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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 12 de junio de 2017

El daño somático y la toxicomanía.

En la obra de Sigmund Freud aparece en varías ocasiones la concepción según la cual una herida real del cuerpo protege de un trauma o de una variedad de sufrimiento psíquico, por lo tanto una lesión corporal preserva al Yo de un daño psíquico mayor. O, incluso, una formación en el nivel del cuerpo ­real conserva al mismo tiempo, lo que en apariencia destruye.
Podemos entonces prolongar la analogía propuesta por Freud entre el dormir y la enfermedad. El sueño mismo sería en cierto modo la enfermedad del dormir, como una lesión originaria e insalvable: el sueño es el guardián del dormir pero representa una efracción* en su «estado ideal de inercia». En otros términos: La lesión orgánica sería una efracción en el cuerpo, que empero, en ciertas condiciones, protegería al Yo de un empobrecimiento.
Si el narcisismo del dormir es conservado finalmente por «el egoísmo de los sueños», un narcisismo del soma podría del mismo modo resultar conservado por «la investidura narcisista» de un órgano herido. Pero esta última figura representaría entonces un fracaso de la primera: ella fija las redes significantes en lugar de abrirlas.
¿Podría entonces tener el mismo efecto la toxicomanía (farmakon) deteriorando el cuerpo con la finalidad de evitar un daño psíquico mayor?
Freud dice: “Las posibilidades de contraer neurosis se reducen cuando el trauma es acompañado de una herida física”. Si una lesión física surge al mismo tiempo que el trauma, ella liga la excitación en exceso al reclamar una sobreinvestidura narcisista del órgano doliente. Cuando el cuerpo ha sufrido una efracción, encontramos las mismas condiciones económicas que en el caso del dolor: se crea un circuito seudo pulsional que realiza una actividad de ligazón y causa un «empobrecimiento» del resto de la vida psíquica, ese circuito se perpetuaba en una dimensión alucinatoria después de la efracción.
Así, un recorte, un «agujero» en el cuerpo engendra una formación nueva. Esta precipitación de un recorte real opera entonces como la creación de una inédita función de órgano o de un nuevo «borde» que viene a ligar la energía libidinal. Y precisamente, gracias a esta creación se evita una forma de ­alienación. Según Freud, las representaciones y los afectos adheridos al trauma resultan en cierto modo neutralizados.

*Efracción: Vulneración o penetración de un espacio que el sujeto deseaba tener privado. Lesión física.

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