A propósito del deseo materno Jacques-Marie Émile Lacan en su Seminario de 1979 conocido como el "Revés del psicoanálisis" nos comenta que el papel de la madre es fundamental en el desarrollo del infante pero puede también causarle estrago ¿a qué nos referimos con estrago? Al "deseo" de la madre.
El deseo de la madre no es algo que se pueda soportar tal cual, no es algo que resulte sencillo para el vástago o que pueda serle indiferente,
el deseo de la madre siempre produce estragos.
El niño está en la boca del cocodrilo que es la madre. "No sabe que insecto puede picarle de repente y cierre la boca quedando atrapado. Eso es el deseo de la madre, un deseo absorbente e ilimitado". Pero afortunadamente para el infante —en el mejor de los casos— existe un palo que puede sostener la boca abierta, por si le pica un bicho o le posa una mosca ya no la cierre o al menos quede un espacio por donde escapar, ese palo es el "falo" y el falo entra
por la operación del ‹‹Nombre del Padre›› que establece una legalidad, un límite entre el niño y la madre. Según la apertura y cierre de ese deseo materno, tendremos el modo en que opera el Nombre del Padre en la metáfora, la medida del padre simbólico en el Complejo de Edipo. De esto surgen las respuestas lúdicas, ficcionales, sintomáticas como recursos del sujeto del inconsciente, surgirán gritos desesperados, comportamientos ilícitos, adicciones toxicológicas en cuerpos enfermos de tantos sujetos, todo esto como una convocatoria desesperada a una ley simbólica, transferida a ese padre que estará encarnado en un juez, un profesor, un médico, un jefe, un analista... un padre simbólico que intervenga interrumpiendo el insoportable exceso de Goce y abriendo alguna salida posible.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario