Muchos profesionales de la salud mental han comprobado que la mujer, en la época de la menopausia, pasa por un periodo crítico acentuándose los accesos de neurosis, histeria, melancolía, depresión, insomnio, malos humores y una marcada alteración del carácter.
La edad crítica en la mujer esta en relación directa con sus desórdenes sexuales, verbigracia puede suceder que el comportamiento sexual se transforma; mujeres frígidas se vuelven apasionadas y mujeres apasionadas se vuelven repentinamente frígidas, porque en el fondo del alma toda mujer padece de una angustia secreta y muy intima: ¡El miedo a envejecer!
Pero no precisamente la menopausia trae aparejado éstas consecuencias, ya que muchos años atrás se observan estas manifestaciones de manera sutil a partir de los treinta años en adelante —biológicamente hablando, se empieza a envejecer a esta edad— así como por cambios psicológicos tenues que tienen que ver con el carácter repercutiendo en la sexualidad de la mujer, manifestándose en estos años de una forma etérea, disfrazada pero una vez que van transcurriendo los años se van acentuando esos cambios de una manera profunda, marcada por la vejez.
La angustia se encuentra unida a la mujer soltera y se manifiesta abiertamente cuando cumplidos los treinta años o más aún no se ha casado o no ha sido madre todavía, ya que el reloj biológico empieza a transcurrir de una manera apresurada, haciéndose cada vez más conciente del poco tiempo que le resta para cumplir los compromisos que tiene con su vida amorosa y maternal. En estas circunstancias suelen darse casamientos desgraciados por las respuestas precipitadas ante las relaciones amorosas mantenidas efímeramente, también puede deberse a cuestiones de soledad por no quedarse sola el resto de sus días y en muchas ocasiones se apresuran a casarse con el primer hombre que se atraviesa por su camino, pero posteriormente en el matrimonio su alma suele permanecer fría, la pasión cautiva e insatisfecha, surgiendo la frigidez que lleva al descontento, a la depresión y la palabra amor suena hueca y sin sentido en el corazón de la mujer.
Numerosas mujeres a partir de los treinta años de edad experimentan esa angustia de forma gradual como una especie de obsesión; se instalan ante el espejo durante horas enteras para descubrir las primeras señales de la vejez como son las arrugas, los cabellos blancos, el aumento de peso, la flacidez de la piel y de los músculos, manchas en el cuerpo, etcétera; entonces comienzan una lucha desesperada contra estos iníciales signos de la edad madura, empleando infinidad de productos de belleza, vistiéndose como si fuesen adolescentes...
“Toda mujer quiere agradar, es decir, tiene una imperiosa necesidad de ser deseada, la mayoría de las mujeres se contentan principalmente con eso”.
Regularmente las mujeres viven con la esperanza y el anhelo de la novela y de la gran aventura, pero envejecen y la dura realidad casi siempre llega a interrumpir sus sueños. Comienzan por decirse: “Tu hora habrá pasado dentro de poco, la novela no vendrá, jamás se hará realidad, todo habrá terminado para siempre...”. Resisten con todas sus fuerzas a la vejez, ansiosamente cuentan los años y día a día se examinan ante el espejo en busca de las cicatrices marcadas por el tiempo. En ocasiones el hijo o la hija adolescentes las precipita a la crisis; obsesionados por la idea de que sus hijos van a comenzar a vivir, entonces las madres empiezan —conscientes o no— a vigilar a sus vástagos con envidia y sus hijas son para ellas rivales acérrimas que hay que eliminar en lo posible; siempre existe una acusación en estas mujeres (regularmente histérica) acerca de sus hijas: “Ella tiene todavía tiempo, yo he empezado más tarde”.
Los primeros éxitos de la joven les producen toda clase de ideas obsesivas y melancólicas sumergiéndolas posteriormente en la depresión, surgiendo entonces los celos que son inmediatamente suprimidos con gran astucia en el preciso momento que los hijos empiezan a enamorarse de su novia o novio; he ahí el comienzo de la devastadora crisis.
Las mujeres después de los treinta años abarcan de un solo vistazo toda su vida, hacen su balance y se plantean siempre estas preguntas: ¿Para que vivo?, ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Por qué vivo? preguntas que entrañan el principio y el fin de la existencia misma.
Para la mujer madura entrada en la quinta década de su vida, cuando entra en conflicto consigo misma de una manera más acentuada, reflexionando sobre su existencia, se hace nuevamente algunas preguntas: ¿Estoy de acuerdo conmigo misma por mi forma de vivir? ¿Por cuánto tiempo más podré seguir viviendo con estos hábitos de vida? ¿Por cuánto tiempo más podré seguir agradando a los hombres? ¿Por cuánto tiempo más podré sentirme deseada por los hombres? ¿Tendré que arriesgarme y entregarme con cada hombre que me guste para sentirme amada?
