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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

martes, 29 de noviembre de 2016

La violencia de género se ha convertido en una cacería de brujas.

Transcurría el año de 1692 en un poblado llamado "Salem" ubicado en el condado de Essex, Massachusetts, Estados Unidos donde diecinueve mujeres y un hombre de más de ochenta años fueron declarados culpables; ellas llevadas a la horca, él condenado a muerte bajo una montaña de piedras pesadas por no someterse a un juicio en su contra ¿cuál era el delito de todos ellos? Practicar la brujería.
Hoy, quien leyera aquel trágico suceso, sentiría repulsión por aquella barbaridad perpetrada por "seres primitivos e incivilizados" en nombre de un ‹‹fanatismo religioso››. Seguramente aquellas brujas presentaban síntomas que “delataban” epilepsia o psicosis y por eso tenían comportamientos extraños ante los demás.
Aquel macabro acontecimiento se le conoce en la historia como la "Cacería de Brujas". Pero la historia no termina ahí, trescientos años después continua...
En el año de 2011, el Juzgado Primero de Violencia de Género radicado en Valencia, España condena a un marido a un mes de multa ¿cuál es su delito? Expulsar una "ruidosa y apestosa flatulencia" durante una discusión con su pareja. Ella lo denunció y el juez falló que el acto constituía un delito de violencia de género por atentar contra la dignidad de la mujer. Posiblemente el juez disponía de un finísimo olfato de sabueso... o desconocía por dónde soplan ciertos vientos. Lo cierto es que se agarró de argumentos etéreos, o debemos decir "argumentos gasificados" para convertir en delito lo que siempre ha sido una mera vulgaridad, una falta de educación y decoro. Si alguien puede ser condenado por aliviarse del intestino grueso con ostentación y alharacas, también debería ser punible la repugnante costumbre de hurgarse la nariz para sacarse la mucosidad, en cada semáforo donde se detiene.
Esta noticia, que parece más propia de un programa de Reality Show que de un medio de información serio, no deja de ser una anécdota, y sobre todo que seguramente dejará precedente en el poder judicial. Sin embargo, resulta inquietante que alguien pueda ser condenado por tirarse, en lenguaje callejero, un "pedo", aun cuando sea con todas las agravantes: premeditación, alevosía y ventaja. Pero no toda la culpa era del juez. La “Ley de violencia de género” promulgada en 2004 en España, tipifica como delito cualquier insulto o menosprecio en una discusión de pareja… siempre que lo lleve a cabo un hombre. No así si quien lo hace es una mujer. Unos cuantos "gentleman" acabaron en el calabozo por “mandar a la mierda” a su pareja durante una discusión; pero si sucedía al revés, no había delito que perseguir.
Ahora bien, estas "leyes o reglamentos" en cuanto a la violencia de género, violentan la presunción de inocencia y también la igualdad ante la ley, garantías individuales reconocidas, incluso, por organismos internacionales. ¿Será que ahora estamos viviendo un fanatismo judicial? 

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