En la realidad toda mujer suspira por la aventura pasional —sea conciente o no— por algún acontecimiento sorprendente que la saque de sus tareas triviales y cotidianas; ya que cuanto más tranquila es su vida, más violenta e insistente se vuelve su voz interior para exigir de las colosales tempestades y de las grandes pasiones su cabal e inmediato cumplimiento.
La mujer que no ha encontrado la satisfacción de sus necesidades sexuales en el matrimonio, reprime sus deseos viviendo en el torbellino de los sueños.
La mujer, como el hombre están sometidos a la ley del cambio, a la búsqueda de sensaciones nuevas y a la necesidad de variantes. En la mujer el amor por su partenaire puede satisfacer esa necesidad de diversidad en su vida anímica, mientras que en el hombre puede inclinarse solamente por el aspecto erótico.
El amante debe ser un artista en el amor, ya que debe ser inventor de numerosas caricias, transformándolas y cambiándolas en cada ocasión y siendo siempre el mismo, es permanentemente otro. ¡Cuidado con los amantes cuyas caricias conservan siempre formas estables y muy definidas! Si sus costumbres siguen siendo delicadas, si sus ternuras son inmutables y jamás se intensifican, el descontento produce la irritación, y la irritación las disputas, pudiendo orillar a la mujer a la infidelidad.
Las disputas y discrepancias son consideradas bienhechoras para romper la monotonía, sobre todo si, apaciguada la furia, la reconciliación permite volver a encontrarse en el amor. Todos los sujetos, y particularmente las mujeres, están “hambrientas de ternura”, están ávidas de afecto para sosegar esa hambre eterna porque amor quiere decir saturarse de afectos. Esa cualidad en las mujeres (el hambre de afecto) puede llamarse también “nostalgia de la novela”.
En el fondo, toda mujer se rebela contra la profanación del amor por la vida cotidiana y su banalidad sin pasión.
Suspira entrañablemente por lo extraordinario, por lo nuevo, por lo extraño, por lo sorprendente y muy profundamente por lo moralmente inaceptable. La mujer incomprendida prefiere el incendio de las pasiones a la tibieza de las caricias de su partenaire con la cual se encuentra comprometida desde varios años atrás. Más todavía, en toda mujer vive el conocimiento inconsciente de sus amplias posibilidades amorosas mismas que desea apremiantemente llevarlas a la realidad.
Mujeres frígidas durante años descubren repentinamente capacidades insospechadas en los brazos de su nuevo amante, súbitamente se transforman en artistas de la sensualidad. Pero cuantas mujeres envejecen o mueren lamentablemente sin haber agotado y desarrollado esas capacidades, cuyo conocimiento inherente debe vivir en ellas. Esas posibilidades entrañan movimientos de succión y contracciones de los músculos de la vagina, con una fuerza tal, que provocan las contracciones de todos los músculos de su cuerpo y la segregación de lubricación parece entonces exuberante, la piel se pone más suave, más elástica e incluso hasta el sabor del beso cambia de una forma sorprendente.
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