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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

martes, 14 de noviembre de 2017

​La vagina y el clítoris en la función sexual.

“El orgasmo es el gran comedor de palabras. Sólo permite el gemido, el aullido, la expresión infrahumana, pero no la palabra”. Valérie Tasso.

Existen mujeres heterosexuales que su desarrollo psicosexual las a llevado a una adaptación a la función erótica para la satisfacción con su partenaire.
Ahora bien, a partir de aquí podemos observar algunas variables en cuanto a la función sexual que presentan otras mujeres, por ejemplo las que en cierta medida presentan una inhibición de las caricias sobre el clítoris proporcionadas por su pareja, o pueden sentirlas incómodas porque les causa irritación aunque las caricias se apliquen sutilmente, lo que constituye un caso de involución menor del clítoris; solamente el coito desencadena en ellas el placer y la culminación del orgasmo.
Existen otro tipo de féminas que poseen una erogeneidad en la vaginal y el clítoris conjugadas armoniosamente. Estas mujeres son susceptibles del placer a través de las caricias en el clítoris, pero en general prefieren reservar estos tocamientos para el preámbulo sexual, preparación psíquica necesaria si su excitación es algo retardada. En todo caso, durante el coito, la vagina y el clítoris tienen cada uno roles que armonizan alternadamente, a condición, no obstante, quizá, que el clítoris no esté demasiado alejado de la vagina.
Otras mujeres, si bien poseen esta función mixta, pueden alcanzar el orgasmo por las dos zonas erógenas separadas, esto es por penetracion vía vaginal o por las caricias en el clítoris, sintiendo regularmente ambas partes erógenas como antagonistas, es decir una parte participa exclusivamente durante el coito ajena a la otra. En estas mujeres, el mayor placer sexual lo sienten casi siempre por conducto vaginal.
Otro tipo de mujer es la que tiene una remarcada preferencia por la estimulación del clítoris (función “fálica viril”) lo que predomina a expensas de la vagina, más o menos inhibida.
Finalmente existen otras mujeres en las que se ha producido una inhibición muy considerable en las dos zonas erógenas, las que presentan una frigidez pronunciada. Ni el coito ni las más variadas caricias de su pareja consiguen procurarles un placer profundo, menos aun alcanzar el orgasmo.
¿Cuál ha sido, en estas mujeres, la repercusión del Complejo de Edipo?
En la primera de las mujeres descritas, la más idealmente adaptada a la función erótica, el Complejo de Edipo positivo dirigido hacia la madre, ha debido ser sin duda, relativamente débil y en todo caso sucumbió enteramente a la represión exitosa, con todas sus representaciones; en este caso, la represión del sentido biológico en primer lugar. La mujer ha reconocido al parecer, que el objeto apropiado no es su madre, renunciando a ella y al mismo tiempo a la primera zona erógena activa, el clítoris, inapropiado para el nuevo objeto —que es el hombre— provisto de un pene para que la penetre. La representación simbólica que detentan sobre su sexualidad ya no es convexa sino cóncava y el placer se ha instituido plenamente en estas mujeres. En el caso ideal, la mujer ha superado victoriosamente la fidelidad primitiva a la madre tanto en lo que respecta a la zona erógena, pasando así íntegra y adaptadamente al padre y de ahí al hombre que le sucederá en su vida adulta.
En el segundo caso, donde la mujer ha conservado armoniosamente conjugadas sus dos zonas erógenas, el clítoris se excita y juega el rol asociado a la penetración vaginal. En él puede verse una supervivencia de aquel estado de pasaje en el que el clítoris, antes que la vagina, se había tornado el órgano ejecutor de las pulsiones y de las fantasías masoquistas que inauguran en la niña el pasaje de la madre al padre, del Complejo de Edipo positivo al Complejo de Edipo negativo. El objeto y el fin edípicos en su sentido negativo han sido en este caso, alcanzados plenamente, la fantasías activas relativas a la madre han sido debidamente reprimidas; las pulsiones libidinales adecuadamente salvadas y transformadas en sus contrarios masoquistas. El clítoris y la vagina conservan su función adaptada encontrando su respectivo lugar y rol subordinados.
