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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

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martes, 15 de agosto de 2017

El dispositivo móvil provoca una ineficaz comunicación.


La era postmoderna trae consigo el concepto que los adultos ya no son el modelo a seguir sino por el contrario, ellos deben imitar a los jóvenes, la publicidad mediática lleva esta función enfocada en cimentar la creencia que ser joven es el “ideal” primordial de esta cultura.
Los jóvenes no visualizan un futuro claro, no desean hacer el esfuerzo y someterse a un proceso para «conseguir» lo que anhelan, creyendo que se les tiene que «dar» como algo natural, que es inherente a su existencia. No importa la razón por lo que se quiera tener algo, lo trascendental es que debe obtenerse inmediatamente, no hay tiempo de espera y la postergación es sentida como sufrimiento; lamentablemente los padres no han hecho bien su papel: enseñar al hijo a ser tolerante durante la espera.
Los padres entran a ese perjudicial juego de brindar todo a su vástago, respondiendo a todas las demandas intentando colmar ese deseo insaciable de trasfondo.
Esa inmediatez tiene su correlativo en la frase: “No sé exactamente lo que quiero ni para que lo quiero, pero lo quiero ya”, lo que dirige al sujeto a caer en una trampa, en un círculo vicioso del cual resulta difícil salir porque no se alcanza nunca a colmar esa saciedad, no se trata únicamente de una «necesidad», sino de un «deseo» y éste es imposible de satisfacer, por eso resulta tan fugaz la sensación de bienestar ya que la demanda se salda pero el deseo es siempre inmutable.
Esta es una época donde los límites son inexistentes, y los excesos es la moda, aunado a una incipiente “Función Paterna” donde ambos progenitores son causantes de esa inadecuada “Función”.
La adicción —como lo entiende la mayoría— no es únicamente el abuso del consumo de sustancias tóxicas, sino tambien tiene que ver con la “moda”: tener el dispositivo móvil más reciente, portar la ropa de novedad, comprar la bicicleta de mayor innovación, estar a la vanguardia en el consumo de bienes y servicios. El “tener” suple al “diálogo”, la comunicación es inexistente si no se cuenta con un medio tecnológico para ello, aunque la conversación vaya dirigida con quien vive en la misma casa.
Hijos y padres hastiados de observarse de frente, a los ojos, se inclinan a mirar sus celulares, se aíslan, iniciando un viaje a modo individual, donde la relación con el celular se ha convertido en algo excesivamente personal, que implica un repliegue narcisista hacia el interior del sujeto. El ser parlante se va quedando irremediablemente mudo ante su partenaire, amistades y familiares.
La depresión que sufre el sujeto —depresión que se presenta regularmente a lo largo de la vida por diferentes circunstancias— lleva la sensación de soledad que el sujeto intenta evadirla de múltiples maneras por resultarle insoportable. La tecnología le proporciona un bienestar efímero a eso, aunque también le abre el camino a una grave y permanente dependencia en el campo de la fantasía que proporciona la virtualidad.





El goce mortífero.

Jacques-Marie Émile Lacan cuando se refiere al Goce, nos habla de un Goce que resulta ser mortífero en el cual el sujeto está atrapado ya que siempre desea Gozar y cada vez más, lo que nos lleva a preguntarnos ¿En que momento se puede detener? En el Goce no existe la palabra «regulación», y su destino es, casi siempre, trágico.
Este Goce está presente en todos los sujetos pero puede observarse con mayor claridad en los toxicómanos, que se caracterizan por un estado sin discurso, donde se posicionan ante el otro como alguien sin palabras: mudo.
¿Qué significa esto? Antes de su entrada en lenguaje el sujeto sólo existe en el plano de la relación imaginaria, especular; alienado en el “Otro Materno”. Será ese primer encuentro el modelo a seguir el resto de su vida, donde la primera satisfacción se dará para colmar una necesidad puramente fisiológica (comer, defecar, dormir… un estado comparado casi a la omnipotencia, donde no hace falta nada).
Ahora bien, quedará un registro de esa primera satisfacción, pero no será hasta un segundo momento cuando presentándose nuevamente el displacer por cualquier circunstancia, el infante se vale de esa primera experiencia aspirando a satisfacer ahora su necesidad bajo una “idea alucinatoria”, provocando así un falló que pone en entredicho la imposibilidad de ser autosuficiente, instaurando en ese instante el «deseo». Abriendo la brecha entre la «satisfacción de la demanda» y «colmar un deseo» propiamente pulsional. Aquí encontramos la fuente inaugural de toda relación aun no dialéctica, pero que sin embargo pone al niño en la posibilidad de instituirse como sujeto hablante.
El deseo del sujeto alienado a la instancia puramente imaginaria, sometido al deseo del Otro, sólo podrá salir de esta relación a partir del lenguaje. Para el toxicómano este Otro vendría a ser sustituido por la sustancia tóxica, estableciéndose una relación. La adicción se convierte en una búsqueda infructuosa por esa primera relación madre-bebé pero al mismo tiempo bloquea la elaboración del duelo por la perdida ese “objeto primordial”.
Dicha sustancia parece responder mágicamente a todas las necesidades inmediatas del toxicómano evitando las tensiones internas y externas que se presentan a cada momento de su vida.
La sustancia se halla en estrecha
relación con aquella dependencia infantil pero seguramente también se actualiza con otras circunstancias que reafirman dicha dependencia.
El contexto donde se desarrolla el toxicómano están centrados todos sus intereses en esa dependencia donde se funde el sujeto con la(s) sustancia(s) tóxica(s) ya que regularmente estas van cambiando acorde a la disponibilidad, o bien consume múltiples sustancias al mismo tiempo.
El aislamiento social del toxicómano es lo que sobreviene y las nuevas formas de vincularse resultan ser cada día más complicadas. La disminución de los vínculos, la ausencia casi total del otro, puede ser percibida por el toxicómano como un “otro ajeno”, dejando de ser un semejante, volviéndose un completo extraño, o incluso visto como un perseguidor, por lo tanto toda relación se vuelve imaginaria y persecutoria producto del desconocimiento total del otro.







La fantasía.

La fantasía está implícitamente ligada a la psique siendo una precondición para el funcionamiento del inconsciente y la base a partir de la cual surge todo pensamiento.
La definición de Susan Isaacs al respecto dice: “La «expresión mental» del instinto es la fantasía inconsciente… No hay impulso, impulso instintivo o respuesta que no se experimente como fantasía inconsciente”. “Los primeros procesos mentales deben ser considerados como los primeros comienzos de las fantasías. En el desarrollo mental del niño, sin embargo, la fantasía pronto se convierte también en un medio de defensa contra las ansiedades, un medio para inhibir y controlar impulsos instintivos y una expresión de deseos reparativos… Todos los impulsos, todos los sentimientos, todos los modos de defensa se experimentan en fantasías que les dan vida mental y muestran su dirección y propósito”.
A partir de este postulado, el grupo de psicoanálistas que estaban con Melanie Klein pasaron a proponer elementos de una psicología general, incluyendo la afirmación de que hay “una fantasía inconsciente detrás de cada pensamiento y cada acto” (Enrique Pichon-Rivière). Es decir, la expresión mental de los procesos primitivos “es la fantasía inconsciente”. Y no es sólo un zumbido de fondo, por así decirlo.
Isaacs afirma que “el pensamiento de la realidad no puede operar sin la concurrencia y el apoyo de fantasías inconscientes”. Y más adelante agrega: “las fantasías son el contenido primario de los procesos mentales inconscientes”. “Las fantasías tienen efectos psíquicos y corporales, por ejemplo, en los síntomas de conversión, las cualidades corporales, el carácter y la personalidad, los síntomas neuróticos inhibiciones y sublimaciones”. “Incluso determinan las minucias del lenguaje corporal”. Por su parte Klein dice: “El papel de la fantasía inconsciente se extiende desde el primero hasta el pensamiento más abstracto. El primer pensamiento del niño acerca de la existencia del mundo externo proviene de ataques sádicos al cuerpo de la madre”. “Las fantasías —que se vuelven más elaboradas y se refieren a una variedad más amplia de objetos y situaciones— continúan durante el desarrollo y acompañan todas las actividades; nunca dejan de jugar una gran parte en la vida mental. La influencia de la fantasía inconsciente en el arte, en el trabajo científico y en las actividades de la vida cotidiana no puede ser sobrestimada”.



El amor a los niños y la pedofilia.

