“Debemos aplicar violencia al objeto de nuestro deseo. Así, cuando se rinda, el placer será mayor”. Donatien Alphonse François de Sade, “Marqués de Sade”.
A manera de introducción podemos decir que el preservativo fue inventado con fines anticonceptivos, y posteriormente fue utilizado simultáneamente para prevenir enfermedades de transmisión sexual.
Ahora bien, a través del psicoanálisis se observa que el semen tiene ciertas peculiaridades para el sujeto con Estructura Perversa, donde representa un fluido sin valor, indiferente como si se tratara de la orina expulsada o como un líquido repugnante emanado del pene. Si profundizamos sobre la conducta que despliega el perverso en sus relaciones sexuales, confiesan un encuentro frío y monótono con su pareja, sobre todo en encuentros sexuales con desconocidos pues ni siquiera mantienen una conversación amena, y sí se suscita es enfocada sobre temas exclusivamente sexuales, donde preguntan o expresan sus preferencias o aversiones de índole sexual.
Cabe reiterar la posición que coloca el perverso siempre a su pareja: como «objeto de placer» (Goce).
Por el otro lado, existen algunos sujetos que después de practicar el sexo vía anal —sobre todo homosexuales— relacionan estrechamente el semen con una sustancia tóxica por ser la causante de la transmisión del virus de inmunodeficiencia (VIH).
Si es cierto que para la mayoría, el semen representa un fluido corporal integrante de la relación sexual, también podemos observar que para otros, esto no sucede así.
Para algunos sujetos la aversión al semen puede resultar de un rechazo inconsciente al partenaire por la connotación psíquica, producto de sus fantasmas, que le otorgan a dicho fluido.
Y por último, podemos observar en algunas mujeres, que al momento de exigir a su pareja el uso de preservativo, «supuestamente» por cuestiones anticonceptivas o de prevenir una enfermedad de transmisión sexual, realmente esconde un mecanismo de defensa de rechazo inconsciente hacia su partenaire, con la finalidad que su entrega sexual sea limitada. Es por eso que algunas mujeres, después de haber tenido una relación sexual insatisfactoria, humillante o se sintieron vejadas por el abandono posterior de la pareja, suelen afirmar con cierta vanidad: ¡Lo bueno que exigí usará preservativo! Frase que encierra el simbolismo sobre “algo” (preservativo) que estuvo de por medio, que impidió —para fortuna suya— que su entrega sexual no fuera total; argumento inverosímil para reestablecer su profunda herida narcisista.
A manera de introducción podemos decir que el preservativo fue inventado con fines anticonceptivos, y posteriormente fue utilizado simultáneamente para prevenir enfermedades de transmisión sexual.
Ahora bien, a través del psicoanálisis se observa que el semen tiene ciertas peculiaridades para el sujeto con Estructura Perversa, donde representa un fluido sin valor, indiferente como si se tratara de la orina expulsada o como un líquido repugnante emanado del pene. Si profundizamos sobre la conducta que despliega el perverso en sus relaciones sexuales, confiesan un encuentro frío y monótono con su pareja, sobre todo en encuentros sexuales con desconocidos pues ni siquiera mantienen una conversación amena, y sí se suscita es enfocada sobre temas exclusivamente sexuales, donde preguntan o expresan sus preferencias o aversiones de índole sexual.
Cabe reiterar la posición que coloca el perverso siempre a su pareja: como «objeto de placer» (Goce).
Por el otro lado, existen algunos sujetos que después de practicar el sexo vía anal —sobre todo homosexuales— relacionan estrechamente el semen con una sustancia tóxica por ser la causante de la transmisión del virus de inmunodeficiencia (VIH).
Si es cierto que para la mayoría, el semen representa un fluido corporal integrante de la relación sexual, también podemos observar que para otros, esto no sucede así.
Para algunos sujetos la aversión al semen puede resultar de un rechazo inconsciente al partenaire por la connotación psíquica, producto de sus fantasmas, que le otorgan a dicho fluido.
Y por último, podemos observar en algunas mujeres, que al momento de exigir a su pareja el uso de preservativo, «supuestamente» por cuestiones anticonceptivas o de prevenir una enfermedad de transmisión sexual, realmente esconde un mecanismo de defensa de rechazo inconsciente hacia su partenaire, con la finalidad que su entrega sexual sea limitada. Es por eso que algunas mujeres, después de haber tenido una relación sexual insatisfactoria, humillante o se sintieron vejadas por el abandono posterior de la pareja, suelen afirmar con cierta vanidad: ¡Lo bueno que exigí usará preservativo! Frase que encierra el simbolismo sobre “algo” (preservativo) que estuvo de por medio, que impidió —para fortuna suya— que su entrega sexual no fuera total; argumento inverosímil para reestablecer su profunda herida narcisista.
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