El adulto que irrumpe en la intimidad sexual del infante es un perseguidor que niega su ser y lo funde con el de él mismo en un acto de omnipotencia narcisista. En el incesto, no existe la libido relacionada con un objeto donde hay dos polos adulto-adulto sino una tensión entre dos tipos de libido narcisista, una intra-ego y otra extra-ego.
Este narcisismo alberga la ilusión de una situación no-edípica que sólo conoce el Yo, en la cual se considera a sí mismo autocreado, sin límites sexuales, fuera de la estructura de parentesco.
En el incesto siempre es una imposición no el producto de un consenso; no significa vida sino muerte, y el afecto predominante no es amor sino odio.
La reacción inicial del infante durante la relación sexual es de rechazo y resistencia; pero si el violador persiste, desaparece como figura externa y niño introyecta la culpa del adulto.
En el incesto siempre se observa un sujeto adulto con sexualidad infantil perpetrando la sexualidad del niño-víctima.
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