo porque no se preocupa de su vida psíquica y sentimental.
Sus más íntimos recuerdos de la mujer en edad critica son exhumados y pasa revista a sus anteriores parejas, se repite a sí misma que se hubiera podido casar con un mejor hombre del que tiene ahora por esposo; esas oportunidades frustradas que tuvo en múltiples ocasiones en su vida pasada aparecen ahora en su matrimonio bajo una luz diferente.
‹‹Las mujeres al deplorar su virtud y su reserva, se vuelven coquetas y más atrevidas; al insistir sobre el derecho de la mujer, se vuelven más libres desde el punto de vista sexual, de ésta forma están mucho más próximas al adulterio y el éxtasis amoroso puede llegar a los más altos grados inimaginables de pasión que haya sentido ella en toda su vida jamás››.
Pero la salvaguardia también puede ser reforzada. Si el instinto amenaza superar todos los límites, el desagrado de lo sexual es aumentado, entonces la angustia y el pudor se refuerzan, y la piedad debe sostener la débil virtud. Esa fuga en la religiosidad es un síntoma que se encuentra frecuentemente en la edad crítica. Las mujeres se dejan convertir en fanáticas de la religión, sobre todo si un hermoso confesor reúne en ellas la confesión y el erotismo; de ésta manera descubre el pecado en su más intima naturaleza, se vuelve por consiguiente caritativa, se interesa de pronto por los pobres y desamparados, por la salvación que pueda ofrecer a los adolescentes indefensos, escucha sermones edificantes a cada momento con lo que encuentra una calma pasajera en la atmósfera sombría y fresca de las iglesias. Pero no siempre significa que en la edad crítica de la mujer, ya sea después de los treinta años o hasta entrada en la menopausia, tenga forzosamente que suceder el deseo de nuevas emociones, de nuevas pasiones, de nuevas aventuras, de nuevos hombres en su vida. Una mujer que llega a la edad critica con madurez y responsabilidad, haciendo una reflexión positiva de su vida suele aparecer en ella una resurrección, un cambio hacia lo mejor y más sublime, hacia sus más altos propósitos como mujer, como esposa, como madre, como amiga; de esta manera la mujer de noble corazón se consagra todavía una vez más a su máxima labor: ‹‹Transformar su vida en una excelente obra de arte››.

El amante debe ser un artista en el amor, ya que debe ser inventor de numerosas caricias, transformándolas y cambiándolas en cada ocasión y siendo permanentemente el mismo, es siempre otro.

En la realidad toda mujer suspira por la aventura pasional —sea conciente o no— por algún acontecimiento sorprendente que la saque de sus tareas triviales y cotidianas; ya que cuanto más tranquila es su vida, más violenta e insistente se vuelve su voz interior para exigir de las colosales tempestades y de las grandes pasiones su cabal e inmediato cumplimiento.
La mujer que no ha encontrado la satisfacción de sus necesidades sexuales en el matrimonio, reprime sus deseos viviendo en el torbellino de los sueños.
La mujer, como el hombre están sometidos a la ley del cambio, a la búsqueda de sensaciones nuevas y a la necesidad de variantes. En la mujer el amor por su partenaire puede satisfacer esa necesidad de diversidad en su vida anímica, mientras que en el hombre puede inclinarse solamente por el aspecto erótico.
El amante debe ser un artista en el amor, ya que debe ser inventor de numerosas caricias, transformándolas y cambiándolas en cada ocasión y siendo siempre el mismo, es permanentemente otro. ¡Cuidado con los amantes cuyas caricias conservan siempre formas estables y muy definidas! Si sus costumbres siguen siendo delicadas, si sus ternuras son inmutables y jamás se intensifican, el descontento produce la irritación, y la irritación las disputas, pudiendo orillar a la mujer a la infidelidad.
Las disputas y discrepancias son consideradas bienhechoras para romper la monotonía, sobre todo si, apaciguada la furia, la reconciliación permite volver a encontrarse en el amor. Todos los sujetos, y particularmente las mujeres, están “hambrientas de ternura”, están ávidas de afecto para sosegar esa hambre eterna porque amor quiere decir saturarse de afectos. Esa cualidad en las mujeres (el hambre de afecto) puede llamarse también “nostalgia de la novela”.
En el fondo, toda mujer se rebela contra la profanación del amor por la vida cotidiana y su banalidad sin pasión.
Suspira entrañablemente por lo extraordinario, por lo nuevo, por lo extraño, por lo sorprendente y muy profundamente por lo moralmente inaceptable. La mujer incomprendida prefiere el incendio de las pasiones a la tibieza de las caricias de su partenaire con la cual se encuentra comprometida desde varios años atrás. Más todavía, en toda mujer vive el conocimiento inconsciente de sus amplias posibilidades amorosas mismas que desea apremiantemente llevarlas a la realidad.
Mujeres frígidas durante años descubren repentinamente capacidades insospechadas en los brazos de su nuevo amante, súbitamente se transforman en artistas de la sensualidad. Pero cuantas mujeres envejecen o mueren lamentablemente sin haber agotado y desarrollado esas capacidades, cuyo conocimiento inherente debe vivir en ellas. Esas posibilidades entrañan movimientos de succión y contracciones de los músculos de la vagina, con una fuerza tal, que provocan las contracciones de todos los músculos de su cuerpo y la segregación de lubricación parece entonces exuberante, la piel se pone más suave, más elástica e incluso hasta el sabor del beso cambia de una forma sorprendente.