La violación sexual cometida en contra de mujeres adultas o adolescentes, acaso ¿Esconde un deseo de violación hacia los infantes? O ¿Será la seducción hacia los niños el primer intento de violación hacia las mujeres?
En la “Revue Frangaise de Psychanalyse” en un artículo dedicado a la pedofilia Paul Denis y Denys Ribas recuerdan que la leyenda de Edipo comienza por la seducción de Crisipo, hijo adolescente de Pélope, por parte de Layo, quien será el padre de Edipo. Crisis a causa de ese acto, avergonzado, se mata. Siguen posteriormente toda una serie de maldiciones que conducirán a la tragedia que ya conocemos.
Ahora bien, existen varias formas de pedofilia, desde los actos apoyados en una seducción sutil hasta los que alcanzan la formas violentas, incluso seguida por el homicidio hacia la víctima. Obviamente en cualquiera de sus formas la pedofilia es, antes que nada, un acto de agresión.
Para ilustrar esta psicopatología veamos un caso clínico: Se trata de un sujeto de cincuenta años, que su caso fue presentado por un equipo de psicoanálistas en Suiza, en el marco de una supervisión regular de su trabajo.
Pedófilo reincidente y a menudo violento, su historia permite abordar numerosos problemas vinculados a esta perversión.
Este sujeto de estatura impresionante, fue condenado en repetidas ocasiones por hechos idénticos. Presenta el lenguaje habitual: “Ama a los niños, sabe ocuparse de ellos, los niños lo aman, sueña con ser educador, quisiera tener hijos propios…” Aunque nunca pudo tenerlos pese a dos parejas con las cuales vivió. En cambio, no resistió a la seducción sexual de los hijos que tenían su par de parejas.
Durante el psicoanálisis mencionó un número impresionante de víctimas, niñas y niños, llegando a veces a la sodomía aunque se sospecha de cierta jactancia al respecto, ahí están las condenas repetidas para indicar la gravedad de su conducta.
Los comportamientos activos de pedofilia comenzaron desde su pubertad, unos años después de haber sido seducido por su padre y a menudo sodomizado en el curso de una relación continua, en ocasiones prestado a amigos de su progenitor. Por supuesto que se piensa —desde un punto de vista psicoanalítico— de una identificación con el agresor, con repetición sobre otros niños de los actos padecidos por el propio sujeto.
El redescubrimiento de Sandor Ferenczi en los últimos años volvió a poner a la orden del día este fenómeno. En realidad, si bien no se puede negar que en el presente caso y en muchos otros, la conducta del padre ejerció una influencia decisiva para la repetición de estos lamentables acontecimientos, es preciso apreciar sus efectos múltiples en el seno de la organización psíquica del sujeto en cuestión, constituida por la trama de su historia infantil. Aunque es de llamar la atención, que tampoco se trata de una simple consecuencia de “causa-efecto”, concebida desde una perspectiva mecanicista.


viernes, 4 de agosto de 2017

La agresión como componente para el incremento de la excitación sexual.

Robert Jesse Stoller señaló la presencia esencial de la «agresión» como componente para el aumento de la excitación sexual. Asimismo subraya la importancia que guarda el «misterio» entre la pareja para su excitación sexual, describiendo los factores anatómicos y fisiológicos que, en interacción con los deseos inconscientes y peligros edípicos, contribuyen a las cualidades excitantes y frustrantes que son una parte importante de ese misterio.
El misterio induce y refleja la fantasía sexual suscitada en por el Complejo de Edipo, que aunque es inconsciente no deja de tener una fuerza vital. Stoller hace hincapié en la función de la excitación sexual en la recreación de situaciones peligrosas y potencialmente frustrantes (relaciones sexuales en lugares públicos, preámbulo erótico en el cine, automóvil, etcétera) y en su superación mediante la gratificación de la fantasía y el acto sexual específicos. De modo que, en los términos de la capacidad para la excitación sexual y el deseo erótico y para la integración de las relaciones objetales preedípicas y edípicas como parte de las relaciones amorosas maduras, la integración de la libido y la agresión, el amor y el odio, gradualmente emergen como un aspecto principal de la capacidad para las relaciones amorosas, pero también en su aspecto psicopatológico.
Las facetas sadomasoquistas de la “sexualidad perversa polimorfa durante la infancia” proporcionan una importante energía impulsora para la fusión sexual en la adultez; un predominio excesivo de la falta de cuidado corporal tierno a cargo de la madre y del padre, así como experiencias traumáticas de abuso físico o sexual principalmente durante la infancia puede suprimir la capacidad para la respuesta sexual o interferir en la consolidación o el desarrollo del afecto de la excitación sexual en la edad adulta. A la recíproca, una represión excesiva de la agresión, las prohibiciones inconscientes contra los componentes tempranos y agresivos de la sexualidad infantil «perversa polimorfa», pueden inhibir significativamente y empobrecer la respuesta sexual.
El tipo más frecuente de inhibición sexual supone algún grado de supresión o represión de la sexualidad infantil perversa polimorfa, y que esta inhibición sexual gravita considerablemente en el empobrecimiento de la vida amorosa de parejas cuyas relaciones emocionales son en otro sentido satisfactorias.
Es muy común encontrar parejas —que acuden a psicoanálisis— manifestando tener relaciones sexuales frecuentes con su respectiva pareja, con excitación sexual y su respectivo orgasmo, pero con una creciente monotonía, es decir una vaga sensación de insatisfacción y aburrimiento, de sentirse vacíos inmediatamente después del coito. En consecuencia, en el área de la excitación sexual, tanto la falta de integración de la agresión como su exceso pueden inhibir la relación amorosa.
El mismo proceso aparece en las relaciones objetales dominantes de la pareja. La falta de integración de las relaciones objetales internalizadas “totalmente buenas” y “totalmente malas” (Melanie Klein) conduce a una idealización primitiva en las relaciones amorosas de la organización límite de la personalidad; la carencia de realismo propia de la idealización lleva fácilmente al conflicto y la destrucción del vínculo. Una idealización que no tolera la ambivalencia, que es fácilmente destruida por cualquier agresión en la relación, es por definición frágil e insatisfactoria, y los partenaires carecen de capacidad para una profunda identificación mutua. Pero la integración de las relaciones objetales que prenuncia el dominio de los conflictos edípicos avanzados, con la correspondiente tolerancia a la ambivalencia, también significa el surgimiento en la relación de una agresión que debe ser tolerada y es potencialmente peligrosa para el vínculo.
La tolerancia a la ambivalencia facilita la activación de guiones inconscientes y de la identificación proyectiva mutua de relaciones objetales internalizadas patógenas pasadas, de modo que la tolerancia a la agresión como parte de la relación ambivalente de la pareja la enriquece enormemente y asegura la profundidad que ha sido señalada como parte de la “identificación genital” por Michael Balint, o la “preocupación por el otro” por Donald Woods Winnicott. Pero la agresión excesiva amenaza a la pareja con un conflicto intolerable y con la ruptura potencial de la relación.


La memoria somática y la toxicomanía.

Los efectos que producen el consumo de la sustancia tóxica estrechan el espacio existente entre psique y cuerpo, distinción que sorprende al sujeto porque su cuerpo lo sentía como uno.
Algunos neurocientíficos con sus investigaciones piensan que sus hallazgos marginan al psicoanálisis pero muy por el contrario proporcionan evidencia que existe un alma y un soma, por decirlo de manera figurativa.
La laminación de las áreas corticales del cerebro muestra la recuperación de áreas sensoriomotoras (orgánico) y un corte de la Soul que no coincide con este organicidad* (por ejemplo, el área que representa los labios es proporcional a la unidad oral, y no a las necesidades orgánicas de la boca…).
La psique cubre constantemente el cuerpo y lo anima a este, de modo que todo movimiento orgánico tiene su traducción psíquica inmediata, como la tiene de hecho cualquier enfermedad orgánica por medio del síntoma.
El efecto de la sustancia química por lo tanto reduce la distancia entre el cuerpo y la psique; el producto puede ser tanto en la actividad de la unidad en sí, una especie de hinchazón y hacer soportable la cenestesia a nivel sensorial, lo que aumenta la velocidad del pensamiento y producción de ideas.
Una vez más, la neurología demuestran que algunos psicotrópicos actúan en las áreas sensoriales localizadas en el lóbulo derecho (opio, hachís, etcétera), mientras que otros actúan en el izquierdo, en la zona simbólica de idioma (anfetaminas, cafeína, cocaína, etcétera).
En este sentido, el farmakon reemplaza la psique por el cuerpo por lo que la abstinencia conlleva una sensación como si se tratara de la mutilación de alguna parte del cuerpo. El cuerpo reemplaza la urgencia del deseo, y nunca será olvidado esta función reconfortante, incluso mucho tiempo después de una desintoxicación completa.

*Organicidad: Es un concepto etiológico, es decir, un concepto relacionado con las causas de las enfermedades. Se dice que un signo o síntoma es indicador de organicidad cuando cabe suponer que la causa es orgánica o física (en oposición a una causa psíquica).




El inconsciente y las palabras.

