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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

domingo, 20 de noviembre de 2016

No hay nada que una mujer soporte más difícilmente, que entregarse a su partenaire sin llegar al orgasmo.

En las mujeres frígidas encontramos siempre un gran número de ellas ligadas al pasado e incapaces de disfrutar plenamente el tiempo presente, son los dos impulsos principales de las sensaciones de los neuróticos “antiguos placeres” y “deseos insatisfechos”.
Lo “no satisfecho” y lo “no olvidado” son las pulsiones más poderosas de la mujer insensible, obrando al mismo tiempo como impulso y como contención. Es una ley psíquica secreta que la primera impresión es siempre la más fuerte; es por eso que las primeras impresiones jamás se olvidan, salvo cuando son reprimidas; entonces actúan en el inconsciente y provocan perturbaciones profundas y serias en la totalidad de la personalidad del sujeto.
El fenómeno que llamamos “lucha de los sexos” complica las relaciones entre hombres y mujeres, aunque es muy cierto que mutuamente se desean también es verdad que llegan a odiarse y todo eso no no pasa desapercibido para ambos.
Desde la remota infancia nos damos cuenta lamentablemente que existe una lucha por el poder entre nuestro padre y nuestra madre; estimamos o desestimamos a nuestros padres según su fuerza y distinguimos “al más fuerte” y “al más débil”, lo cual será de suma importancia para nuestro comportamiento sexual en la vida adulta.
Las mujeres que no pueden llegar a olvidar a un hombre son las que han experimentado el orgasmo más fuerte y maravilloso en sus brazos; la primera y la más fuerte impresión son inolvidables, si la primera es al mismo tiempo la más fuerte, les parece algo invencible. Esto es lo que nos explica el fenómeno de la regresión, la mirada hacia atrás, la fijación en el pasado. Si el placer presente fuese más fuerte que el pasado, la regresión no se produciría nunca, o seria fácilmente vencida después de algunas vacilaciones y la mujer volvería a comenzar a “sentir”.
Las mujeres que aman profunda y sinceramente a su partenaire, que no hacen ante si mismas la “comedia” de un amor que no existe en realidad, jamás son insensibles y disfrutan de los más maravillosos orgasmos.
‹‹No hay nada que una mujer soporte más difícilmente, que entregarse a su partenaire sin llegar al orgasmo››.
En toda mujer surge el deseo secreto de domar y de someterse a un hombre duro y obstinado para volverlo dócil y dulce, es el triunfo sublime de la lucha de los sexos. Por eso el hombre suave es pronto olvidado cuando aparece el hombre duro; la bondad del hombre dócil, fatigosa como el Sol eterno que provoca el deseo de tempestades, no tiene el mismo poder elemental que la ternura pasajera del hombre severo que, como el Sol que atraviesa por un momento las pesadas nubes, es de un efecto sorprendente; como jamás una mujer bella será tan seductora como una fea, cuyo rostro, de repente, se ilumina de una belleza sobrehumana, es la ley de los contrastes, a la cual todos estamos sometidos.
Estas relaciones representan el atractivo misterioso que la crueldad ejerce sobre todos los seres humanos; el deseo de sufrir por el objeto de nuestro amor, la vacilación entre los sentimientos y las sensaciones extremas: del odio al amor, del dolor al placer, de la dominación a la humillación… toda la ambivalencia de los sentimientos y emociones que conlleva ese sentimiento llamado amor. En todo sujeto palpita el deseo de recorrer los altos y los bajos de la vida, de gozar de todas las maneras posibles, de dar a su balancín la mayor amplitud.
Cuanto más elevada sea la situación que ocupe el partenaire ante nuestros ojos, más fácil será la sumisión, pero más feroz será la lucha sexual entre los enamorados, porque nos sometemos únicamente debido a que nuestro partenaire se somete a nosotros a su vez. El compañero sexual de esta manera no sólo se convierte en objeto de placer, sino también se vuelve objeto de dominio.

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