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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 22 de junio de 2017

La pornografía satisface las necesidades voyeuristas y sadomasoquistas.

“¿Para qué sirve nuestro cuerpo sino para hacernos comprender lo que la palabra torturador significa?” Émile Michel Cioran.

Para la mayoría de los sujetos la pornografía es la representación de mujeres desnudas y acoplamientos sexuales heterosexuales. El hecho de que estas “escenas pornográficas” no contengan nada desconocido, paralelamente simbolizan algún tipo de solución para la ansiedad, frustración, ira etcétera de los conflictos que aparecen en la sexualidad.
Si fueran “normales” estas “escenas” en el sentido de que son la expresión biológica universal de una búsqueda no-confrontacional con el placer, la desnudez tendría entonces el valor de fetiche sexual (que no es el caso) y no sólo en sociedades como la nuestra donde su lado provocativo proviene precisamente de la frustración de la sexualidad.
En la pornografía, ya sea a través del texto, imagen o película todo mundo sabe los papeles correspondientes de los protagonistas y lo que se va a llevar a cabo. Sin duda, la pornografía no es sólo un sustituto del objeto
apropiado para la relación sexual (aunque esto puede ser en parte cierto, especialmente durante la adolescencia). Pero si existe la pornografía es porque satisface las necesidades voyeuristas y sadomasoquistas que algunos sujetos no pueden satisfacer con su partenaire, incluso si es abierta y complaciente. Si el orgasmo genital es a final de cuentas el objetivo común, ya que proporciona el placer y el alivio de la “tensión perversa” necesariamente relacionada al coito, también resulta cierto que en algunos sujetos la perversión a menudo es llevada a cabo con objetos o únicamente con partes del cuerpo, donde el sólo orgasmo no puede aliviar completamente la tensión. Órganos como los ojos, piel, ano... y afectos como la angustia, depresión, enojo, etcétera —el psicoanálisis lo observa— se pueden erotizar, pero la tensión no se libera tan fácilmente como lo lleva a cabo los órganos genitales; esto es lo que brinda intensidad a la perversión, en su aspecto compulsivo y desesperado.

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