“El hombre que no percibe el drama de su propio fin no está en la normalidad sino en la patología, y tendría que tenderse en la camilla y dejarse curar”. Carl Gustav Jung.
Los toxicómanos tienen la íntima convicción de sentirse «normales» durante el efecto tóxico pero el consumo cotidiano no engendra experiencias espectaculares y triunfantes de alcance iniciático, al contrario de lo que pretenden ciertos clichés*. Los discursos de los toxicómanos inducen más bien la perspectiva de un proceso de «autoconservación». Y es sin duda una forma de «desvalimiento» la que se manifiesta cuando falta la sustancia tóxica, es como si el cuerpo, en lugar de modelarse en las «cadenas significantes», demandara la restitución de un órgano que «ligara» las excitaciones. Estas últimas suscitan un desvalimiento que da testimonio de un aumento de intolerancia de las tensiones intrapsiquicas. Por lo demás, las «recaídas» en ese tiempo de la abstinencia suelen sobrevenir como en respuesta a una suerte de fractura o quiebra. El consumo del tóxico reaparece posiblemente para restaurar una protección frente a acontecimientos o pensamientos que surgen de pronto o que es inminente e inevitable su llegada con una connotación amenazante, susceptibles de provocar angustia, terror o pánico. No hace falta decir que las modalidades de reaparición del consumo de la sustancia tóxica dependen igualmente de las circunstancias precisas de cada sujeto, pero este modelo de la efracción parece representar una constante del psicoanálisis cuando el uso de tóxicos se ha transformado en una operación del Farmakon.
¿Cómo se puede concebir esta efracción? Ella parece adquirir una forma de inteligibilidad si se la refiere al «repliegue narcisista» que la operación del Farmakon pone en práctica. Y, es casi siempre una suerte de semivigilia lo que el Farmakon provoca, con lo que engendra un retiro de las investiduras del mundo exterior. Ese repliegue narcisista que intenta ligar las excitaciones, signa el fracaso de una ligazón más estructurante; en realidad la noción de Sigmund Freud respecto de la efracción implica aquí una falta de anclaje del cuerpo en las «cadenas significantes».
Los toxicómanos suelen decir que consiguen recuperar sensaciones semejantes a las que se procuran, por ejemplo, con la heroína, si se mantienen en un estado de semivigilia. Y el insomnio es objeto de una queja pertinaz en muchos toxicómanos que se mantienen sobrios durante semanas ¿Será posiblemente que el Farmakon representa un agente de somnolencia? ¿Serán los toxicómanos como Hércules** que sueñan despiertos con grandes proezas? Si todo sujeto está atravesado por su propio sueño cuando vela, porque no sabe lo que dice cuando habla, otra cosa es esta errancía sonámbula de muchos toxicómanos, ya que sin duda que se trata aquí de conservar en la vida despierta una forma de percepción alucinatoria como en el sueño, bajo el efecto de una narcosis.
Los toxicómanos declaran también lo insoportable del acto de diferir y lo intolerable de la espera por la satisfacción. Así, esta errancia sonámbula se presenta como una experiencia de abolición de la temporalidad.
En la dependencia a la sustancia tóxica podemos observar que el Farmakon tiene la cualidad de introducir el orden en la realidad inmediata, es la dimensión de la ausencia la que resulta excluida. Además, posee un poder de borradura o de disolución de las representaciones, como un filtro para olvidar. Estos sujetos evocan continuamente la posibilidad de borrar imágenes, pensamientos, acontecimientos o decires gracias a esta operación del Farmakon que incluso parece encontrar su justificación más importante en ese beneficio. ¡Todo surgimiento de un corte o de una ruptura podría de tal modo resultar neutralizado, como si el Farmakon empujara a un «narcisismo absoluto»! Pero si esto lo abordamos desde el mito de Narciso ¿Qué es lo que mira Narciso en el estanque de agua, aparte de envilecerse con su propia imagen? Cuando observa más detenidamente, con mayor cautela… !Ya no alcanza a ver «nada»! ¿Será que el repliegue narcisista es tan profundo que ya no deja ver «nada»?
La operación del Farmakon parece revelar un mundo donde el toxicómano desea que sea esencialmente continuo. Lo intolerable en la abstinencia sería la irrupción de una discontinuidad, como un despertar abrupto que expulsara al soñante de su profundo letargo.
Estos enunciados conducen a una característica primordial del tóxico, bajo los rasgos de esta reversibilidad particular entre adentro y fuera. Estos estos «pasajes mágicos» entre «externo e interno», otorgan un testimonio de los discursos sobre el tóxico. Los toxicómanos adquieren —entre otras cosas— la dimensión de una intrusión masiva y muda de un afuera y adentro, o de la perspectiva de ciertas transferencias enigmáticas. Es justamente esta idea de una reversibilidad que introduce una forma continua, asociada a la abolición de las oposiciones distintivas.