El descubrimiento del inconsciente nos mostró que está es una «no-conciencia»; regularmente se tiene la creencia que en el inconsciente es donde se guardan los recuerdos de la temprana infancia, donde están reprimidos los traumas, donde se oculta el origen de la psicopatología en general, etcétera, obviamente esto es en parte cierto pero no resulta tan simple como a primera vista se piensa; además el inconsciente no resulta ser una parte tan alejada del sujeto como se imagina.
El inconsciente se «vislumbra» cuando el sujeto pronuncia y articula las palabras del lenguaje para dar su discurso, de modo tal que si tuviéramos que definir de manera concisa el inconsciente resulta ser una “tesis” —verificada en la clínica psicoanalítica— que consiste en el hecho de que «cuando hablamos en realidad no sabemos lo que decimos». Creemos saberlo, pero en realidad ignoramos lo que decimos de nosotros mismos cuando hablamos de cualquier cosa a la que nos referimos. Para ejemplificar podemos citar al sujeto que asiste a un grupo de Alcohólicos Anónimos, que antes de subir a tribuna esta “pensando” que va a decir, los temas que abordará cuando haga uso de la palabra, pero llegado el momento hablará de cosas que ni siquiera había pensado, omitirá otras tantas cosas que deseaba expresar y terminará su discurso con un tema que no había “pasado por su cabeza”; cuando baje de tribuna simplemente tendrá la sensación que sus ideas —pensadas de antemano— se le “escurrieron de las manos”, no manifestó todo lo que tenía que expresar o dijo más de lo pensado.
Jacques-Marie Émile Lacan fue quien formuló que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.
La principal característica del inconsciente es ser “dinámico”. El término “inconsciente dinámico” típicamente significa el inconsciente psicoanalítico. Pero, ¿Qué significa en este contexto, la palabra “dinámico”? En esencia significa que las representaciones mentales están vinculadas por ciertas motivaciones por lo que pueden pasar de un estado consciente a uno inconscientes y viceversa. Por ejemplo, un trauma puede ser «olvidado» porque es demasiado doloroso o difícil de simbolizar para la economía psíquica, pero que, en determinadas condiciones puede volver a la consciencia (en un sueño, o transcurrido algún tiempo un evento fortuito puede vincularse al trauma y reaparecer de manera sorpresiva) esto significa que podemos «recordarlo» y tal vez podemos tener un llanto “liberador”, como en algunos casos de la elaboración de duelo.
Como sabemos, el psicoanálisis postula que el precio a pagar por esta representación inconsciente puede ser un síntoma (inhibición, manía, depresión, paranoia, etcétera) síntoma que de repente puede desaparecer si se articula de manera adecuada por la parte consciente para regresar al inconsciente de forma reestructurada, eliminando en gran medida su carga pulsional que lo hacía perjudicial.
Otro ejemplo son los lapsus, actos fallidos, los olvidos… Por ejemplo, un sujeto no quiere realizar cierta llamada telefónica, por lo que siempre se le olvida, pero de pronto regresa el recuerdo de hacerla y la sigue posponiendo argumentando un sin fin de pretextos, se da el caso que siempre decide resolver antes otro asunto, acabado el cual ya no recuerda la llamada telefónica, y así sucesivamente; o incluso puede llevar a cabo el fenómeno de “generalización”; olvida, por seguridad, todas las llamadas, hasta aquellas que no están conectadas con esa llamada de teléfono desagradable que debe hacer.
Según cierta concepción del inconsciente, los recuerdos olvidados (o mejor dicho, reprimidos) son depositadas en el inconsciente dinámico como si fuera un almacén, de donde se pueden recuperar “parcialmente” ya que la memoria elabora continuamente todos los recuerdos, ya sean los de la primera infancia o los del día anterior, transformándolos según los deseos, las expectativas, las experiencias sucesivas, etcétera por lo que es imposible recordar “exactamente” lo que se ha olvidado. Debemos hacer la aclaración, ya que los contenidos inconscientes son siempre remodelados, que nunca se transforman completamente en otra cosa, pero mantendrán un aspecto de su significado original.


El psicoanálisis no cura sino articula la verdad.

“Hay algunos hombres tan necios que si una sola idea aflorara a la superficie del cerebro, ésta se suicidaría aterrada de su soledad”. Émile Michel Cioran.

La perspectiva psicoanalítica centra su interés en la singularidad de cada sujeto, donde solo él es quien puede dar respuesta a su síntoma, y una vez ocurrido esto se origina la sustitución del «Goce» de la sustancia en el cuerpo por el de la palabra. De esta manera el toxicómano es casi un paradigma de un mundo de solitarios consumidores, que rechaza el vínculo con el Otro, su intoxicación ésta en ruptura con la Ley* (La ley, al demarcar lo permitido y lo prohibido, permite al humano el ingreso al universo simbólico donde es posible sustituir lo ausente, lo prohibido, por otros objetos o signos), que implica un Goce no articulado. La meta del enfoque psicoanalítico no es “curar” sino articular la verdad.

*La Ley es un concepto usado en psicoanálisis lacaniano para significar al conjunto de normativas que se instalan en el inconsciente de un sujeto durante la infancia. En tal sentido la Ley​ tiene mucho en común con el Superyó descrito por Sigmund Freud.
La Ley es considerada específicamente como procedente de quien cumple la función paterna, éste puede ser el padre (biológico o cualquiera que ocupe su lugar estructural). Así el significante padre instaura la Ley separando al infante de la madre y mediante esta separación el sujeto es integrado en el orden simbólico del lenguaje, del discurso de la cultura. Además de imponer normativas inconscientes, la Ley organiza racionalmente al psiquismo del sujeto.


El narcisismo y los celos.

En los sujetos con personalidad narcisista podemos observar la ausencia de la capacidad para sentir celos, a menudo indicativa de la ineptitud para un compromiso profundo con el otro, lo que hace que la infidelidad carezca de importancia.
La ausencia de celos puede también sugerir que existe la fantasía inconsciente de ser tan superior a todos los rivales que la infidelidad del partenaire es impensable. Pero, paradójicamente, los celos surgen después del hecho, los celos intensos pueden reflejar la lesión narcisista que experimenta el sujeto narcisista cuando un partenaire lo abandona a él o ella por algún otro.
Los celos del narcisista llegan a sorprender particularmente cuando desatendió o trato con desdén a su partenaire por lo que puede desencadenar la agresión y empeorar sustancialmente el vínculo. No obstante, al mismo tiempo reflejan también una capacidad para investir en otro e ingresar en el mundo edípico. Como lo ha señalado Melanie Klein, la envidia es típica de la agresión preedípica, particularmente oral, mientras que los celos dominan en la agresión edípica.
Los celos provocados por una traición real o fantaseada ponen a veces en marcha un deseo de venganza, y con frecuencia toman la forma de una triangulación invertida: el deseo inconsciente o consciente de ser objeto de una competencia entre dos personas del otro género. Al elegir partenaire, los sujetos narcisistas se perjudican por su incapacidad para apreciar profundamente a su pareja. Este déficit contribuye a generar una combinación que puede ser peligrosa: las cualidades “ideales” del partenaire son desvalorizadas en razón de la envidia inconsciente, mientras que la realidad de su personalidad se experimenta como una invasión, una coacción, una imposición, que el sujeto interpreta como explotadora y que, una vez más, le provoca envidia.
Un partenaire elegido porque él o ella admira las cualidades del narcisista puede ser rápidamente desvalorizado cuando esa admiración se da por sentada. En cambio, el encuentro del narcisista con una pareja capaz de una relación afectuosa puede provocar una intensa envidia inconsciente, precisamente a causa de esa capacidad que el narcisista sabe que a él o ella le falta.
En la medida en que el narcisista tiene algún desarrollo Superyoico y experimenta culpa por no poder retribuir el amor que recibe, él o ella experimenta una acrecentada sensación de inferioridad, que hace esfuerzos secundarios para defenderse de esos sentimientos de culpa buscando defectos en el partenaire, que justificarían la imposibilidad de retribuir. Existen entonces dos posibilidades: el desarrollo inadecuado del Superyó alienta la indiferencia, la falta de preocupación por el otro, la insensibilidad, que distancia a la pareja, o bien la existencia de algún funcionamiento Superyoico genera la proyección de sentimientos de culpa sobre el partenaire, lo que introduce una calidad paranoide en la relación; recordando que la paranoia es una forma “deformada de homosexualidad”.


El narcisismo y la promiscuidad.

La idealización que realizan las mujeres por hombres con personalidad narcisista es expresada con un intenso entusiasmo amoroso aunque suele ser efímero, esto regularmente ejerce una poderosa influencia sobre las mujeres, en particular las que tienen un potencial masoquista significativo o se sienten inseguras acerca de su atractivo femenino.
También podemos observar mujeres narcisistas que se sienten atraídas por hombres cuyo sentimiento de superioridad y grandiosidad gratifica la necesidad que ellas tienen de un completamiento narcisista con lo que podríamos denominar un «gemelo heterosexual».
En las mujeres narcisistas con tendencias de promiscuidad sexual subyace una idealización del partenaire transitoria e inmediatamente una desvalorización hacia él. La sociedad patriarcal tradicional refuerza la promiscuidad sexual en los hombres, pero la repudia en las mujeres. Las costumbres patriarcales quizá vuelquen el odio a los hombres de las mujeres narcisistas en una relación de explotación con el matrimonio y los hijos. “Paradójicamente, el feminismo puede alentar la promiscuidad sexual en las mujeres con una psicopatología narcisista, que se identifican con una sexualidad masculina percibida agresivamente”.
Si, debido a su intensidad, el desplazamiento de la agresión desde la madre al padre no resuelve la ambivalencia de la niña en sus primeros años de de vida respecto de la primera, el miedo y el odio a la progenitora pueden llevar a la búsqueda de una madre sustituta idealizada, lo que por lo general supone decepción y resentimiento. Por la misma razón, la búsqueda de una relación más gratificante con los hombres puede convertirse en una identificación inconsciente con ellos (es decir, en una renegación secundaria de esta dependencia amenazante) y evolucionar como identificación homosexual de la mujer narcisista con los varones: “ella busca una relación homosexual con mujeres, sobre las cuales puede proyectar sus propias necesidades de dependencia”. En ocasiones la homosexualidad de motivación narcisista en las mujeres gratifica la fantasía inconsciente de tener ambos géneros al mismo tiempo, niega la dependencia respecto del padre odiado y envidiado e invierte la peligrosa dependencia respecto de la madre.
Una identificación inconsciente con una madre narcisista, fría y rechazadora puede expresarse en actitudes exhibicionistas y seductoras controladas hacia los hombres, en un esfuerzo por dominarlos y explotarlos, lo que gratifica las necesidades sexuales de la mujer y la protege de la envidia.
Con bastante frecuencia, las mujeres narcisistas aceptan como un partenaire estable a un hombre al que consideran «lo mejor», buscando en una relación inconsciente de «gemelos heterosexuales» que representa la solución a la envidia inconsciente a los hombres. Esto puede conducir a lo que parece una relación masoquista, en el sentido de que estas mujeres tienden a desvalorizar a un hombre en cuanto él responde a ellas; permanecen fijadas a hombres distantes cuya misma inaccesibilidad permite que su idealización subsista sin cuestionamientos y los protege de la desvalorización. Algunas mujeres severamente narcisistas mantienen alianzas autodestructivas prolongadas con hombres extremadamente narcisistas cuyo poder, fama o talento poco comunes les da el aspecto de figuras masculinas ideales. Otras mujeres narcisistas, más exitosas desde el punto de vista social, se identifican plenamente con esos hombres idealizados, se experimentan inconscientemente como la verdadera inspiración de ellos y a veces terminan gobernando sus vidas.
Algunas mujeres narcisistas combinan la búsqueda de un hombre ideal con una igualmente intensa desvalorización del partenaire, lo cual las lleva a pasar de un hombre famoso a otro; no obstante, otras mujeres encuentran que ser el poder detrás del trono gratifica las necesidades narcisistas y compensa la envidia inconsciente a los hombres. «Mientras que la promiscuidad sexual en los hombres es en gran medida de tipo narcisista, la promiscuidad sexual de las mujeres puede ser de origen narcisista o masoquista».


