Se considera culturalmente que el desarrollo “normal” del hijo depende primordialmente de una maternidad sana, en donde el cuidado del vástago es una fuente de placer para las mujeres en el proceso de convertirlos en seres humanos independientes, creativos, seguros de sí mismos, etcétera con sus propias características que los hace únicos respecto a los demás.
Donald Woods Winnicott considera que los bebés construyen su verdadero Yo al gozar de una maternidad suficientemente buena, sin embargo, es más fácil decirlo que llevarlo a la práctica de manera puntual y eficiente, ya que las madres también son hijas de sus progenitoras y por tanto son portadoras de su propia plétora de experiencias y traumas muy particulares. “La forma en que las mujeres ejercen su función de madres se repite durante generaciones”; incluso podemos observar de forma frecuente que: “La madre continúa ejerciendo sus funciones como tal mucho después de que finalice la dependencia abierta de su hijo, prolongándose su ejercicio hasta la vida adulta de la siguiente generación, portando las características implícitas en su condición de abuela”.
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