“El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro”. Friedrich Wilhelm Nietzsche.
El odio es un afecto agresivo complejo en contraste con el carácter agudo de las reacciones de la ira. En la ira y en la cólera los aspectos cognitivos varían con facilidad mientras que el aspecto cognitivo del odio es crónico y estable. El odio también presenta un anclaje caracterológico que incluye racionalizaciones poderosas y las correspondientes distorsiones del funcionamiento del Yo y el Superyó.
La meta primaria del sujeto consumido por el odio es destruir su objeto, un objeto específico de la fantasía inconsciente y también de sus derivados conscientes; en el fondo el objeto es necesitado y deseado, y su destrucción es, igualmente necesaria y deseada.
La comprensión de esta paradoja está en el centro de la investigación psicoanalítica de este afecto. El odio no es siempre psicopatológico ya que puede ser una respuesta ante el peligro real, objetivo, por ejemplo una amenaza directa a la propia supervivencia, o de nuestros seres queridos, el odio es una elaboración normal de la ira, que apunta a eliminar ese peligro. Aunque también el odio puede estar influenciado e intensificado por motivaciones inconscientes, como la búsqueda de venganza, cuando es una predisposición caracteroIógica crónica, esto es lo que siempre refleja la psicopatología de la agresión.
Una forma extrema de odio exige la eliminación física del objeto, y puede expresarse en el asesinato o en una desvalorización del objeto que quizá se generalice como una destrucción simbólica de todos los objetos, es decir, de todas las relaciones potenciales con los otros significativos. Durante el psicoanálisis esto se observa en las estructuras antisociales de la personalidad. En ocasiones esta forma de odio se expresa en el suicidio, en el cual se identifica al sí-mismo como el objeto odiado, y la autoeliminación es el único modo de destruir también el objeto.
Algunos sujetos con síndrome de narcisismo maligno (personalidad narcisista, agresión egosintónica, tendencias paranoides y antisociales) y transferencias “psicopáticas” (el engaño como rasgo transferencial dominante) a veces intentan sistemáticamente explotar, destruir, castrar simbólicamente o deshumanizar a los otros significativos (incluso al psicoanálista) en una medida que desafía los esfuerzos de esté por proteger o recobrar alguna isla de relación objetal idealizada primitiva, totalmente buena. Al mismo tiempo, quizá parezca que la transferencia está notablemente exenta de agresión abierta, domina la escena un engaño crónico y la búsqueda de un estado del sí-mismo primitivo, totalmente bueno, que elimine todos los objetos por ejemplo, mediante el alcohol o las toxicomanías, y a través de esfuerzos inconscientes y conscientes tendientes a reclutar al psicoanálista en la explotación o destrucción de los otros.
El odio es un afecto agresivo complejo en contraste con el carácter agudo de las reacciones de la ira. En la ira y en la cólera los aspectos cognitivos varían con facilidad mientras que el aspecto cognitivo del odio es crónico y estable. El odio también presenta un anclaje caracterológico que incluye racionalizaciones poderosas y las correspondientes distorsiones del funcionamiento del Yo y el Superyó.
La meta primaria del sujeto consumido por el odio es destruir su objeto, un objeto específico de la fantasía inconsciente y también de sus derivados conscientes; en el fondo el objeto es necesitado y deseado, y su destrucción es, igualmente necesaria y deseada.
La comprensión de esta paradoja está en el centro de la investigación psicoanalítica de este afecto. El odio no es siempre psicopatológico ya que puede ser una respuesta ante el peligro real, objetivo, por ejemplo una amenaza directa a la propia supervivencia, o de nuestros seres queridos, el odio es una elaboración normal de la ira, que apunta a eliminar ese peligro. Aunque también el odio puede estar influenciado e intensificado por motivaciones inconscientes, como la búsqueda de venganza, cuando es una predisposición caracteroIógica crónica, esto es lo que siempre refleja la psicopatología de la agresión.
Una forma extrema de odio exige la eliminación física del objeto, y puede expresarse en el asesinato o en una desvalorización del objeto que quizá se generalice como una destrucción simbólica de todos los objetos, es decir, de todas las relaciones potenciales con los otros significativos. Durante el psicoanálisis esto se observa en las estructuras antisociales de la personalidad. En ocasiones esta forma de odio se expresa en el suicidio, en el cual se identifica al sí-mismo como el objeto odiado, y la autoeliminación es el único modo de destruir también el objeto.
Algunos sujetos con síndrome de narcisismo maligno (personalidad narcisista, agresión egosintónica, tendencias paranoides y antisociales) y transferencias “psicopáticas” (el engaño como rasgo transferencial dominante) a veces intentan sistemáticamente explotar, destruir, castrar simbólicamente o deshumanizar a los otros significativos (incluso al psicoanálista) en una medida que desafía los esfuerzos de esté por proteger o recobrar alguna isla de relación objetal idealizada primitiva, totalmente buena. Al mismo tiempo, quizá parezca que la transferencia está notablemente exenta de agresión abierta, domina la escena un engaño crónico y la búsqueda de un estado del sí-mismo primitivo, totalmente bueno, que elimine todos los objetos por ejemplo, mediante el alcohol o las toxicomanías, y a través de esfuerzos inconscientes y conscientes tendientes a reclutar al psicoanálista en la explotación o destrucción de los otros.
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