Los tres órdenes de Jacques-Marie Émile Lacan: R. S. I.

Jacques-Marie Émile Lacan fue un psicoanálista que hizo un estudio concienzudo sobre las ideas de Sigmund Freud, combinándolo con elementos de otras disciplinas como la lingüística y la antropología, para aportar nuevos elementos y términos de ayuda al explicar el funcionamiento de la psique.
Lo que aporta Lacan es una teoría sobre la existencia de tres órdenes que forman parte de la psique: Real, Simbólico e Imaginario.
Empecemos por preguntarnos ¿A qué se refiere Lacan con esos tres órdenes? Para decirlo en términos llanos, se trata de tres registros que forman parte de la psique y determinan la forma de constituirse. Se debe tener en cuenta que el psicoanálisis no remite a cuestiones orgánicas, es decir, los tres órdenes no son elementos que formen parte de nuestro cerebro, sino que más bien se trata de una especie de metáfora o símil para explicar la psique. En este sentido, está más cerca de la filosofía que de la medicina. Por ejemplo, cuando un sujeto come, por un lado, se encuentra la comida como tal, la parte objetiva del acto, es decir, los alimentos introducidos en la boca para posteriormente ser deglutidos y digeridos. Por otro lado, se encuentra el significado profundo del comer: convivir con otras personas, paladear un platillo, etcétera. Finalmente, junto a estos dos, existe una tercera dimensión desconocida: una sensación interior que no es posible exteriorizar.
Ahora bien, el orden imaginario es así llamado por su referencia a una imagen especular. Imaginario no debe malentenderse como sinónimo de imaginación, no se trata de una fantasía como tal en el lenguaje coloquial, sino que se refiere a una imagen externa, diferente del sujeto.
Esta imagen externa tiene particular importancia por la identificación que el sujeto hace con ella. En su artículo “El estadio del espejo” Lacan aborda el aspecto de la identificación con lo externo y el nacimiento del registro imaginario, esto es, con la imagen, sea visual, auditiva u otra, que el niño percibe del mundo.
Cuando alguien nace, está desvalido, necesita de otros para sobrevivir. Las personas que rodean y cuidan al infante, cautivan su atención, el niño se siente fascinado por estas “imágenes” que forman parte de su mundo. En la visión del bebé, las imágenes no tienen las mismas limitaciones que él, por ejemplo, pueden moverse con mucha más agilidad o pueden resolver problemas que él no.
Para suplir y superar su propio desamparo, el niño empieza a imitar lo que ve fuera, es decir, toma lo observado en las imágenes y lo introyecta, lo hace propio, en otras palabras, forma una identificación con ellas. Las imágenes exteriores ahora se encuentran dentro del niño y forman el llamado orden imaginario.
El Yo, uno de los elementos de la teoría freudiana, se forma a raíz de la identificación con la imagen exterior. Por ello, explica Lacan, el Yo siempre será una instancia ajena, y sobre todo, siempre intentará completar y totalizar. El Yo es precisamente esa parte de nuestra psique que intenta dar una respuesta y una justificación, es la parte que no puede lidiar con los desconocidos. No hay que olvidar que se toman imágenes completas, sin limitación, para identificarse, por lo que el Yo propio será también una instancia que busque eliminar las limitaciones y faltas.
Continuamos con el orden simbólico se refiere, por decirlo de una manera simple, a la parte metafórica del mundo, al significado profundo detrás de una acción, al por qué de hacer esto o lo otro. Por ejemplo, un sujeto gusta de comer panecillos de mantequilla todos los días porque eso le recuerda al amor y sensación de protección que tenía cuando era niño. Añadiremos que el orden simbólico está íntimamente relacionado con el lenguaje y con las teorías de Claude Lévi-Strauss sobre las redes y leyes simbólicas de una sociedad.
Para empezar con el lenguaje, Lacan hace hincapié en la diferencia entre significante y significado. El primero, significante, se refiere a una imagen acústica de una palabra, mientras que el segundo es el objeto al que se refiere una palabra. Por ejemplo, en la palabra libro, el significante sería la palabra mientras que el significado se refiere a un objeto con páginas e información dentro de él.
A diferencia de lo que sucede en la lingüística, para Lacan la relación entre significante y significado no es fija, sino variable. Un significante puede adquirir un significado diferente para cada sujeto por su única e irrepetible experiencia de vida. Al decir árbol, por ejemplo, cada quién imagina un árbol diferente, no todos pensarán en la misma clase, por lo que no siempre remite al mismo significado.
Un significante no sólo lleva a diferentes significados para cada sujeto, más aún, muchos significantes se conectan a otros significantes creando una red de significantes diferente en cada sujeto.
En un psicoanálisis, la asociación libre sigue las «cadenas de significantes» de un sujeto hasta desembocar en el origen de su psicopatología.
Pasando ahora a las redes simbólicas, cuando un niño nace entra a la red simbólica que han creado los padres. Los padres tienen una cierta expectativa de sus hijos, esperan que hagan y piensen de una forma en particular. Su forma de educar y de conducirse con su hijo es acorde a las expectativas que tenían sobre él aún antes de su nacimiento. Por ejemplo, desean que su hijo cuando crezca sea un famosos futbolista, por lo que desde la cuna lo rodean de balones, guantes de portero, etcétera.
Y por último tenemos lo real, es el tercer elemento y quizá el más complejo de los tres. Empecemos por decir que no se debe confundir “real” con “realidad”, pues para la teoría psicoanalítica tiene otra acepción, ¿Cuál? Lo real es aquello que no forma parte de lo simbólico ni de lo imaginario: es un resto, algo que está ahí pero no se entiende, no tiene explicación y tampoco se puede explorar.
Lo real es el “resto” el elemento interior que no tiene una imagen especular pero tampoco puede ser hablado o exteriorizado por una palabra, digamos que esta presente pero es imposible formularlo. Está, por lo tanto, excluido de la realidad exterior, pero eso no significa que no tenga efectos profundos y de manera continua en la la psique.


Precisiones sobre el falo en psicoanálisis.

