“Sólo hay una fuerza motriz: el deseo”. Aristóteles.
Los sujetos que acuden a psicoanálisis por cuestiones de disfunción eréctil, son regularmente mayores a cuarenta años de edad. Durante las sesiones una de las principales características que denotan es una especie de temor ante el deseo sexual, además presentan una ansiedad ante la satisfacción del deseo sexual tanto de su pareja como la propia. En cuanto a el placer que deben brindar a su mujer, es entendido —por ellos— como un placer sin límite; estamos por lo tanto ante la presencia del “Goce”, desde el punto de vista psicoanalítico.
Otorgar una respuesta precisa a estos hombres no resulta nada fácil. Pero podemos empezar por la palabra griega «aphanisis», que quiere decir «desaparición», que se aplicaba al sujeto desaparecido del conjunto de los “significantes” y que el uso de ese vocablo tiene dos connotaciones diferentes, una en la teoría de Ernest Jones y la otra en la de Jacques-Marie Émile Lacan.
Ahora bien, Jones considera la castración no como el miedo de perder el pene, sino como el temor de ya no desear, que se desvanezca el deseo y por lo tanto sentir como se agota (aphanisis del deseo). Lacan, por su parte, invierte la fórmula y afirma: “No, la castración no es el temor a ya no desear, el miedo a ser impotente, incapaz de desear. Al contrario, es el temor a desear”. Primera inversión radical que lo modifica todo: “miedo a desear”. Segunda inversión Lacaniana: lo que Jones llama “aphanisis del deseo”, lo otro es “aphanisis del sujeto”. En otras palabras, en lugar de afirmar la aphanisis del deseo o la eventualidad de su agotamiento, Lacan propone considerar que el que se borra, el que se pierde es el sujeto. Aphanisis, pues, no del deseo, sino del sujeto. Como se puede observar, ninguno de los dos autores, ni Jones ni Lacan, adopta la posición clásica del psicoanálisis según la cual la amenaza de castración concierne al pene.
Entonces volviendo con Jones cuando dice: “No, no es el pene lo que está en peligro, sino el deseo. Y el miedo es el temor a no desear más, a ver cómo el deseo «se aphaniza»”. Lacan, en cambio, dice: “Ciertamente, no es el pene lo que está expuesto sino el riesgo de Gozar, es decir, de ver que el deseo llegue a satisfacerse plenamente”.
Esta diferencia de las perspectivas entre Lacan y Jones nos resulta interesante, pues al comparar ambos puntos de vista se descubre la especificidad de la ética Lacaniana. Pero ¿cuál es esa especificidad? La concepción Lacaniana es la siguiente:
— El deseo, en cuanto deseo del Otro, comporta un peligro, el de llegar a satisfacerse plena y completamente.
— Ante ese peligro, el sujeto se borra.
— El primer principio ético que se desprende de esta posición es: «¡No ceder ante el propio deseo!». Dicho de otro modo: «Preserva tu deseo, déjalo insatisfecho, no lo agotes cumpliéndolo, pues él te protege del peligro del Goce». El peligro no es, por tanto, el deseo en sí mismo, sino, muy al contrario, satisfacer el deseo y Gozar.
Si nos remitimos a la clínica psicoanalítica ¿Cómo responde el neurótico a ese principio ético: no ceder al deseo? ¿Es, cómo afirma Jones, que el sujeto teme ser incapaz de desear? Bajo la experiencia que tiene el psicoanálista con este tipo de hombres, debe preguntarse ¿Los psicoanalizados (hombres) temen dejar de desear? Y en efecto, estos sujetos, su mayor preocupación es precisamente perder la «potencia. Pero ¿La potencia de qué? Esto nos dirige únicamente a la «potencia de desear», puesto que no hay otra potencia que no sea la del deseo. Esto quiere decir que, en el aspecto psicoanalítico, no debemos deshacernos tan pronto de Jones. El sujeto del que habla este autor nos resulta simpático. Es presa fácil del inconsciente, es decir, se sabe mortal. En cambio, el sujeto que nos revela Lacan es, antes bien, un ser temeroso del Goce y dispuesto a borrarse. Esto responde exactamente a la descripción que nos brinda el psicoanálisis sobre el neurótico obsesivo.
