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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

domingo, 20 de noviembre de 2016

¿Cómo adquiere el niño varón la masculinidad?

El primer y principal modelo de identificación del niño (varón) desde que nace es la madre, para establecer el núcleo de la identidad de género y buscar activamente la identificación con los hombres, éste niño varón debe posteriormente desidentificarse de ella (Greenson, 1968; Abelin, 1980; Tyson, 1982). 
Si el varón imita la dulzura, los movimientos, los gestos maternos, se feminiza. Por tanto, si bien el varón cuenta con la ventaja que su objeto (mujer) de amor no varía a lo largo de su evolución hasta la vida adulta, no es tan simple en cuanto al desarrollo de su identidad de género, pues la identificación a la madre no promueve su masculinidad. Esta modificación a las ideas freudianas sobre el desarrollo psicosexual, proviene sobre todo de los hallazgos de Robert J. Stoller en los casos de transexualismo masculino. Los niños desarrollan una identificación femenina temprana que no parece resultar básicamente de un grave conflicto, sino, por el contrario, de una unión-fusión perfecta con la madre y de un conjunto de factores que, si cumplen la condición de hallarse todos presentes, darían como resultado un transexual varón:
1.- Gran belleza física desde el nacimiento;
2.- Extrema intimidad y cercanía en la relación temprana madre-hijo (que se acerca al modelo de relación incondicional y perfecta de la cual el niño no parece querer desprenderse);
3.- Madres con severos síntomas de masculinidad en su desarrollo o deseos de ser varón, que experimentan con este determinado niño una extrema felicidad;
4.- Mujeres que previamente al nacimiento del niño sufren una depresión crónica sin esperanzas, una vida inerte sin ningún estímulo;
5.- Relaciones de pareja caracterizadas por prolongadas ausencias físicas del esposo, déficits serios en el vínculo emocional, o marcado formalismo;
6.- Esposo pasivo, inafectivo y despreciado por la madre que abandona totalmente la crianza del niño en sus manos, teniendo escaso contacto con él.
Lo que más llama la atención es la calidad de la intimidad entre madre-hijo: "La forma en que se miran a los ojos, la intensidad de sus abrazos, la suavidad de la voz, lo prolongado de las caricias, la forma de yacer entre sus brazos". Stoller acota que estas cualidades de la relación en caso de dos enamorados adultos, despiertan y desarrollan el sentimiento de fusión, pero en el amor adulto la intensidad de la fusión se apoya en su contrario, la clara consciencia de la mutua separación y diferencia. El interrogante es qué sucede frente a estos mismos fenómenos cuando no se ha logrado esta consciencia de sí. Si la ilusión reduce hasta tal punto la brecha entre ambos seres, si en términos maternos el niño sería su falo sin cuestionamiento, y el niño está encantado de ser «el todo para la madre», ¿qué impulsaría tanto a la madre como al hijo a abandonar este idilio? (Mahler, 1958). Lo importante a resaltar es que aun tratándose de la máxima intimidad madre-niño, de una simbiosis sin corte, de una madre que observa cómo su hijo varón comienza a vestirse de mujer y lejos de rechazarlo lo estimula secretamente, tanto la relación en sí misma como el transvestismo del niño no tienen un carácter erótico-genital. O sea, esta profunda intimidad madre-hijo, y la serie de factores ya mencionados, conducen a una identificación femenina del niño a la madre de tal intensidad y poder transformador sobre el Yo, que tan pronto el niño descubre la diferencia de sexos comienza a desear ser mujer, deseo previo a cualquier elección de objeto sexual.

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