Las madres tienden a experimentar a sus hijas mujeres más apegadas a ellas desde que nacen.

Melanie Klein puso de manifiesto la turbulencia del mundo interno que para una madre desencadena el hecho de tener un hijo: regresión y reelaboración de su propio vínculo con su madre, actualización de sentimientos de persecución y depresión si en la relación ha predominado la ambivalencia. Cada una de las capacidades requeridas —dar vida, proveer bienestar físico, contener la ansiedad, comprender las necesidades y responder adecuadamente a ellas, tener leche, higiene, etcétera— remiten en toda mujer a la puesta en comparación con los otros ejemplares de su género. La relación de ser a ser es constante, tanto si la mujer se compara con su madre u otras madres o si se identifica con su hija, en el deseo de ésta de poseer una madre: como es ella, como ella tuvo, como ella quisiera ser. Por tanto, el peligro de fusión, proyección y extensión narcisista, así como mayores dificultades a la separación, se presentan más habitualmente cuando la relación materno-filial tiene lugar con las hijas mujeres. La línea del modelo —ya se trate de repetirlo o de diferenciarse de él— se sobreimpone permanentemente a la línea de la relación de objeto. El período de simbiosis parece ser más prolongado entre madres e hijas mujeres que entre madres e hijos varones. Sigmund Freud señaló este hecho —mayor longitud y mayor importancia de la fase preedípica en la nena que en el varón— intuyendo y sugiriendo su relevancia en el desarrollo diferencial de género de ambos. Es interesante constatar que fue llevado a esta afirmación por trabajos clínicos de psicoanalistas mujeres, que mostraron la importancia de esta fase para la mujer (Deutsch, 1925; Jeanne Lampl-de Groot 1928; Mack Brunswick, 1940). Sin embargo, la orientación final que Freud otorgó a estos hallazgos debe ser revisada y reformulada desde la perspectiva que introduce la noción de género, ya que la prehistoria —lo preedípico—, el vínculo con la madre, es esencial y primordial para el desarrollo de la feminidad no por la supuesta masculinidad que encierra, sino por todo lo contrario, por la inevitable feminización que genera.
Estudios provenientes de distintos campos de observación coinciden en la afirmación de que las madres tienden a experimentar a sus hijas mujeres como menos separadas de ellas. Sentimientos de unidad y continuidad, identificación y simbiosis predominan con las hijas mujeres y la calidad de la relación tiende a retener elementos narcisistas, mientras que el componente libidinal permanece más débil. Por el contrario, cuando es madre de un género diferente al suyo, experimenta el hijo como opuesto a sí, como un «otro» distinto. Entonces la investidura libidinal predomina sobre un tipo de investidura narcisista, la de la identificación. A su vez, los varones, como respuesta a ser considerados diferentes, tienden también a experimentarse distintos a sus madres, y las madres empujan esta diferenciación (aunque retengan en algunos casos un gran control sobre ellos), inclinándose a una mayor sexualización del vínculo, proceso que a su turno reforzará la urgencia de la separación.
En la medida que la maternalización es ejercida por la mujer, el período preedípico de las niñas no sólo será más prolongado que el de los varones, sino que aquéllas conservarán siempre, aun ya mujeres, la tendencia a colocar en el centro de sus preocupaciones las relaciones humanas que tienen que ver con la maternalización: sentimientos. de fusión, dificultad de separación e individuación, límites del Yo corporal y del Yo más difusos.

Aspectos biológicos de la asignación del sexo.

En experimentos en animales de laboratorio los fisiólogos del cerebro están determinando los mecanismos neurohumorales que afectan el comportamiento sexual (Goy, Phoenix y Young, 1962; Barraclough y Gorski, 1962). Según Young ( 1965) el código genético desencadena la liberación bioquímica que desarrollará el tejido embrionario en alguna de las dos direcciones (Jost, 1958; Gorki y Whalen, 1966; Grady y Phoenix, 1965; Harris y Levine, 1962; Phoenix, Goy y Resko, 1968). Uno de los hallazgos más sorprendentes es que sólo si el cerebro fetal, el hipotálamo, es activado por andrógenos la conducta masculina se desarrolla. El estado neutro, de reposo o inicial para los mecanismos centrales del sexo, así como los rudimentos de los órganos sexuales y sus aparatos anexos, son femeninos; si la corriente normal de andrógenos es bloqueada, retoma el comando el cerebro femenino. Aparentemente el cerebro consistiría en un sistema anatómico único, y sólo si es activado con andrógenos, la «roca» para la masculinidad se implanta, si no permanece femenino.

