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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

martes, 14 de noviembre de 2017

​La escena primaria y el origen del miedo en la sexualidad adulta.

Generalmente las mujeres tienen miedo a la gestación, parto y maternidad independientemente de las razones económicas, por las que también el hombre evitará engendrar hijos, pero en la mujer hay algo más: el miedo al dolor y al peligro que implica el embarazo, que se oponen al deseo instintivo y psíquico consciente e inconsciente de ser madres.
Este miedo tiene sus orígenes en la remota infancia de la niña. Una percepción, o mejor dicho, una aprehensión de los hechos biológicos constituyen uno de los fundamentos de esta actitud. En primer lugar, la frecuente observación y/o la escucha del coito entre los padres que contiene una representación marcadamente violenta, con la consecuencia de que el niño se identifica con uno de los dos, hecho que ha destacado Karen Horney.
Ahora bien, el niño (varón) dentro de su fantasía inconsciente al comparar su pequeño pene con el vagina materna, sufre una herida narcisista en su amor propio, en el sentido de su valor; pero la niña, por el contrario, al comparar su diminuta vagina con el gran pene paterno, teme el acto tan deseado por temor a una herida vital, y ¡con justa razón! Ya que la relación sexual, vía vaginal o anal entre un hombre adulto y una niña provoca dolorosos desgarramiento. Aquí tendrían también el origen de algunas implicaciones sexuales en los adultos, por una parte en la fantasía sexual de la mujer por ser penetrada por un pene de grandes dimensiones surge de la reminiscencia inconsciente la relación padre-hija con una tendencia masoquista; y por el otro lado de la preocupación que padecen los hombres en mayor o menor grado de no poseer el miembro viril lo suficientemente grande para satisfacer sexualmente a su partenaire tendría la reminiscencia inconsciente de la relación madre-hijo.
Karen Horney dice al respecto que la satisfacción imaginaria de los impulsos sexuales enfrenta al niño con el siguiente hecho, tan penoso para su amor propio: Mi pene es demasiado pequeño para mi madre; pero para la niña ello implica una destrucción corporal. Es por esta razón, conducida a los últimos fundamentos de orden biológico, que el temor del hombre frente a la mujer es de orden principalmente genital narcisista, pero el temor de la mujer es de orden fisiológico regularmente.


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