Es decir que, cuando Lacan habla de aphanisis del sujeto, cuando vemos en los textos lacanianos que el sujeto está barrado, cuando decimos y repetimos que el sujeto está dividido entre un «significante» y los otros bajo los cuales se esfuma, esta afirmación, aparentemente especulativa, abstracta, nos recuerda un hecho psicoanalítico cotidiano: el medio, la defensa del sujeto es ocultarse, borrarse. Es como el caso de la anorexia: adelgazar, y que sea hasta el último espesor visible.
En el caso del obsesivo ocultarse y engañar: si no resulta simpático no es por sus repetidas escapatorias sino por sus pretensiones, por sus gestos que dan a entender que es potente pero que «aún no quiere» mostrar su potencia; que se esconde, pero se vanagloria del Falo. Sugiere que —a pesar de todo— si las circunstancias lo requieren, está allí, en su puesto, con un Falo erigido como debe ser. Pero precisamente entonces es cuando se borra, cuando se produce la desaparición del sujeto (aphanisis del sujeto). Aunque es inapropiado establecer una equivalencia entre estás dos palabras, «ocultarse» y «borrarse», pero la diferencia entre ellas nos obliga a distinguir dos clases de aphanisis. Hay, teóricamente hablando, dos desapariciones del sujeto, una estructural y otra clínica. Estructuralmente hablando, el sujeto se borra y se disuelve en todos los «significantes» que se irán sucediendo a lo largo de su vida y, segunda desaparición, el sujeto se oculta bajo el objeto. Se hace objeto, se hace Falo. Es la formación psicoanalítica del fantasma.
*«No ceder ante el propio deseo» es el enunciado correlativo de una comprobación: “uno no puede dejar de preguntar”. Dicho de otro modo, no ceder ante el propio deseo es correlativo con el hecho de que no podemos dejar de hablar y, hablando, nos protegemos del Goce. Esto es lo propio del ser parlante. Cuando hablamos de aphanisis del sujeto bajo la «cadena de significantes» queremos decir alienarse, no poder dejar de hablar o, para decirlo de otra manera, no poder dejar de repetir. Pero ¿Qué es lo que no cesa de repetirse? Los significantes. Avancemos un poco más: si los significantes no dejan de insistir, eso es el deseo. El deseo es la repetición ineluctable. Se dan los dos elementos: la repetición ineluctable del flujo incesante de los significantes y la existencia del agujero pulsional.
Los sujetos que acuden a psicoanálisis por cuestiones de disfunción eréctil, son regularmente mayores a cuarenta años de edad. Durante las sesiones una de las principales características que denotan es una especie de temor ante el deseo sexual, además presentan una ansiedad ante la satisfacción del deseo sexual tanto de su pareja como la propia. En cuanto a el placer que deben brindar a su mujer, es entendido —por ellos— como un placer sin límite; estamos por lo tanto ante la presencia del “Goce”, desde el punto de vista psicoanalítico.
Otorgar una respuesta precisa a estos hombres no resulta nada fácil. Pero podemos empezar por la palabra griega «aphanisis», que quiere decir «desaparición», que se aplicaba al sujeto desaparecido del conjunto de los “significantes” y que el uso de ese vocablo tiene dos connotaciones diferentes, una en la teoría de Ernest Jones y la otra en la de Jacques-Marie Émile Lacan.
Ahora bien, Jones considera la castración no como el miedo de perder el pene, sino como el temor de ya no desear, que se desvanezca el deseo y por lo tanto sentir como se agota (aphanisis del deseo). Lacan, por su parte, invierte la fórmula y afirma: “No, la castración no es el temor a ya no desear, el miedo a ser impotente, incapaz de desear. Al contrario, es el temor a desear”. Primera inversión radical que lo modifica todo: “miedo a desear”. Segunda inversión Lacaniana: lo que Jones llama “aphanisis del deseo”, lo otro es “aphanisis del sujeto”. En otras palabras, en lugar de afirmar la aphanisis del deseo o la eventualidad de su agotamiento, Lacan propone considerar que el que se borra, el que se pierde es el sujeto. Aphanisis, pues, no del deseo, sino del sujeto. Como se puede observar, ninguno de los dos autores, ni Jones ni Lacan, adopta la posición clásica del psicoanálisis según la cual la amenaza de castración concierne al pene.
Entonces volviendo con Jones cuando dice: “No, no es el pene lo que está en peligro, sino el deseo. Y el miedo es el temor a no desear más, a ver cómo el deseo «se aphaniza»”. Lacan, en cambio, dice: “Ciertamente, no es el pene lo que está expuesto sino el riesgo de Gozar, es decir, de ver que el deseo llegue a satisfacerse plenamente”.