Una abolición de las oposiciones distintivas parece constituir un aspecto Importante de la operación del Farmakon; es decir ella parece desenvolverse al margen del principio que reglamenta el orden del lenguaje.
Por último, los diferentes elementos descritos hacen pensar que la operación del Farmakon influye en condiciones de la percepción y de una satisfacción alucinatoria. El hombre debe pasar cada noche por la alucinación de su sueño, las toxicomanías, por su parte, engendran una satisfacción alucinatoria también del deseo. La operación del Farmakon pone al cuerpo al abrigo de toda diferencia: el día y la noche del cuerpo no son más que una misma superficie continua y todo efecto de ruptura resulta anulado. ¿Ninguna discordancia podrá perturbar ese circuito cerrado del retorno infatigable de un órgano que vuelve desde afuera? La abstinencia misma resucita ese órgano bajo los rasgos de un miembro fantasma. En este contexto, bien vemos que una «cura de desintoxicación» no podría rehabilitar a ningún «sujeto» separado de su objeto si el circuito de la operación del Farmakon puede resultar insuficiente, será entonces por otras razones que se determine la privación de la sustancia tóxica.
La operación del Farmakon puede fracasar aunque el sujeto siga consumiendo el tóxico, esto posiblemente podría ser el sentido de muchas sobredosís. «Semejante fracaso supone que ese absoluto repliegue narcisista llega a donde ya no se puede mirar nada». Dicho de otro modo, el agujero provoca la angustia que ya no es colmada por la sobreinvestidura narcisista del órgano por lo tanto la abstinencia conserva alucinatoriamente la sustancia tóxica bajo la forma de un órgano ausente o doloroso.
En este caso el cuerpo no es ausentado ni es tejido por el lenguaje: se aprehende gracias a la operación del Farmakon en una esencial circularidad. Paralelamente a toda sobredeterminación del acto, el Farmakon tendría entonces el estatuto de un órgano que, cuando restituido, restablece la ilusión de un narcisismo absoluto.
*Cliché: Frase, expresión, acción o idea que ha sido usada en exceso, hasta el punto en que pierde la fuerza o novedad pretendida.
**Hércules: Las características principales atribuidas a este personaje mitológico son la fuerza, el valor, la ingenuidad y sus proezas sexuales.
Los toxicómanos tienen la íntima convicción de sentirse «normales» durante el efecto tóxico pero el consumo cotidiano no engendra experiencias espectaculares y triunfantes de alcance iniciático, al contrario de lo que pretenden ciertos clichés*. Los discursos de los toxicómanos inducen más bien la perspectiva de un proceso de «autoconservación». Y es sin duda una forma de «desvalimiento» la que se manifiesta cuando falta la sustancia tóxica, es como si el cuerpo, en lugar de modelarse en las «cadenas significantes», demandara la restitución de un órgano que «ligara» las excitaciones. Estas últimas suscitan un desvalimiento que da testimonio de un aumento de intolerancia de las tensiones intrapsiquicas. Por lo demás, las «recaídas» en ese tiempo de la abstinencia suelen sobrevenir como en respuesta a una suerte de fractura o quiebra. El consumo del tóxico reaparece posiblemente para restaurar una protección frente a acontecimientos o pensamientos que surgen de pronto o que es inminente e inevitable su llegada con una connotación amenazante, susceptibles de provocar angustia, terror o pánico. No hace falta decir que las modalidades de reaparición del consumo de la sustancia tóxica dependen igualmente de las circunstancias precisas de cada sujeto, pero este modelo de la efracción parece representar una constante del psicoanálisis cuando el uso de tóxicos se ha transformado en una operación del Farmakon.
¿Cómo se puede concebir esta efracción? Ella parece adquirir una forma de inteligibilidad si se la refiere al «repliegue narcisista» que la operación del Farmakon pone en práctica. Y, es casi siempre una suerte de semivigilia lo que el Farmakon provoca, con lo que engendra un retiro de las investiduras del mundo exterior. Ese repliegue narcisista que intenta ligar las excitaciones, signa el fracaso de una ligazón más estructurante; en realidad la noción de Sigmund Freud respecto de la efracción implica aquí una falta de anclaje del cuerpo en las «cadenas significantes».
