Los problemas sexuales más comunes en la mujer son la falta de deseo, conflictos con la excitación y ausencia o incipiente orgasmo; mientras que en el hombre es la impotencia o disfunción erectil, la eyaculación retardada, inhibición de la eyaculación y eyaculación precoz. Ahora bien, la causa de estos problemas puede tener un origen orgánico aunque la posibilidad es realmente muy pequeña.
El psicoanálisis señala que las vicisitudes de la infancia y de la forma en que se desarrolle el Complejo de Edipo, dependerá la identidad sexual del sujeto, sus sentimientos de culpabilidad, su erotismo, su deseo, su modo de Goce, su capacidad para relacionarse en pareja, las características del partenaire que elija, y además su capacidad para sublimar, estudiar, trabajar, producir...
En los primeros años de vida hay muchas coincidencias en cuanto a la organización de la libido en los niños y en las niñas pero a partir de los tres años de edad aproximadamente existen diferencias porque es cuando los niños descubren sus genitales y se dan cuenta de las diferencias anatómicas siendo el momento en que el niño entra en el periodo edípico.
Para el niño su madre constituye su primer objeto de amor y de deseo por lo que va a competir con el padre por sus atenciones se centren únicamente en él. La niña va a abandonar la relación simbiótica con la madre para dirigir su mirada hacia su padre como primer objeto masculino de amor y deseo, rivalizando y compitiendo con su madre por ser la preferida de su padre.
La crianza de los hijos por sus padres desde el nacimiento será sumamente determinante en el desarrollo del psiquismo infantil y de las manifestaciones de la sexualidad así como de la identidad sexual.
Antes de llegar al periodo edípico hay un recorrido muy largo y complejo en todo el periodo de la sexualidad pregenital que se inicia antes de la gestación del hijo ¿qué queremos decir con esto? dependerá de cómo se ha gestado en la mente de la madre y del padre, cómo se recibirá y educará al hijo. Verbigracia una madre que nunca disfrutó ni obtuvo placer durante el coito con su marido, o que se entregó a él de forma resignada, con resentimientos, chantajes, etcétera pueden ser la causa de su anorgasmia, insensibilidad psíquica que trasmitirá de manera consciente o inconsciente la madre a su hija y que repercutirá obviamente cuando esta última inicie su sexualidad. Este tipo de madre regularmente intentará prevenir de manera consciente o inconsciente a la hija, que todo aquello que tenga que ver con el sexo es algo vulgar, pecaminoso... en suma demeritará la sexualidad y le advertirá del peligro que corre con los hombres: ¡Todos los hombres nada más quieren eso! También suele suceder que cuando la madre se percate de la naciente sexualidad de su hija intentará por todos los medios socavar el erotismo de ésta, siendo seguramente la edad que separa a madre e hija como factor de envidia por lo que la puede llevar a "persuadir" de inhibir su deseo sexual apenas iniciada su adolescencia. En ambos casos lo que consigue la madre con esas actitudes es que su hija asocie la sexualidad con peligro e inhiba en consecuencia el placer.
Algunas mujeres —inconscientemente— albergan sentimientos de culpa o de vergüenza con respecto a su propio placer fruto de una educación en la que le prohibieron la automanipulación de sus genitales. Hay mujeres que incluso habiendo experimentado orgasmos en el pasado y disfrutado de ellos, han desarrollado la idea errónea de que el orgasmo equivale al pecado, al descontrol o a la pérdida de razón. En realidad se trata de un aspecto de los sentimientos de vergüenza o culpa. También existe la posibilidad que surja el miedo de entregarse demasiado y quedar sometida a su partenaire de forma permanente.
La frigidez y la eyaculación precoz tienen en común la presencia de la función paterna de tal manera que interfiere el desarrollo satisfactorio de la relación sexual. Si el padre está demasiado presente en la fantasía inconsciente, en las actividades sexuales de una mujer, ésta puede defenderse de su propio deseo incestuoso no entregándose al placer. Ser demasiado temperamental —eróticamente hablando— en esas circunstancias generaría demasiada culpa. Por otra parte, si el padre está demasiado presente, de forma imaginaria, en las actividades sexuales de un hombre, éste desea acabar cuanto antes para poner fin a la amenaza que la presencia del padre supone (Complejo de Castración).
Las relaciones sexuales no son más que una de las múltiples expresiones de la vida del sujeto, una alteración de las mismas apunta a una manera patológica de relacionarse con el mundo.
Un individuo impotente en sus relaciones sexuales será probablemente también impotente para otras actividades, por ejemplo, hablar en público, abordar a una mujer, escribir, expresarse...
Algunas mujeres que padecen de vaginismo pueden presentar problemas en su actividades laborales porque ciertas instrucciones de sus compañeros no las comprenden, "es que eso no me entra", conflictos con las amistades porque se consideran "cerradas de criterio" o con "estrecho tema de conversación"...
La genitalidad está tocada por cuestiones psicológicas. Cualquier malestar psíquico tiene repercusiones en lo sexual genital. Casi todas las disfunciones sexuales tienen un origen inconsciente y pueden quedar disfrazadas o compensadas por manifestaciones tiernas de amor.
Amor y sexo se parecen, muchas veces puede compensarse una insatisfacción sexual con el amor pero no siempre es así. Cuando tenemos problemas sexuales en la vida adulta, salvo contadas excepciones, éstos van a estar provocados, condicionados, por cómo hemos vivido en nuestros primeros años, de como hemos resuelto el conflicto edípico en la infancia. Las causas de la disfunciones sexuales están directamente relacionadas, provocadas, por una forma de entender la relación con el Otro y con el propio cuerpo que se aprende en los primeros años de vida y que son los padres quienes con su conducta consciente e inconsciente, y con sus palabras y actos enseñan.
No se goza del cuerpo del otro sino del propio cuerpo por intermedio del cuerpo del Otro. Nuestro cuerpo no es el que vemos con nuestros ojos sino el que vemos con nuestra imaginación.
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