En el tercero de los casos existe una especie de divorcio entre la erogeneidad vaginal y la del clítoris, un conflicto que se va abriendo paso. Aquí, el clítoris conserva sus fines activos sádicos, continúa queriendo empujar hacia adelante y en el inconsciente el objeto primitivo de estos empujes, la madre, debe ser tenazmente conservado, como originariamente debió ser fuertemente codiciado en forma activa por lo que surge el problema de la constitución del clítoris en una función “fálica viril” que en mayor o menor grado predispone a que estas primeras actitudes sean intensas y persistentes. En estos casos regularmente sucede que después de haber adquirido una vagina erógena receptora para el pene, adaptada al objeto, a la zona y al fin, conserva a una yuxtaposición, una organización fálica antagonista edificada sobre una “homosexualidad” reprimida. Cuando la vagina no parece perturbada en su función erógena receptiva es porque se encuentra adecuadamente sumergida en el inconsciente, sin causar estragos. El Complejo de Edipo en estas mujeres ha podido subsistir y establecerse.
La mujer con una erogeneidad exclusivamente radicada en el clítoris provee el caso de la máxima desadaptación a la función, a la realidad en general y a la realidad sexual en particular. En efecto, ha sabido cambiar el objeto en la infancia, pasar de la madre al padre, pero ha seguido codiciando ese objeto, penetrante, con su zona activa, el clítoris, que en conjunto ha permanecido animado por las pulsiones activas, sádicas del Complejo de Edipo positivo orientado hacia la madre. La represión afectó por cierto al objeto primario, la madre, pero al final la madre de las pulsiones activas ha debido no obstante conservarse en el inconsciente; el padre, provisto del Falo al que estas mujeres no han podido renunciar, ni en ellas ni en las otras mujeres, no ha hecho más que sustituir brillantemente a la madre en el momento de la toma de conciencia, narcisísticamente tan dolorosa de la “Castración Materna”. En estas mujeres la vagina no se “abrió” nunca, por así decirlo, desde el punto de vista erógeno.
En las mujeres con una frigidez profunda cualquier zona erógena excitada su respuesta parece abolida; ninguna caricia parece ser capaz de excitarlas intensamente. Hay aquí la mayor represión posible del Complejo de Edipo positivo y negativo; el clítoris parece haber renunciado a la madre, a sus fines pasivos, como la vagina renunció en bloque a sus fines pasivos, al padre, al hombre. Pero esto es sólo aparente: un buen día, bajo la influencia de las experiencias de la vida —o del psicoanálisis— una u otra zona llega a despertarse, en ocasiones con gran estruendo. En estos casos la vagina toma por lo común la delantera, ya que estas mujeres frígidas son a menudo muy femeninas.
Estas mujeres con serios conflictos de frigidez simbolizan a la “Bella Durmiente del Bosque” que ha dormido demasiado, el primer beso del Príncipe no le ha bastado. Pero está dispuesta a recibir más besos; en ella los fines pasivos generalmente se establecieron muy bien, aunque hayan permanecido latentes por mucho tiempo en el inconsciente. Estas mujeres «despertadas» pertenecen generalmente al grupo en que las dos zonas erógenas (vagina y clítoris), armoniosamente conjugadas, funcionan bajo el signo común de la pasividad.
Los dos últimos tipos de mujeres, las frígidas parciales como las frígidas totales por designarlas de cierta manera, ambas presentan anestesia vaginal. Sólo en estas últimas la excitación vaginal es generalmente más fácil que en las primeras, como ya lo hemos indicado. No obstante, el ejemplo de las últimas nos permite preguntarnos hasta qué punto en cada caso de las primeras mujeres puede levantarse por medio del psicoanálisis la anestesia vaginal. Porque si el clitoriclismo tenaz, excesivo y exclusivo está indudablemente condicionado por la bisexualiclacl constitucional y es seguramente en su grado extremo una especie de hermafroditismo larvado, en miniatura, puede sospecharse que la anestesia vaginal incluye una gran parte de inhibición de índole histérico y que, por lo tanto, está psíquicamente condicionada. En estos casos se impone al psicoanálista la búsqueda del probable condicionamiento psíquico tanto de la “apertura” como de la “cerrazón” erógena de la vagina.


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