Los toxicómanos suelen decir que consiguen recuperar sensaciones semejantes a las que se procuran, por ejemplo, con la heroína, si se mantienen en un estado de semivigilia. Y el insomnio es objeto de una queja pertinaz en muchos toxicómanos que se mantienen sobrios durante semanas ¿Será posiblemente que el Farmakon representa un agente de somnolencia? ¿Serán los toxicómanos como Hércules** que sueñan despiertos con grandes proezas? Si todo sujeto está atravesado por su propio sueño cuando vela, porque no sabe lo que dice cuando habla, otra cosa es esta errancía sonámbula de muchos toxicómanos, ya que sin duda que se trata aquí de conservar en la vida despierta una forma de percepción alucinatoria como en el sueño, bajo el efecto de una narcosis.
Los toxicómanos declaran también lo insoportable del acto de diferir y lo intolerable de la espera por la satisfacción. Así, esta errancia sonámbula se presenta como una experiencia de abolición de la temporalidad.
En la dependencia a la sustancia tóxica podemos observar que el Farmakon tiene la cualidad de introducir el orden en la realidad inmediata, es la dimensión de la ausencia la que resulta excluida. Además, posee un poder de borradura o de disolución de las representaciones, como un filtro para olvidar. Estos sujetos evocan continuamente la posibilidad de borrar imágenes, pensamientos, acontecimientos o decires gracias a esta operación del Farmakon que incluso parece encontrar su justificación más importante en ese beneficio. ¡Todo surgimiento de un corte o de una ruptura podría de tal modo resultar neutralizado, como si el Farmakon empujara a un «narcisismo absoluto»! Pero si esto lo abordamos desde el mito de Narciso ¿Qué es lo que mira Narciso en el estanque de agua, aparte de envilecerse con su propia imagen? Cuando observa más detenidamente, con mayor cautela… !Ya no alcanza a ver «nada»! ¿Será que el repliegue narcisista es tan profundo que ya no deja ver «nada»?
La operación del Farmakon parece revelar un mundo donde el toxicómano desea que sea esencialmente continuo. Lo intolerable en la abstinencia sería la irrupción de una discontinuidad, como un despertar abrupto que expulsara al soñante de su profundo letargo.
Estos enunciados conducen a una característica primordial del tóxico, bajo los rasgos de esta reversibilidad particular entre adentro y fuera. Estos estos «pasajes mágicos» entre «externo e interno», otorgan un testimonio de los discursos sobre el tóxico. Los toxicómanos adquieren —entre otras cosas— la dimensión de una intrusión masiva y muda de un afuera y adentro, o de la perspectiva de ciertas transferencias enigmáticas. Es justamente esta idea de una reversibilidad que introduce una forma continua, asociada a la abolición de las oposiciones distintivas.
Una abolición de las oposiciones distintivas parece constituir un aspecto Importante de la operación del Farmakon; es decir ella parece desenvolverse al margen del principio que reglamenta el orden del lenguaje.
Por último, los diferentes elementos descritos hacen pensar que la operación del Farmakon influye en condiciones de la percepción y de una satisfacción alucinatoria. El hombre debe pasar cada noche por la alucinación de su sueño, las toxicomanías, por su parte, engendran una satisfacción alucinatoria también del deseo. La operación del Farmakon pone al cuerpo al abrigo de toda diferencia: el día y la noche del cuerpo no son más que una misma superficie continua y todo efecto de ruptura resulta anulado. ¿Ninguna discordancia podrá perturbar ese circuito cerrado del retorno infatigable de un órgano que vuelve desde afuera? La abstinencia misma resucita ese órgano bajo los rasgos de un miembro fantasma. En este contexto, bien vemos que una «cura de desintoxicación» no podría rehabilitar a ningún «sujeto» separado de su objeto si el circuito de la operación del Farmakon puede resultar insuficiente, será entonces por otras razones que se determine la privación de la sustancia tóxica.
La operación del Farmakon puede fracasar aunque el sujeto siga consumiendo el tóxico, esto posiblemente podría ser el sentido de muchas sobredosís. «Semejante fracaso supone que ese absoluto repliegue narcisista llega a donde ya no se puede mirar nada». Dicho de otro modo, el agujero provoca la angustia que ya no es colmada por la sobreinvestidura narcisista del órgano por lo tanto la abstinencia conserva alucinatoriamente la sustancia tóxica bajo la forma de un órgano ausente o doloroso.
En este caso el cuerpo no es ausentado ni es tejido por el lenguaje: se aprehende gracias a la operación del Farmakon en una esencial circularidad. Paralelamente a toda sobredeterminación del acto, el Farmakon tendría entonces el estatuto de un órgano que, cuando restituido, restablece la ilusión de un narcisismo absoluto.
*Cliché: Frase, expresión, acción o idea que ha sido usada en exceso, hasta el punto en que pierde la fuerza o novedad pretendida.
**Hércules: Las características principales atribuidas a este personaje mitológico son la fuerza, el valor, la ingenuidad y sus proezas sexuales.
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