En la neurosis tanto en la histeria como en la obsesión encontramos posiciones ambivalentes respecto a la posición sexual. En el psicoanálisis encontramos la certeza de un sexo opuesto al anatómico en los transexuales, o la inclinación a la feminización en la psicosis. Es decir que respecto a la posición sexual, hay la ambigüidad imaginaria de la moda andrógina, la simbólica de un síntoma histérico, o la real del transexual. Frente a la ambigüedad sexual, se pregunta G. Morel en su libro “Ambigüidades sexuales” si es razonable responder en términos de género (sexo psíquico) y si existe realmente una entidad definible como “núcleo de identidad de género” que se referiría al ser mismo del sujeto y que sería su sexo psíquico tal y como proponía Robert J. Stoller.
Ahora bien, Morel concluye que las teorías del género son conceptualmente insuficientes. Hay demasiada ambigüidad sexual y en demasiados sujetos para que sea posible pensar en un núcleo de identidad de género. Este autor cree que más bien en la existencia de un vacío real inicial en relación a la sexuación (más que en la bisexualidad expuesta por Sigmund Freud), es decir opina que lo que es fundamental es la ambigüedad: Ambigüedad/ bisexualidad. Si los seres humanos tienen tantas dificultades para orientarse respecto al género, si les resulta tan difícil situarse del lado hombre o mujer, ¿no es más lógico suponer al inicio un vacío real, en lugar de un núcleo de identidad? Pero si vamos un paso más adelante, y vemos lo que nos dice la embriología o la genética en sus últimos descubrimientos, el ser humano cuando se gesta es una niña y únicamente con las alteraciones hormonales da paso a convertirse en un niño. Por lo tanto, es más lógico pensar que lograr con éxito la definición del género, le sea más fácil a las mujeres, que al hombre. Además hay que agregar, que los hombres dudan más de su masculinidad, que las mujeres de su feminidad.
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