‹‹Desde el punto de vista neurofisiológico el cerebro del hombre resulta ser un cerebro hembra androgeneizado, y embriológicamente el pene es un clítoris masculinizado››.

Las anomalías sexuales genéticas y congénitas nos indican que los seres humanos nos concebimos como mujeres y con los cambios hormonales se "convierten" en hombres, anatómicamente hablando (Money, Hampson y Hampsón, 1955)
1.- Anormalidades cromómicas XO (Síndrome de Turner). Estos sujetos en lugar de poseer los dos cromosomas XX o XY carecen del segundo cromosoma y no tienen gónadas productoras de hormonas sexuales, sin embargo el desarrollo anatómico es de mujer. Generalmente presentan comportamiento femenino y son heterosexuales.
2.- Síndrome de insensibilidad andrógeno (Feminización testicular). Estos sujetos que presentan un perfil cromosómico XY se desarrollan como mujeres heterosexuales. Es probable que el defecto hormonal sea en el órgano periférico que no responde a los andrógenos en circulación.
3.- Hipogonadismo constitucional en hombres. Estos sujetos se presentan físicamente normales al nacer, recién llegan a la adolescencia se les descubre una deficiencia en andrógenos. Un gran número de estos casos son femeninos desde la infancia o creen ser niñas.
4.- Trastornos del lóbulo temporal. En sesenta y siete casos de trastornos paroxísticos del lóbulo temporal se observaron conductas de inversión sexual, sólo en hombres. La conducta (comúnmente vestirse con ropas de mujer) sobrevino en el acmé de la crisis, la remisión de la crisis hace desaparecer también el trastorno de conducta.
5.- Castración del hombre. Si se produce antes de la pubertad no sólo se extinguen los caracteres sexuales secundarios, sino la sexualidad en su totalidad. Si se efectúa después de la pubertad, se ve marcadamente disminuida.
6.- La castración de la mujer no produce los mismos efectos; niñas púberes que son ovariectomizadas pueden como los adultos desarrollar una sexualidad normal y tener orgasmo. De la misma manera la extirpación de ovarios en la mujer adulta no disminuye ni su necesidad sexual ni su placer.
Todo parece indicar que las hormonas andrógenas constituyen el substrato biológico del deseo sexual tanto en los nombres como en las mujeres. En la mujer dependería de una ínfima cantidad de andrógenos que normalmente produce la suprarrenal, ya que la suprarrenalectomía ocasiona la abolición casi completa de la sexualidad. Por otra parte, la administración de estrógenos a un hombre no modifica su comportamiento sexual, salvo que por hacerlo en grandes cantidades compita con la producción de testosterona. En cambio las mujeres a quienes se les ha administrado andrógenos ven su libido reactivada. ‹‹Pero lo importante a recalcar es que la sustracción o adición de hormonas no modifica la orientación de la libido. Así, si se le administra a una mujer andrógenos, aunque pueda masculinizarse en sus caracteres sexuales, externos, sigue deseando a un hombre. De la misma manera que la ingestión de andrógenos por un homosexual afeminado no lo transforma en menos afeminado, sino que acrecienta su deseo de relaciones homosexuales››. Por tanto, la intuición freudiana sobre el carácter masculino de la libido en tanto deseo sexual hallaría su certeza en la naturaleza andrógena de las hormonas activadoras del deseo, pero éste sigue siendo fiel a su fantasma, y ni se masculiniza ni se feminiza por la acción de los andrógenos, sólo disminuye o cobra intensidad.
Robert J. Stoller sostiene que todas estas evidencias nos llevan a refutar el supuesto monismo fálico de los niños de ambos sexos, y en todo caso postular lo inverso, que todos los bebés hasta los dos años son prevalentemente niñas. Pero esta hipótesis sólo nos conduciría a una recaída en un biologismo de sentido contrario cuando lo que nos impresiona, en cambio, es el enorme poder que las actitudes, los comportamientos y las creencias de los padres tienen en el modelaje de la masculinidad y femineidad. El sistema biológico organizado prenatalmente en una dirección masculina o femenina es casi siempre insuficiente en los humanos para resistir la fuerza más poderosa del medio ambiente: "El primer objeto de amor, la madre".
Las evidencias sobre la organización temprana de la masculinidad y la feminidad en base a la poderosa acción del medio materno y familiar se presentan cada vez en forma más numerosa:
1.- Niños diagnosticados al nacer como hermafroditas desarrollan una «identidad hermafrodita» (es decir, durante toda la vida no saben si son hombre o mujer o si son ambas cosas), siempre que sus padres también abriguen dudas sobre el sexo asignado. Cuando no es así (aun ante la presencia de órganos sexuales externos ambiguos), el niño no duda en ser varón si al nacer se le asignó el sexo masculino. Esto ocurre independientemente de la presencia de anormalidades cromosómicas, gonadales o defectos hormonales;
2.- Transexuales hombres, como resultado de circunstancias posnatales, —una específica constelación familiar— presentan una feminización tan marcada que actúan como mujeres y demandan que su cuerpo se transforme en un cuerpo de mujer. No presentan ninguna anormalidad biológica.