“Lo más imperioso del ser humano: el deseo de reconocimiento”. Jacques-Marie Émile Lacan.
“Lo que vuelve tan tristes las grandes ciudades es que cada hombre quiere ser feliz, pero las oportunidades disminuyen a medida que el deseo crece. La búsqueda de la felicidad indica la distancia del paraíso, el grado de la caída humana”. Émile Michel Cioran.
Existen espacios en Internet dedicados para que los cibernautas se registren con la finalidad de conocer y relacionarse con otros usuarios, ya sea de manera virtual o personalmente. Estas plataformas virtuales ofrecen sus servicios para que sus usuarios puedan desde publicar o intercambiar puntos de vista sobre determinados temas, conocer nuevas amistades o posibles parejas sentimentales, hasta encuentros de tipo Swinger. En estas redes sociales cualquiera puede registrarse para inscribir su perfil y alojar información detallada sobre su persona, que no siempre resultar ser verdadera, incluso brindan la oportunidad de colocar fotografías para presentarse públicamente ante la mirada de otros, es decir, de todos aquellos que acceden al perfil en calidad de invitados, e incluso algunos mantienen su perfil abierto (libre acceso) lo que posibilita que cualquier persona registrada en la plataforma pueda consultarlo en cualquier momento.
Esa intimidad del sujeto que presenta como espectáculo público, con detalles de su vida privada —en su caso— hace un par de décadas era inconcebible hacerlo. Así, “conocer” a otros —si es que tal palabra es la adecuada para describir el fenómeno actual que se presenta en estas plataformas— en las cuales se inscriben cientos de usuarios diariamente para contactar de manera instantánea y práctica a otros que buscan gustos afines a los suyos.
Estos espacios virtuales son usados por los usuarios engañosamente, en mayor o menor medida respecto a la información personal que proporcionan, así como de las fotografías que muestran, es decir, que aquellos que se presentan en estas redes sociales están sometidos consciente o inconscientemente a lo que desean mostrar de sí a los demás, incluso si no corresponde a lo que le es propio, pueden tergiversar su información con total ilusión.
Por ejemplo, una mujer puede colocar fotografías haciéndose pasar por otra, o usar algún programa de diseño para modificar sustancialmente su propia fotografía, y pretender que el usuario que visite su perfil se haga una imagen a partir de ello. Asimismo puede presentar información que exagera sus cualidades y atributos. Se trata, pues, del reino de lo imaginario al servicio de la fantasía, con lo cual el sujeto experimenta la posibilidad de obtener lo que, al menos desde la perspectiva psicoanalítica, constituye uno de los deseos más imperiosos del ser humano: el deseo de reconocimiento (Jacques-Marie Émile Lacan).
Claro está, este deseo pone en riesgo de manera significativa el pacto social, el discurso que puede construir el lazo simbólico entre los sujetos, en tanto tiende a derivar en desilusión, indiferencia, burla… cuando no se encuentra el retorno de la imagen idealizada que se espera obtener con el reconocimiento del otro.
“Lo que vuelve tan tristes las grandes ciudades es que cada hombre quiere ser feliz, pero las oportunidades disminuyen a medida que el deseo crece. La búsqueda de la felicidad indica la distancia del paraíso, el grado de la caída humana”. Émile Michel Cioran.
Existen espacios en Internet dedicados para que los cibernautas se registren con la finalidad de conocer y relacionarse con otros usuarios, ya sea de manera virtual o personalmente. Estas plataformas virtuales ofrecen sus servicios para que sus usuarios puedan desde publicar o intercambiar puntos de vista sobre determinados temas, conocer nuevas amistades o posibles parejas sentimentales, hasta encuentros de tipo Swinger. En estas redes sociales cualquiera puede registrarse para inscribir su perfil y alojar información detallada sobre su persona, que no siempre resultar ser verdadera, incluso brindan la oportunidad de colocar fotografías para presentarse públicamente ante la mirada de otros, es decir, de todos aquellos que acceden al perfil en calidad de invitados, e incluso algunos mantienen su perfil abierto (libre acceso) lo que posibilita que cualquier persona registrada en la plataforma pueda consultarlo en cualquier momento.
Esa intimidad del sujeto que presenta como espectáculo público, con detalles de su vida privada —en su caso— hace un par de décadas era inconcebible hacerlo. Así, “conocer” a otros —si es que tal palabra es la adecuada para describir el fenómeno actual que se presenta en estas plataformas— en las cuales se inscriben cientos de usuarios diariamente para contactar de manera instantánea y práctica a otros que buscan gustos afines a los suyos.
Estos espacios virtuales son usados por los usuarios engañosamente, en mayor o menor medida respecto a la información personal que proporcionan, así como de las fotografías que muestran, es decir, que aquellos que se presentan en estas redes sociales están sometidos consciente o inconscientemente a lo que desean mostrar de sí a los demás, incluso si no corresponde a lo que le es propio, pueden tergiversar su información con total ilusión.
Por ejemplo, una mujer puede colocar fotografías haciéndose pasar por otra, o usar algún programa de diseño para modificar sustancialmente su propia fotografía, y pretender que el usuario que visite su perfil se haga una imagen a partir de ello. Asimismo puede presentar información que exagera sus cualidades y atributos. Se trata, pues, del reino de lo imaginario al servicio de la fantasía, con lo cual el sujeto experimenta la posibilidad de obtener lo que, al menos desde la perspectiva psicoanalítica, constituye uno de los deseos más imperiosos del ser humano: el deseo de reconocimiento (Jacques-Marie Émile Lacan).
Claro está, este deseo pone en riesgo de manera significativa el pacto social, el discurso que puede construir el lazo simbólico entre los sujetos, en tanto tiende a derivar en desilusión, indiferencia, burla… cuando no se encuentra el retorno de la imagen idealizada que se espera obtener con el reconocimiento del otro.
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