Jacques-Marie Émile Lacan dice en el Seminario 23, que: “Cuando uno se cree macho es porque se tiene un pequeño cabo de cola (pequeño cabo de cola es sinónimo de pene) Es decir, que para creerse macho no alcanza con tener ese pequeño cabo de cola entre las piernas, y agrega: “El falo es la conjunción de ese parásito, el pequeño cabo de cola en cuestión, con la función de la palabra”. Por lo que se trata que el pene responda al “significante” cuando la excitación se puede lograr con el pensamiento, esto es lo que nombramos «falo» desde el punto de vista del psicoanálisis.
Ahora bien, para que el falo esté inscripto no alcanza con que alguien tenga un pene, hace falta que ese órgano responda de cierta manera a la palabra. Entonces, la inscripción del falo coincide, de alguna manera, con esa relación entre un órgano y la palabra, que es lo que Lacan después llamó “hacer de un órgano un instrumento”.
Hacer de un órgano un instrumento responde a estas características, a que el órgano pueda ser utilizado como una herramienta, en este caso podría ser para relacionarse con el otro sexo. Hay que ver toda la sintomatología masculina respecto del órgano, cuando eso no funciona de acuerdo a lo que ese hombre pretende del órgano, es decir, cuando no se excita en el momento en que, según el portador, debería excitarse o cuando deja de excitarse y espera que se excite, etcétera. Toda la sintomatología está puesta —siempre y cuando se trate de una neurosis— en términos de que no responde a la palabra. Hay toda una cultura masculina de la relación que mantiene cada hombre con su pene, por decir cuando se expresa: “Justo en el momento que lo necesitaba, no respondió”.
La vida cotidiana muestra que los hombres tienen una relación muy peculiar con su “instrumento” y no se muestra con alguna otra parte del cuerpo. Para el hombre su “instrumento” es como si fuera su amigo, incluso se dirigen a su miembro viril como si se tratase en tercera persona: “No obedece”, “me ha dejado en vergüenza”, “se desempeño muy bien”, “en ocasiones se alborota sin razón alguna”, etcétera; es como si se tratara de un «ser independiente» que vive entre sus piernas, algunos les ponen hasta un sobrenombre: Esta noche cena “Pancho”, “juguetón”, “travieso”… A esto se le nombra la «inscripción del falo», es decir que el órgano empiece a responder a la palabra.
Por otra parte, Lacan plantea que para acceder al otro sexo es necesario pagar el precio de la pequeña diferencia, y dice: “…que pasa engañosamente a lo real por el intermediario del órgano”. Y más adelante agrega que un “…órgano no es instrumento sino por intermedio de esto en lo que todo instrumento se funda, es que es un significante”.
Habría así una diferencia entre lo que llamamos un órgano y un instrumento, en tanto el órgano deviene instrumento en su conexión con el significante. En este punto es que Lacan avanza y propone que el transexual es, en tanto significante, que no quiere más de esto (lo que le tocó en suerte) y no en tanto órgano. Cometiendo el error —dice Lacan— “error común”, de no querer ser “significado del falo por el discurso sexual”. El error es entonces, querer forzar el discurso sexual, en tanto simbólico, en un pasaje a lo real, es decir, forzarlo por la via de la cirugía, o sea la reasignación sexo-genérico.
Hay un error común —continúa este autor— en confundir lo real del órgano con su articulación al significante en tanto instrumento, que se denota drásticamente en los transexuales; con las consecuencias funestas que, a nivel subjetivo, traen regularmente dichas cirugías a los transexuales. En relación a ese error común y las consecuencias que puede acarrear, se debe dilucidar las diferencias entre órgano e instrumento, entre pene y falo. Es decir, que el falo tenga la imagen preponderante del pene es un hecho que, por supuesto lo destaca Sigmund Freud, pero no es el primero en hacerlo, es un hecho que está históricamente insertado en la cultura, en la antigua Grecia cuando se veneraba al falo se le representaba como un pene obviamente erecto. Es decir, que no es algo que inventa Freud sino que lo encuentra en esa civilización, como en casi todas las culturas ancestrales se veneraba al pene erecto. Llegado a este punto surge la pregunta ¿Cuál es la razón de esa ligazón entre pene y falo? ¿Por qué la pregnancia de esa imagen del pene erecto sobre el falo? Por decir, cuando se adoraba al dios de la fertilidad, se lo veneraba con esa imagen. O sea, la posibilidad de que se trate de un órgano que tiene la capacidad de erección es crucial para que el pene se enlace al falo. Es la idea que está muy presente en Freud y es lo que le hace pensar que el clítoris también puede hacer las veces de falo. Él lo liga directamente con esta posibilidad de la detumescencia y la tumescencia, es decir, con la alternancia que implica un órgano que tenga la capacidad de erección. Vean cómo lo dice Freud: “Esta parte del cuerpo que se excita con facilidad —parte cambiante y tan rica en sensaciones— ocupa en alto grado el interés del niño”.
Lacan en el Seminario 4 dice que el “…el falo, no es el aparato masculino en su conjunto, es el aparato genital masculino exceptuando su complemento, el escroto por ejemplo […] la imagen erecta del falo. Esto es lo fundamental, sólo hay una”.
¿Por qué la erección es un rasgo que permite identificar al falo? Es crucial para entender muchísimas cosas de la enseñanza de Lacan y de la obra de Freud.
Lacan señala que el falo es más importante por su ausencia que por su presencia, pero ¿Qué interés tiene esto para el psicoanálisis? Porque estádirectamente ligada a la castración.
¿Cuándo el infante entra al Complejo de Castración? Cuando se topa con la ausencia de falo. Podemos invertir la cuestión, si estamos en la premisa universal del pene, alli no hay ninguna castración, porque la premisa dice: “Todos lo tienen”. Es decir, que allí aún no está instalada la castración, es la premisa básica de la que uno parte para que después se instale la castración. Por esto Lacan dice que es más importante por su ausencia que por su presencia. De modo, que es a partir de su ausencia que se instala la castración en tanto tal. Por consiguiente lo fundamental del falo es la alternancia entre presencia y ausencia, sino no tendría el valor que tiene en la estructura. Sin embargo, uno podría seguir preguntándose ¿Por qué el pene tiene pregnancia imaginaria sobre el falo? Así lo plantea Lacan en el Seminario 3, y termina respondiendo varios seminarios después, con el argumento de que la característica esencial del falo, en términos simbólicos, es la de indicar la ausencia, y aquí afirma que: “…el falo es más significativo por su caída que por su presencia”.
Por lo tanto, el avance siguiente, ya no tan explícito, es articular la presencia y ausencia simbólica del falo a la alternancia real de la tumescencia y detumescencia del pene. Es decir, que lo simbólico del falo, en tanto ausencia y presencia, se articula a lo real del pene en tanto tumescente y detumescente. Así se entiende cuando Lacan enuncia que: “…la detumescencia, en el macho, ha engendrado esta convocatoria de tipo especial que es el lenguaje articulado”.
Resumiendo en los “Tres Registros” (Real, Imaginario y Simbólico) podemos señalar que si en lo real hay un órgano que tenga la alternancia real de la detumescencia y la tumescencia, eso encaja con lo imaginario con la alternancia simbólica de la presencia y ausencia.
Es un hecho real que ese órgano tenga la posibilidad de la detumescencia y la tumescencia y esta es una alternancia que, a partir de que estamos en el lenguaje y, especialmente, para la neurosis, es leído como ausencia y presencia de falo. Es decir, que es esta capacidad de que sea un órgano eréctil lo que produce esa pregnancia imaginaria sobre el falo. Consecuentemente, y a partir del Complejo de Edipo, esa alternancia del órgano es leída como «falo-no falo», o como «presencia-ausencia».


Casanova, el suspiró de la mujer.

“…el amor conjuga la falta de esperanza con la seducción de una única felicidad. La desesperanza es un lóbrego callejón sin salida, un irreparable incontenible, una exasperación de lo imposible, mientras el amor es una desesperanza hacia el futuro, abierta a la felicidad”. Émile Michel Cioran.

Casanova más que colocarse como partenaire, se muestra como un amigo al cual las mujeres le hacen sus confidencias más íntimas y por medio de esas revelaciones les «enseña» a disfrutar de sus cuerpos; a través de su discurso y sus acciones les da el valor para afrontar sus inhibiciones y alcancen su plenitud sexual. Casanova nunca promete nada en el ámbito erótico, para él ponerlo en práctica es lo mejor.
Casanova se enorgullece que su arte amatorio está destinado casi en su totalidad a brindarle placer a su partenaire; si con eso ella es feliz, él también lo es.
Casanova despliega todos sus dones sexuales, no únicamente con la finalidad que el placer sea mutuo sino más bien en un intento que ella “aprenda” para que lo practique el resto de su vida (Casanova sabe de antemano que sus relaciones no son permanentes), esas enseñanzas liberan la sexualidad de ellas y en consecuencia su deseo se incrementa ¿Será esta razón por la cuál cada pareja que ha poseído queda tan agradecida con él? Ninguna le guarda resentimiento alguno.
Sus seducciones no son para acumular una lista de conquistas sino para experimentar diferentes formas de placer; a Casanova le gusta intuir sobre la multitud de inhibiciones sexuales que padece su pareja, y al encontrar la respuesta, se las dice.
¿Será por eso que ellas buscarán que otras mujeres que también disfruten de Casanova? La hermana mayor lo cede a la hermana menor, la madre a la hija, la amiga a la amiga. Cada mujer empuja a la otra hacia los brazos de Casanova; mientras que Don Juan, cada mujer seducida, pone a la otra en guardia contra él.
Casanova siempre se conduce con sinceridad con sus parejas, en cambio Don Juan miente, les promete amor eterno, casamiento… y no lo cumple. Incluso finge mostrarse ofendido cuando ellas no le creen, y con eso, un vez más, se burla.
Casanova no es calculador ni frívolo, Don Juan lo es. Casanova se distingue por perder a sus parejas, no por acumularlas. Esta sería una de las diferencias centrales entre ellos dos.
Para Casanova si no hay placer sexual recíproco, es una relación de prostitución; es más, cualquier relación donde exista algún tipo de cálculo, ya sea por parte del hombre o la mujer, se están prostituyendo.
Casanova es amado por cada una de sus partenaires, y al último también es perdonado por ellas, al haberlas abandonado, quedan de alguna manera agradecidas por haberlo conocido.
Él se propone como alguien que nunca les causará ningún tipo de daño: “Yo estaba seguro de que conmigo ellas no corrían ningún peligro”; pero sobre todo se propone enseñarles de tener cuidado de hombres que podrían engañarlas o estafarlas sentimentalmente, como Don Juan lo ha venido haciendo.
La seducción de Casanova esta enfocada a que la entrega de la fémina sea plena, pero primeramente que ella reconozca el deseo que la habita en medio de esos juegos eróticos y dialécticos.
¿Cuál es la conclusión de la personalidad de Casanova? ¿Tal vez la deuda frente a la mujer-madre que le debe su ser? Él la siente desprotegida y debe salvarla.
Es posible que exista el «Síndrome de Casanova» donde desde una posición masculina no soporta ver sufrir a las mujeres a causa de su «carencia» anatómica (falo), que creen que ellos tienen «lo que a ellas les hace falta», y que por eso buscan ser calmadas y colmadas. ¿Cada pareja acaso simboliza la madre castrada?
A esos hombres que se colocan en los zapatos de Casanova, la fragilidad de las mujeres —esas que sufren mucho por los malos tratos— les provoca un deseo que los lleva a ofertar un placer sin límites en nombre de una deuda que nunca terminan de saldar. El Goce de Casanova se ubica más allá del placer que brindan y reciben, en nombre del amor al falo que ellos poseen y del que ellas están privadas. Una deuda ligada por lo tanto a ese «Goce Fálico» que garantiza y le brinda sentido a su vida.
Casanova jamás abandona a su partenaire, más bien nunca puede quedarse. Ellas no padecen por ese rompimiento porque lo que las unió a él, fue la libertad para amarlo.


