“El porvenir de un hijo depende de su madre”. Napoleón Bonaparte.
Algunos sujetos con antecedentes de violación sexual pueden haber presentado con anterioridad al acto pesadillas con su madre de connotación agresiva o sexual. Aunque en parte el psicoanálisis tiene un indicio del origen del acto de violar: la violación se dirige inconscientemente a una madre temida y odiada; sin embargo los procesos psíquicos en juego no son tan sencillos y reclaman otros desarrollos imbricados.
Se ha puesto de manifiesto que generalmente los sujetos con antecedentes de violación sexual, a nivel consciente puede manifestar un amor desmedido hacia su madre, un vínculo tan estrecho que no puede imaginar una separación (conflicto individuación madre-hijo) por lo que estamos ante la presencia de una «unión simbiótica» que toma aleatoria la necesaria «desidentificación primaria». Todo esto es correcto, pero resultará incompleto mientras no hayamos comprendido la contradicción formal contenida en el proceso de marras.
Lo que aquí se nos revela es una madre a la vez buena y mala, lo cual sería harto banal y hasta recomendable si aquí ella no fuera, a la vez, «enteramente buena» y «enteramente mala», proposición imposible desde el punto de vista lógico; pero, precisamente, en el nivel de los procesos primarios (inconscientes) en que se desenvuelven las cosas, no estamos en la lógica.
Observemos que las cualidades en cuestión son lo bueno y lo malo y que, según los primeros elementos de «constitución del objeto» descritos por Sigmund Freud, lo bueno se guarda dentro de sí para formar el Yo-placer purificado, mientras que lo malo se expulsa. Pero en el tema aquí expuesto, el proceso parece estar bloqueado: lo bueno trae consigo lo malo, que vuelve a aparecer en el interior, no pudiendo el sujeto desembarazarse de ello; el sujeto lo quiere sin desearlo porque si no lo quisiera se encontraría sin nada, vacío, es decir sería inexistente.
Podemos atrevernos a decir que este sujeto es en parte él mismo gracias a la escisión del Yo, y en parte su madre, que vive dentro de él. Estamos muy cerca de L ’enfant de Qa (El hijo de Ello) al que se refieren Jean-Luc Donnet y Alan Green en relación con la psicosis blanca.
¿Por qué no hablar entonces como Melanie Klein, de la «madre buena» y la «madre mala»? Por temor a objetivar los procesos en una representación demasiado coherente que, aun siendo correcta, nos alejaría del punto de vista psicoanalítico. Lo que nos interesa es percatamos del terrible atolladero en el que se encuentra el sujeto en cuestión: si se le aparece la ternura con su víctima violada, lo malo pegotea con lo bueno resurgiendo rápidamente una angustia que literalmente lo enloquece.
Esta situación presenta, en suma, ciertos aspectos de la psicosis blanca descrita por Alan Green: “lo bueno es inaccesible o su presencia no es jamás duradera; lo malo es invasor y sólo deja breves respiros”.
Una de las soluciones entonces del sujeto es recurrir al «acting out» y descargar así una tensión insoportable, lo cual anula cualquier trabajo psíquico en el proceso secundario (consciente).
Algunos sujetos con antecedentes de violación sexual pueden haber presentado con anterioridad al acto pesadillas con su madre de connotación agresiva o sexual. Aunque en parte el psicoanálisis tiene un indicio del origen del acto de violar: la violación se dirige inconscientemente a una madre temida y odiada; sin embargo los procesos psíquicos en juego no son tan sencillos y reclaman otros desarrollos imbricados.
Se ha puesto de manifiesto que generalmente los sujetos con antecedentes de violación sexual, a nivel consciente puede manifestar un amor desmedido hacia su madre, un vínculo tan estrecho que no puede imaginar una separación (conflicto individuación madre-hijo) por lo que estamos ante la presencia de una «unión simbiótica» que toma aleatoria la necesaria «desidentificación primaria». Todo esto es correcto, pero resultará incompleto mientras no hayamos comprendido la contradicción formal contenida en el proceso de marras.
Lo que aquí se nos revela es una madre a la vez buena y mala, lo cual sería harto banal y hasta recomendable si aquí ella no fuera, a la vez, «enteramente buena» y «enteramente mala», proposición imposible desde el punto de vista lógico; pero, precisamente, en el nivel de los procesos primarios (inconscientes) en que se desenvuelven las cosas, no estamos en la lógica.
Observemos que las cualidades en cuestión son lo bueno y lo malo y que, según los primeros elementos de «constitución del objeto» descritos por Sigmund Freud, lo bueno se guarda dentro de sí para formar el Yo-placer purificado, mientras que lo malo se expulsa. Pero en el tema aquí expuesto, el proceso parece estar bloqueado: lo bueno trae consigo lo malo, que vuelve a aparecer en el interior, no pudiendo el sujeto desembarazarse de ello; el sujeto lo quiere sin desearlo porque si no lo quisiera se encontraría sin nada, vacío, es decir sería inexistente.
Podemos atrevernos a decir que este sujeto es en parte él mismo gracias a la escisión del Yo, y en parte su madre, que vive dentro de él. Estamos muy cerca de L ’enfant de Qa (El hijo de Ello) al que se refieren Jean-Luc Donnet y Alan Green en relación con la psicosis blanca.
¿Por qué no hablar entonces como Melanie Klein, de la «madre buena» y la «madre mala»? Por temor a objetivar los procesos en una representación demasiado coherente que, aun siendo correcta, nos alejaría del punto de vista psicoanalítico. Lo que nos interesa es percatamos del terrible atolladero en el que se encuentra el sujeto en cuestión: si se le aparece la ternura con su víctima violada, lo malo pegotea con lo bueno resurgiendo rápidamente una angustia que literalmente lo enloquece.
Esta situación presenta, en suma, ciertos aspectos de la psicosis blanca descrita por Alan Green: “lo bueno es inaccesible o su presencia no es jamás duradera; lo malo es invasor y sólo deja breves respiros”.
Una de las soluciones entonces del sujeto es recurrir al «acting out» y descargar así una tensión insoportable, lo cual anula cualquier trabajo psíquico en el proceso secundario (consciente).
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