Esta diferencia de las perspectivas entre Lacan y Jones nos resulta interesante, pues al comparar ambos puntos de vista se descubre la especificidad de la ética Lacaniana. Pero ¿cuál es esa especificidad? La concepción Lacaniana es la siguiente:
— El deseo, en cuanto deseo del Otro, comporta un peligro, el de llegar a satisfacerse plena y completamente.
— Ante ese peligro, el sujeto se borra.
— El primer principio ético que se desprende de esta posición es: «¡No ceder ante el propio deseo!». Dicho de otro modo: «Preserva tu deseo, déjalo insatisfecho, no lo agotes cumpliéndolo, pues él te protege del peligro del Goce». El peligro no es, por tanto, el deseo en sí mismo, sino, muy al contrario, satisfacer el deseo y Gozar.
Si nos remitimos a la clínica psicoanalítica ¿Cómo responde el neurótico a ese principio ético: no ceder al deseo? ¿Es, cómo afirma Jones, que el sujeto teme ser incapaz de desear? Bajo la experiencia que tiene el psicoanálista con este tipo de hombres, debe preguntarse ¿Los psicoanalizados (hombres) temen dejar de desear? Y en efecto, estos sujetos, su mayor preocupación es precisamente perder la «potencia. Pero ¿La potencia de qué? Esto nos dirige únicamente a la «potencia de desear», puesto que no hay otra potencia que no sea la del deseo. Esto quiere decir que, en el aspecto psicoanalítico, no debemos deshacernos tan pronto de Jones. El sujeto del que habla este autor nos resulta simpático. Es presa fácil del inconsciente, es decir, se sabe mortal. En cambio, el sujeto que nos revela Lacan es, antes bien, un ser temeroso del Goce y dispuesto a borrarse. Esto responde exactamente a la descripción que nos brinda el psicoanálisis sobre el neurótico obsesivo.
Es decir que, cuando Lacan habla de aphanisis del sujeto, cuando vemos en los textos lacanianos que el sujeto está barrado, cuando decimos y repetimos que el sujeto está dividido entre un «significante» y los otros bajo los cuales se esfuma, esta afirmación, aparentemente especulativa, abstracta, nos recuerda un hecho psicoanalítico cotidiano: el medio, la defensa del sujeto es ocultarse, borrarse. Es como el caso de la anorexia: adelgazar, y que sea hasta el último espesor visible.
En el caso del obsesivo ocultarse y engañar: si no resulta simpático no es por sus repetidas escapatorias sino por sus pretensiones, por sus gestos que dan a entender que es potente pero que «aún no quiere» mostrar su potencia; que se esconde, pero se vanagloria del Falo. Sugiere que —a pesar de todo— si las circunstancias lo requieren, está allí, en su puesto, con un Falo erigido como debe ser. Pero precisamente entonces es cuando se borra, cuando se produce la desaparición del sujeto (aphanisis del sujeto). Aunque es inapropiado establecer una equivalencia entre estás dos palabras, «ocultarse» y «borrarse», pero la diferencia entre ellas nos obliga a distinguir dos clases de aphanisis. Hay, teóricamente hablando, dos desapariciones del sujeto, una estructural y otra clínica. Estructuralmente hablando, el sujeto se borra y se disuelve en todos los «significantes» que se irán sucediendo a lo largo de su vida y, segunda desaparición, el sujeto se oculta bajo el objeto. Se hace objeto, se hace Falo. Es la formación psicoanalítica del fantasma.
*«No ceder ante el propio deseo» es el enunciado correlativo de una comprobación: “uno no puede dejar de preguntar”. Dicho de otro modo, no ceder ante el propio deseo es correlativo con el hecho de que no podemos dejar de hablar y, hablando, nos protegemos del Goce. Esto es lo propio del ser parlante. Cuando hablamos de aphanisis del sujeto bajo la «cadena de significantes» queremos decir alienarse, no poder dejar de hablar o, para decirlo de otra manera, no poder dejar de repetir. Pero ¿Qué es lo que no cesa de repetirse? Los significantes. Avancemos un poco más: si los significantes no dejan de insistir, eso es el deseo. El deseo es la repetición ineluctable. Se dan los dos elementos: la repetición ineluctable del flujo incesante de los significantes y la existencia del agujero pulsional.
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