El efecto de la mirada y la voz paterna.

"La vida del hombre se reduce a los ojos. No podemos esperar nada de él sin modificar la mirada". Émile Michel Cioran.

​Por medio del psicoanálisis se observa que en el destino de los hijos varones pesa más la voz del mandato paterno y en las hijas mujeres mucho más la mirada del padre. Hay un momento clave en la vida pulsional que es el pasaje a la adolescencia donde efectivamente «cae» la mirada del padre sobre la hija. En las vicisitudes de las neurosis, al padre le cuesta mirar a su hija adolescente en vías de transformarse en una mujer, desvía la mirada, hay un desvío de la mirada. La hija queda «caída» en una cuestión muy compleja, que hace al destino de la relación entre su narcisismo y su sexualidad. Por un lado busca la mirada del padre, y por otro lado la teme —estamos hablando de las vicisitudes de la neurosis.
Si la mirada del padre no funciona, ya sea porque se enceguece en exceso, o porque se vuelve en exceso esquiva, esto pesa de una manera determinada —desde la anorexia hasta la histeria— pasando por las actuaciones compulsivas u obsesivas de las jovencitas que se ocultan o sólo viven para «ser miradas». ¿Será acaso qué la histérica busca inconscientemente en los hombres aquella mirada que su padre le negó o esquivó hacia ella durante su adolescencia?


La seducción de Casanova.

Para Casanova percibir que las mujeres quedaban encantadas frente a sus atenciones y despliegues eróticos era el mayor de los goces, por eso, les brindaba regalos, halagaba su vanidad, engrandecia su belleza corporal, hasta les obsequiaba vestidos para posteriormente quitárselos en la alcoba.
Casanova dice: “He amado locamente a las mujeres, pero siempre preferí la libertad, de ellas y mía”. Aquí podemos deducir la sutileza con la que Casanova pone un límite para salir siempre victorioso, no es posesivo con sus parejas, para que ellas no lo sean con él. Casanova nunca exige, jamás solicita, el ambiente que propicia de libertad a su futura partenaire induce a que ella se entregue sin ambigüedad.
Las féminas seducidas por Casanova sienten la sinceridad de su pasión y ninguna se arrepiente de habérsele entregado. Casanova no provoca a su paso ningún tipo de conflictos, no provoca suicidios, ni provoca desilusiones. Deja marcas bienechoras, pero una en especial: ellas lo han amado sin haberse sentido jamás ni obligadas ni poseídas.
Casanova las he hecho sentir la fuerza que conlleva el sexo, lo natural que existe en el impulso sexual, y el placer que se pueden brindar sus cuerpos. Ellas pudieron sentir que existía un hombre para quien nada importaba cuando estaba con «ella», un hombre para el cual el sexo tenía una verdadera importancia y no como algo accesorio en la vida, tampoco presentaba insolvencia económica, y sobre todo, era soltero.
Casanova es un hombre cuyo deseo sexual es lo más intenso que sus partenaires han sentido en toda su vida, que se entrega sin reservas, él puede gastar todo su dinero, pero nunca se agotará su ardor.
Para Casanova ¿una es igual a todas? ¿Se puede llamar amor a esa libido corporal que se inflama frente a una mujer por el sólo hecho de serlo? Jamás es una en particular la que lo excita, cuando esta con su pareja mira a través de ella la pluralidad de las demás, es decir el universo femenino en su totalidad.
Casanova cuando seduce a una mujer, realmente está seduciendo a todas, a ese universo femenino; y cuando finaliza con ella, símbolicamente esta terminando de la misma manera, con todas.


La influencia de la cinematografía en el espectador.

¿Habéis contemplado el mar durante sus horas de hastío? Parece agitar las olas asqueado de sí mismo. Las expulsa para que ya no vuelvan más. Pero vuelven y vuelven sin cesar. Eso mismo nos pasa a nosotros. ¿Quién nos hace volver a nosotros mismos cuando más nos esforzamos en alejarnos? Émile Michel Cioran.

​La experiencia que brinda la cinematografía como fenómeno artístico provoca confrontar al espectador con su ambivalencia, evocando lo pulsional, provee objetos que recrean el «Goce» del sujeto y le permiten articularlo de nuevas formas, construyendo coyunturas y conformar su «cadena significante», dejándolo ante su vacío que le brinda la oportunidad de interrogarse sobre su verdad más profunda. Cuando esto ocurre, la experiencia trasciende lo “Imaginario” para completarse en lo “Simbólico”, durante este proceso el sujeto siente ambigüedad porque está elaborando nuevas articulaciones para encontrar el sentido. En este proceso, el sujeto espectador puede encontrar «significantes» intermedios que se asocien con su inconsciente, que le proveen nuevas formas de articulación para sus representaciones mentales reprimidas, llamándolas a la interpretación, a su desciframiento.
La experiencia audiovisual convoca al objeto, «causa de deseo», durante la narración. Dicho objeto tiene su fundamento en aquella experiencia alucinatoria que rememora la vivencia primaria de satisfacción, aquella huella mnémica que ha quedado impresa como una marca en el sujeto, marca que habla del objeto irremediablemente perdido, que ha condenado al sujeto a la insatisfacción al no encontrarlo.
Pero ¿De dónde proviene esa huella mnémica del objeto irremediablemente perdido?
Las primeras excitaciones sexuales provienen del cuidado materno en la niñez pero estas generan a su vez una necesidad de satisfacción mayor. La experiencia cinematográfica apunta al Goce autoerótico como fenómeno pulsional, ya que la sexualidad participa en todo momento en la vida psíquica del sujeto. Esta sexualidad se traza, entre otros elementos, a través de la satisfacción parcial ligada a las diferentes zonas erógenas (visual, olfativa, táctil, anal, oral…), en las cuales experimenta un incremento de excitación, que rememora placeres percibidos desde su más remota infancia.
Sigmund Freud indagó en sus estudios cómo el sujeto en su madurez intercala las vivencias de su niñez con fantasías que produce a partir del recuerdo de la experiencia; también sitúa a la pulsión sexual como un factor determinante para la estructura psíquica y sus perturbaciones.
Por su parte Jacques-Marie Émile Lacan señala que la pulsión realiza un circuito al bordear el objeto, para dar cuenta de la “no relación sexual”, creando con eso la “falta”.
La pulsión tiene un carácter plástico, que implica que puede ser moldeada y dirigida a un objeto cualquiera, cuya fijación se establece por la satisfacción brindada, lo cual evidencia la contingencia de este. Es en este punto donde se ubica la articulación de la experiencia cinematográfica con la realidad del sujeto espectador, donde lo conmueve al convocar la «falta» y evocar objetos pulsionales generadores de Goce, objetos mirada y voz, que están más allá de la fantasía, en el registro Real.
A través del lenguaje cinematográfico y la estructura narrativa, constituida a partir del vacío, se entabla el juego en el que el espectador se enfrenta con el deseo y su prohibición, al presentir de forma velada y evanescente el encuentro con el objeto que emerge de forma ilusoria evocando un efecto de llenado; éste aparece y desaparece para evocar la ilusión de completitud y la falta alternadamente, hasta crear la contradicción en aquello ambiguo que la experiencia revela; con ello incita el conflicto en el espectador al no poder significar la vivencia. El sujeto moviliza su fantasma en aras de encontrar un efecto tranquilizador; aquella mirada del film que interroga encuentra respuesta en la estructura fantasmática del sujeto, lugar también donde opera la interpretación.
Dar cuenta de un recorrido por la experiencia cinematográfica para develar aquello que de ella conmueve al espectador, apunta a interrogarnos por la interpretación y por el lugar a dónde esta va dirigida.
El efecto mágico que nos envuelve la experiencia cinematográfica se refiere al poder que tiene el arte para suscitar cosas extraordinarias de forma ilusoria, característica concerniente al estatuto del arte que se ubica en el registro Real, al evocar objetos a que llaman al Goce del sujeto y lo destituyen de su cadena asociativa al recrear su presencia y al mismo tiempo el vacío.


Los obstáculos para la cura del toxicómano.

“La vida únicamente merece ser vivida por las delicias que florecen sobre sus ruinas”. Émile Michel Cioran.