La mujer con frecuencia se precipita en una nueva novela con una despreocupación inverosímil o bien sencillamente se acrecienta su neurosis. Puede tener depresiones más o menos graves, puede provocar escenas de celos sin ninguna razón a su esposo, para esta edad crítica la mujer se considera incomprendida y siente que no ha vivido lo suficiente como para estar plenamente satisfecha de su existencia. Este es el comienzo del calvario que la perseguirá durante el resto de su vida que le queda por vivir, al mismo tiempo puede hacer exactamente lo contrario a como se siente y empezarse a vestir de una manera juvenil por miedo a su edad, puede cambiar sus actitudes y hasta su lenguaje para sentirse como una adolescente. Cree en el fondo que puede vencer a su devastadora edad, de la cual teme, exhibiéndose de una manera más bien provocativa que resignada; simultáneamente, quiere forzar los cumplimientos del ambiente que la rodea, reclamando así la confirmación de su juventud. Y es entonces que le invade profundamente ese sentimiento, de que todo lo que no ha sido realizado tiende hacia su pronta realización.
La crisis puede ser ligera o por el contrario puede agravarse y profundizarse hasta alcanzar un grado melancólico muy grave. La lucha que siente en su interior entre el impulso y el deber, entre la pulsión y la moral es vital para ella. Con frecuencia, al comienzo de la novela, se desliza el deseo de la muerte de su esposo o de los hijos, o la separación o el divorcio porque en su inconsciente piensa que debe ser libre para poder vivir plenamente y llevar a cabo sus más anhelados sueños. Esos deseos de muerte o separación se expresan por las atenciones exageradas hacia el esposo o por las preocupaciones excedidas hacia los hijos por la culpabilidad de la cual es víctima de manera inconsciente.
‹‹Estos estados favorecen la transformación de las disposiciones sexuales en la mujer; mujeres exageradamente castas se vuelven apasionadas y exigen de su esposo caricias violentas e impulsivas; se prestan ahora a variaciones perversas que habían rehusado antes enérgicamente por una moral enraizada en su alma. Pero existe igualmente lo contrario, mujeres temperamentales cesan de disfrutar con su esposo, se tornan insensibles y vuelven a la masturbación abandonada mucho tiempo atrás››.
En la edad crítica de la mujer las sensaciones homosexuales se acentúan claramente, esta homosexualidad insatisfecha franquea la consciencia y tiende a ponerse casi inmediatamente en marcha. A menudo el deseo homosexual consciente o inconscientemente, se dirige hacia la hija, le tiene envidia y en su imaginación vive lo que ella podría vivir; los celos respecto de la hija pueden llevar a las sospechas más absurdas, pueden incluso —en el peor de los casos— acusar al marido de amar a la hija e incluso de tener relaciones incestuosas con ella. Pueden suceder infinidad de cosas en la vida crítica de una mujer, de repente se puede manifestar un cambio radical de carácter y de gustos. El hogar es desatendido, la mujer puede rejuvenecer espiritualmente, se viste de un modo más singular, se corta el cabello, se expresa de manera más rebuscada, puede buscar alguna actividad social, comienza a interesarse por las bellas artes, va a escuchar conferencias, asiste a la presentaciones de libros, aprende algún idioma, participa en movimientos sociales, busca relaciones interesantes, temiendo caer en el desánimo y reprocha constantemente a su esposo porque no se preocupa de su vida psíquica y sentimental.
Sus más íntimos recuerdos de la mujer en edad critica son exhumados y pasa revista a sus anteriores parejas, se repite a sí misma que se hubiera podido casar con un mejor hombre del que tiene ahora por esposo; esas oportunidades frustradas que tuvo en múltiples ocasiones en su vida pasada aparecen ahora en su matrimonio bajo una luz diferente.
‹‹Las mujeres al deplorar su virtud y su reserva, se vuelven coquetas y más atrevidas; al insistir sobre el derecho de la mujer, se vuelven más libres desde el punto de vista sexual, de ésta forma están mucho más próximas al adulterio y el éxtasis amoroso puede llegar a los más altos grados inimaginables de pasión que haya sentido ella en toda su vida jamás››.
Pero la salvaguardia también puede ser reforzada. Si el instinto amenaza superar todos los límites, el desagrado de lo sexual es aumentado, entonces la angustia y el pudor se refuerzan, y la piedad debe sostener la débil virtud. Esa fuga en la religiosidad es un síntoma que se encuentra frecuentemente en la edad crítica. Las mujeres se dejan convertir en fanáticas de la religión, sobre todo si un hermoso confesor reúne en ellas la confesión y el erotismo; de ésta manera descubre el pecado en su más intima naturaleza, se vuelve por consiguiente caritativa, se interesa de pronto por los pobres y desamparados, por la salvación que pueda ofrecer a los adolescentes indefensos, escucha sermones edificantes a cada momento con lo que encuentra una calma pasajera en la atmósfera sombría y fresca de las iglesias. Pero no siempre significa que en la edad crítica de la mujer, ya sea después de los treinta años o hasta entrada en la menopausia, tenga forzosamente que suceder el deseo de nuevas emociones, de nuevas pasiones, de nuevas aventuras, de nuevos hombres en su vida. Una mujer que llega a la edad critica con madurez y responsabilidad, haciendo una reflexión positiva de su vida suele aparecer en ella una resurrección, un cambio hacia lo mejor y más sublime, hacia sus más altos propósitos como mujer, como esposa, como madre, como amiga; de esta manera la mujer de noble corazón se consagra todavía una vez más a su máxima labor: ‹‹Transformar su vida en una excelente obra de arte››.