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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

sábado, 3 de junio de 2017

¿Por qué el hombre es más propenso a la toxicomanía que la mujer?

Debemos preguntarnos ¿Por qué el hombre presenta en mayor grado tendencias a la toxicomanía que la mujer? Para las mujeres el malestar tiene modos de tramitación que no son accesibles al hombre, justamente, por una cuestión de la estructura y estofa del “Deseo Materno”.
El psicoanálisis aborda está cuestión señalando que la maternidad suele ser un “argumento” de peso ante el consumo de substancias tóxicas, operando el embarazo y el parlo como un estabilizador estructural, produciendo una disminución e incluso una cancelación del malestar motivador de la adicción, lo cual implica una desaparición de fenómeno adictivo. Sin por esto desempeñarse estas madres de una manera más nociva que cualquier otra madre neurótica en la crianza del vástago. El aspecto más problemático de su padecimiento se encuentra referido al tipo de elecciones amorosas realizadas en general por ellas, el cual deriva de su propia estructura. Con bastante frecuencia empeñan su vida en historias de amor repitiendo cierto cliché. Suelen enamorarse o al menos elegir como padres de sus hijos a sujetos con los rasgos estructurales que repiten las falencias de sus propios padres, quienes han sido sostenidos contra viento y marea, tratando de ocultar con el amor la impotencia en lo referido a desempeñar adecuadamente la “Función Paterna”. Haciendo posible de esta manera sostener un cierto velamiento del límite que comporta esta «función», tanto para el sujeto como para la madre.
Pero también encontramos casos en los cuales la adicción se sostiene ante la maternidad, en estas circunstancias el desarrollo del proceso de tratamiento es arduo y frecuentemente culmina en un fracaso, en tanto se muestran como refractarias a los intentos de abordaje psicoanalíticos, «como si las posibilidades de desarrollar una pregunta sobre su malestar fueran escasas». Podemos pensar, en estos casos, la existencia de una “escisión del Yo”, de un alcance y una profundidad que la torna en inaccesible al intento de elaboración. Es esta “escisión del Yo” lo que marca un límite preciso al devenir de la «cura» en tanto que determina lo que, parafraseando a Sigmund Freud, podríamos condensar en la fórmula de: “la estructura es el destino”.
En toda «cura» sobreviene el momento de concluir, determinado por el encuentro con una voluntad decidida de no renuncia a un lugar de «Goce». En tanto, esta decisión implica un orden de inaccesibilidad al «trabajo significante», preservándose así un lugar donde se mantiene intacto algo que desmiente la pérdida fundamental.

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