Para el toxicómano todo refugio, toda ayuda amenaza transformarse en una trampa mortal; sin duda alguna el psicoanálisis también corre la misma suerte.
Regularmente las sesiones, sean en grupos de ayuda o de tipo psicoterapéutico, el toxicómano desafía casi todo el tiempo con interrumpir el tratamiento. Muchos de ellos ni siquiera tienen la más remota conciencia del por qué están ahí.
Esta amenaza de suspender las sesiones, es resultado de la angustia que está implícita en la «cura», al tener que recordar los deprimentes episodios de su infancia, adolescencia o edad adulta; aunado al sentimiento de dependencia que pudiera provocar el psicoanálista o algún miembro del grupo de ayuda. Dependencia que es mucho más temida por ser menos manipulable que la sustancia tóxica, por lo cual es sentida como una amenaza; está amenaza provoca odio en el toxicómano que a su vez se transforma en un miedo inconsciente que provoca la sensación de destrucción de sí mismo. En este contexto, es evidente que la función del tóxico es borrar o eliminar cualquier grado de malestar que se le presente, esto es, volverse amnésico ante la realidad.


El origen del Ello no pertenece a Sigmund Freud sino a Friedrich Wilhelm Nietzsche.

Aunque el término «Ello» es utilizado ampliamente por Friedrich Wilhelm Nietzsche* —y como uso impersonal, en el idioma alemán—, es difundido precisamente por Georg Groddeck. En la correspondencia de éste último con Sigmund Freud lo utiliza con anterioridad a la publicación del libro “El yo y el ello”. No obstante existen algunas diferencias entre la concepción del Ello en Groddeck y en Freud.
Para Freud, el Ello es un reservorio de energía, de donde proceden las pulsiones de vida y de destrucción. Es, pues, pulsional, no organizado, y la ulterior organización de los mismos ha de proceder de su diferenciación por el «Yo». Lo que supone el enriquecimiento del inconsciente por el Ello, lo cual estriba en el hecho de que ya no es sólo reprimido, sino algo con vida propia, capaz de determinar la existencia del Yo.
En Groddeck el Ello tiene una amplitud mayor. No es sólo libido y destrudo (El término «destrudo», sugerido por Eduard Weis, aunque no es generalizado para la pulsión destructiva, se usa del mismo modo que «libido» representa la pulsión antagónica, de carácter erótico), además es teleonómico*.
Aparte de mostrar una perfecta asimilación de la doctrina analítica, hay en Groddeck una audaz utilización de la hipótesis al servicio de la psicopatología interna. Habría que proceder a un análisis comparativo de los resultados de la actual patología psicosomatica para aprehender toda la enorme capacidad intuitiva de Groddeck al respecto. Todo el proceso de la enfermedad es concebido como un acto de conversión, al modo como, con mayor prudencia, se habría de imaginar que ocurre en las neurosis de conversión. La enfermedad es, en este contexto, una creación del enfermo. Y asimismo la tendencia a los accidentes (una de las observaciones más ilustrativas de la psicosomática de hoy). El órgano enfermo es imaginado como una protesta del Ello frente a lo que se le exige hacer.

*Teleonómico:es un término ideado por Jacques Monod​ que se refiere a la calidad de aparente propósito y de orientación a objetivos de las estructuras y funciones de los organismos vivos, la cual deriva de su historia y de su adaptación evolutiva para el éxito reproductivo. El término fue acuñado por Monod por contraposición al de teleología (aplicable a finalidades que son planeadas por un agente que pueda internamente modelar o imaginar varios futuros alternativos, proceso en el cual tiene cabida la intención, el propósito y la previsión), libro “El azar y la necesidad”.
Un proceso teleonómico, sin embargo, como podría entenderse por ejemplo la propia evolución, da lugar a productos complejos sin contar con esa guía o previsión. La evolución comprende en gran parte la retrospección, pues las variaciones que la componen efectúan involuntariamente “predicciones” sobre las estructuras y funciones que mejor pueden hacer frente a circunstancias futuras, participando en una competición que elimine a los perdedores y seleccione a los ganadores para la generación siguiente.
A medida que se acumula información sobre las funciones y las estructuras más beneficiosas, se produce la regeneración del entorno mediante la selección de las coaliciones más aptas de estructuras y funciones. La teleonomía, en ese sentido, estaría más relacionada con efectos pasados que con propósitos inmediatos.

Cita:”Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: «cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición “yo pienso” obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, –por ejemplo, que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto causado por un ser que es pensado como causa, que existe un “yo” y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar– que yo sé qué es pensar. Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría  yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez “querer” o “sentir”? En suma, ese “yo pienso” presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que ya conozco en mí, para de ese modo establecer lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un “saber” diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una “certeza” inmediata.»– En lugar de aquella «certeza inmediata» en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: «¿De dónde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo, e incluso de un yo como causa, y, en fin, incluso de un yo causa de pensamientos?» […].
En lo que respecta a la superstición de los lógicos: yo no me cansaré de subrayar una y otra vez un hecho pequeño y exiguo, que esos supersticiosos confiesan de mala gana, –a saber: que un pensamiento viene cuando «él» quiere, y no cuando «yo» quiero; de modo que es un falseamiento de los hechos decir: el sujeto «yo» es la condición del predicado «pienso». Ello piensa: pero que ese «ello» sea precisamente aquel antiguo y famoso «yo», eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una «certeza inmediata». En definitiva, decir «ello piensa» es ya decir demasiado: ya ese «ello» contiene una interpretación del proceso y no forma parte de él. Se razona aquí según el hábito gramatical que dice «pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia». Más o menos de acuerdo con idéntico esquema buscaba el viejo atomismo, además de la «fuerza» que actúa, aquel pedacito de materia en que la fuerza reside, desde la que actúa, el átomo; cabezas más rigurosas acabaron aprendiendo a pasarse sin ese «residuo terrestre», y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño «ello» (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo)”. Más allá del bien y del mal. Friedrich Wilhelm Nietzsche.


La dificultad de algunas mujeres para consumar el placer sexual.

Más allá de la creencia popular que Don Juan o Casanova pueden seducir a cualquier mujer, esto resulta ser falso. Realmente logran conquistar únicamente aquellas mujeres afectadas por algún tabú o con ciertas características del carácter porque son estas féminas las que los atraen irresistiblemente. Entre estos rasgos pueden ser féminas poco experimentadas en la sexualidad, vírgenes, mujeres desdichadas en el amor, recién divorciadas o separadas, etcétera. Para este tipo de sujetos las mujeres no son «todas» sino únicamente las que portan estos rasgos, psicoanalíticamente hablando.
En algunas ocasiones, tanto Casanova como Don Juan albergan la íntima idea —sólo con algunas mujeres— que su honor y reputación es incompatible con el deseo sexual que puedan experimentar y/o manifestar ellas. A modo de comentario podemos señalar lo que representa el tabú de la virginidad en la actualidad desde una posición masculina: el «valor» o la desvalorización que le brinda el hombre a su partenaire, consciente o no existe una predisposición a encontrar a la amada inmaculada, esto está íntimamente vinculado al fantasma inconsciente depositado en todos los hombres (varones): la madre-virgen y la madre-puta.
Ahora bien, desde Lucrecia en adelante, la matrona romana violada que eligió morir cuando perdió su honor por ser la «señora de», aquí se plantea una cuestión interesante, que incluye la defensa de la virginidad o de la castidad pero no la defensa del nombre propio, lo que autoriza a pensar que la virginidad-castidad-fidelidad es esa marca paterna, el lugar donde la mujer se reconoce como «hija de», o «esposa de». El psicoanálisis avala esta incompatibilidad entre la «defensa del honor del nombre» por parte de una mujer y su placer sexual. Cuando lo que está privilegiado es el ser hija o esposa «de», suelen presentarse síntomas o inhibiciones en la esfera del placer sexual, sobre todo con su pareja —en ocasiones la infidelidad es la única manera de librarse de esa marca paterna— esta marca se traduce en frigidez, vaginismo, repulsión a los hombres… distintas sintomatologías que pueden llegar a la renuncia del placer sexual «en nombre de».
Cuando el nombre femenino se afirma en la genealogía y reivindica filiación, «soy hija de», es decir, «pertenezco a mi padre», habría incompatibilidad con el placer sexual, razón por la cual necesita de esa pérdida de identidad de hija para consumar dicho placer. Para una mujer la pérdida del nombre (del padre) en tanto ley implicaría uno de los modos de acceso al placer sexual. En ese sentido Don Juan, Casanova o cualquier amante masculino pone de relieve este hecho: “Para que la mujer en estas circunstancias pueda desear a un hombre tienen que renunciar a: «soy hija de» o «soy esposa de»”. La relación entre nombre y falo para el hombre es una «relación simbólica», para una mujer es una «relación imaginaria».


La agresión mutua en la relación de pareja.

El concepto de trama interfantasmático reformula las concepciones tradicionales de fantasia y/o fantasma, centradas en lo intrasubjetivo. La «trama inter» toma como modelo el psiquismo como un sistema abierto con procesamientos en continuidad con el otro; sin desconocer las determinaciones internas, adoptando un punto de vista muy diferente de las concepciones reduccionistas para las cuales la fantasía parecería tener una génesis propia a partir de la pulsión.
La articulación, discontinuidad y coalescencia de dos mundos fantasmáticos constituye una única trama interfantasmática.
Un ámbito que ilustra en su máxima vigencia la utilidad del concepto de «trama inter» es el mundo fantasmático madre-hijo: ambos se influyen y determinan recíprocamente y para entender lo que sucede en un polo debe considerarse también lo proveniente del otro. Para cada uno, el otro es un objeto exterior y ajeno pero al mismo tiempo interior, es decir como un cuerpo extraño dentro. Según la perspectiva y detalle con que se analice la «trama inter», se ve la coalescencia o la discontinuidad entre las escenas fantasmáticas individuales. De manera generalmente más atenuada, en todo vínculo sucede algo de lo que ocurre entre la madre y el hijo.
La trama interfantasmática no debe entenderse a la manera de una entidad separable, cosificada y autónoma de los otros procesos que se verifican en el ámbito humano de las fantasías.
Sigmund Freud construyó conceptos que son recortes aptos para entender este ámbito desde la perspectiva intrasubjetiva: fantasía, fantasma, fantasma originario. La trama interfantasmática es un concepto-recorte apto para estudiar el fenómeno de la fantasías desde la perspectiva intersubjetiva. Es una herramienta que da cuenta de una parcialidad en una totalidad compleja y que ayuda a comprender muchos funcionamientos psíquicos en los conflictos de pareja. ¿Qué queremos decir con todo esto? Es frecuente que acudan parejas a solicitar ayuda por la agresión que se suscita dentro de su relación. Una escena habitual es cuando él relata momentos de convivencia familiar donde su pareja lo minimiza verbalmente delante de los demás, lo desvaloriza como un padre débil y que no tiene un acercamiento adecuado con los hijos; la postura de ella provoca fantasías de impotencia en él. En respuesta el marido descalifica cualquier tipo de feminidad atractiva en ella, en consecuencia está situación termina en una escalada de agresión recíproca. En ocasiones basta una mirada, una mueca, algún gesto por parte de alguno de ellos para provocar la misma situación.

*Coalescencia: Es la posibilidad de que dos o más materiales se unan en un único cuerpo.




El consumo de la sustancia tóxica durante el psicoanálisis.

El consumo continuo la sustancia tóxica persistirá casi siempre en la «cura» hasta que algunos «objetos pulsionales» no hayan sido elaborados suficientemente. Por lo tanto habría que invertir la perspectiva: “No es la droga como objeto la que impide que se instaure una relación trasferencial ­salvo si el psicoanálista la percibe como ­si se tratara de una competencia­, sino que una operación del «farmakon» sigue siendo requerida casi siempre, porque subsiste el miedo de una captación destructiva en esta relación”.
No se trata en consecuencia de empecinarse en someter a una ­deshabituación física al toxicómano porque en tal caso habría confusión de registros simbólicos. Más bien se trata de trabajar sobre el puesto de la sustancia tóxica dentro de la relación con el psicoanálista. En las instituciones asistenciales no es raro que toxicómanos a quienes se declaró «curados» porque habían obedecido a un principio de abstinencia durante un período muy prolongado mueran de pronto en un «accidente inverosímil» o incluso lleguen al suicidio.
La prohibición dictada por un psicoterapeuta, sobre todo cuando se trata de sujetos psicóticos puede ser entendida como la existencia de un sacrificio que induce al paciente a «pasar al acto». Un sometimiento a las exigencias de un «encuadre» psicoterapéutico no revela entonces más que una forma de ­aspiración en una captación de tipo materno y no opera remisión alguna a una ley simbólica.


El empequeñecido mundo del toxicómano.

En los toxicómanos la capacidad de soñar, dormir y expresarse por medio de la palabra hablada se han empequeñecido en tanto que el sujeto vaga como un sonámbulo despojado del tiempo. Lo que entonces puede ocurrir en los primeros momentos del encuentro recuerda sin duda la imagen de un «fort-da»* que toma al psicoanálista como carrete. O más bien es esto lo que instaura progresivamente las dimensiones de la ausencia y de la presencia. Pero, entretanto, el toxicómano se hace desaparecer en la operación del «farmakon» y hace desaparecer al psicoanálista, sin que un ­hilo pueda todavía unir el carrete-­analista con el cuerpo del toxicómano.
El psicoanálista tiene que modificar en este caso su práctica, no según el modo de intervenciones puramente adaptativas que restablezcan una comunicación dual sino ajustando, por ejemplo, el ritmo y el horario de las sesiones de manera que se pueda escenificar un ir y volver. Que en un primer tiempo, el sujeto pueda utilizar las llamadas telefónicas parece algo apropiado. Pero resulta evidente que es muy difícil y hasta imposible conducir ese trabajo preliminar si el toxicómano no cuenta además con algún apoyo especial en el círculo familiar, un grupo de ayuda o una institución de salud mental.

*fort-da: “El niño tenía el habito molesto de arrojar, lejos de sí, todos los objetos que se hallaban a su alcance… Al fin caí en la cuenta que se trataba de un juego”. Sigmund Freud.
Luego que Freud mencionó como tal, a partir de la observación hecha de “un hábito molesto” que tenía su pequeño nieto Ernest, de apenas 18 meses, dejando testimonio en su obra “Mas allá del principio del placer”.
Los psicoanálistas que trabajan con niños conocen del valor que tiene el juego del «fort-da» en la clínica con infantes. Es un momento divisorio: hay un antes y un después en la constitución de un sujeto a partir de la instalación del fort-da y del uso de ese par significante.
El fort-da resulta de arrojar un carrete, y posteriormente reencontrarlo jalando del hilo, esto significa constituir un espacio, fundarlo, y es un gran logro que supone tolerar la espera, y renunciar a la satisfacción pulsional inmediata, soportar la ausencia, simbolizar, hacer activo lo pasivo en el jugar.
El fort-da es un acontecimiento, y representa sin duda, un símbolo dentro de la clínica psicoanalítica con niños. Por último, quizás lo más importante, tal como enseña Jacques-Marie Émile Lacan, haciendo alusión al «foso» que queda producido, entre ese par significante que constituye el fort-da (aparecer-desaparecer). En ese foso se ubica la «causa del deseo», ese espacio que se funda y que, por quedar ubicado allí, como tal, promueve el «deseo», o sea volvernos «sujetos deseantes».


Toxicomanía, Otto Fenichel.

“No hay obra que no se vuelva contra su autor: el poema aplastará al poeta, el sistema al filósofo, el acontecimiento al hombre de acción. Se destruye cualquiera que, respondiendo a su vocación y cumpliéndola, se agita en el interior de la historia; sólo se salva quien sacrifica dones y talentos para que, liberado de su condición de hombre, pueda reposarse en el ser. «Si aspiro a una carrera metafísica, no puedo a ningún precio guardar mi identidad; debo liquidar hasta el menor residuo que me quede de ella»; mas si, por el contrario, me aventuro en un papel histórico, la tarea que me incumbe es exasperar mis facultades hasta que estalle con ellas. Siempre se perece por el yo que se asume; llevar un nombre es reivindicar un modo exacto de hundimiento”. Émile Michel Cioran.

​Otto Fenichel se pronunció en contra del tratamiento psicoanalitico de los toxicómanos fuera del centro de salud mental. ­No sólo porque el síntoma es acompañado del “Goce”, lo que suscita las mismas dificultades que en el tratamiento de las perversiones, sino que además la constitución narcisista de estos sujetos vuelve necesario un trabajo psicoanáIitico en las capas más profundas y su intolerancia a las tensiones impone «modificaciones de la técnica», por lo que resulta que no es el efecto químico de la droga el que debe ser combatido sino el anhelo mórbido de la euforia extraída de la droga.
El mejor momento para iniciar el psicoanálisis es la que coincide con la sobriedad o inmediatamente después; pero no hay que esperar que el sujeto se mantenga sin consumir la sustancia tóxica durante el tratamiento: si se le presenta la oportunidad, retomará el tóxico todo el tiempo que persista la resistencia al psicoanálisis. Esta es la razón por la cual los toxicómanos deben ser psicoanalizados preferentemente en una institución y no de manera ambulatoria. 
Posiblemente la toxicomanía resulta ser un tratamiento difícil porque el psicoanalista no sólo se enfrenta a un estado determinado sino a la combinación del aspecto psíquico y de la intoxicación somática que lleva a la confusión del umbral que las separa.
Si se trata de un toxicómano gravemente afectado, y por lo tanto no accesible al psicoanálisis, conviene, desde el comienzo del tratamiento o cuando el consumo del tóxico es descubierto durante el mismo, poner al sujeto bajo vigilancia y hacerle aceptar una internación. Si el toxicómano lo consiente el psicoanálisis puede continuar. No obstante, un «acting out» excesivo, susceptible de producir una crisis en el curso del tratamiento, sobreviene en los casos en que el sujeto periódicamente escapa al control.
El consumo de la sustancia tóxica se convierte en un “acting out” desde que surge la menor dificultad en el curso de la cura psicoanalítica, además se convierte en una resistencia a la “transferencia”.
La posibilidad de “curación” en estos sujetos es difícil a causa de su narcisismo, debilidad del Yo y la mitomanía que presentan, algo muy frecuente en ellos, y se reconoce ampliamente dentro del campo de la salud mental que la mitomanía es —en el adulto al menos— una contraindicación para el psicoanálisis.
Las dificultades del tratamiento de estos sujetos han sido señaladas por Gustav Bychowski, quien alertó a los psicoterapeutas entusiastas frente a las «cura» de la toxicomanía en la práctica privada: “Ello es posible sólo por excepción y constituye una prueba extraordinariamente dura para el psiquiatra y para los que rodean al enfermo”. Este autor aconseja utilizar una técnica psicoanalítica bastante modificada, es decir bajo la forma de una «­comunicación interactiva», y se remite a Robert P. Knight, a quien su práctica con alcohólicos crónicos mostró que lo que se llama: “Técnica Psicoanalítica Ortodoxa” no produce efecto en estos enfermos, agregando: “Ellos no pueden soportar la pasividad y la reserva impersonal del analista”.