En los hombres la relación que tuvieron con su madre durante la infancia continuará influyendo con sus partenaires de manera decisiva el resto de su vida, el odio y la envidia patológicos a las mujeres pueden convertirse en una fuerza inconsciente poderosa, que intensifica sus conflictos edípicos. El infante percibe a su madre como sexualmente tentadora y al mismo tiempo rechazadora, debido a la transformación de las frustraciones orales tempranas en una especie de agresión sexual (proyectada). Esa imagen amenazante de la madre intensifica a su vez los componentes agresivos sexuales, y alienta la disociación entre la excitación erótica y la ternura. Cuando estos hombres desean sexualmente a una mujer, sienten la experiencia como una repetición de la tentación temprana por parte de su progenitora, e inconscientemente odian a la mujer deseada. El odio puede destruir la capacidad para la excitación y generar inhibición sexual (disfunción eréctil, eyaculación precoz, eyaculación retardada). En casos menos severos, la idealización defensiva de la atracción sexual de la fémina conduce a una búsqueda intensificada de estimulación, excitación y gratificación sexuales, rápidamente seguidas por la depreciación de la experiencia sexual, la desvalorización de la mujer idealizada y el aburrimiento. La idealización intensa y defensiva de las mujeres y su rápida desvalorización como objetos puede dar lugar regularmente a la promiscuidad.
De esta dinámica deriva un amplio espectro de psicopatologías sexuales. Algunos hombres narcisistas presentan una inhibición sexual severa, miedo a ser rechazados y ridiculizados por las mujeres, por la proyección sobre ellas del propio odio inconsciente que les suscitan. Este miedo también puede llevar a una repugnancia intensa a los genitales femeninos —en la que convergen la envidia preedípica y la castración edípica— o bien, se produce una escisión radical: algunas mujeres son idealizadas y se reniega cualquier aspecto sexual relacionados con ellas, mientras que otras son percibidas como objetos exclusivamente sexuales, siendo posible la gratificación sexual y la libertad erótica, a expensas de la ternura o la idealización romántica. Esto lleva a una desvalorización autodestructiva de la intimidad sexual y a una interminable búsqueda de partenaires sexuales.
Algunos hombres narcisistas son capaces de mantener relaciones tiernas con mujeres de las que dependen, siempre y cuando inconscientemente las desvaloricen como partenaires sexuales. Sorprende que algunos hombres narcisistas severamente inhibidos, que temen a las mujeres y que pueden sufrir impotencia como expresión directa de ese miedo, en el curso del psicoanálisis lo moderan y se vuelven promiscuos. Están haciendo el «acting out» de la búsqueda de una relación amorosa y también de la necesidad de escindir de esa búsqueda su agresión inconsciente contra las mujeres. En contraste, los hombres narcisistas sexualmente promiscuos desde la adolescencia temprana a menudo presentan un deterioro gradual de su vida sexual al derrumbarse reiteradamente la idealización defensiva de las mujeres en entusiasmos amorosos breves.
Sus nuevos encuentros sexuales cada vez más parecen ser repeticiones de los anteriores; la erosión de la idealización defensiva y las decepciones acumulativas en la experiencia sexual pueden generar un deterioro secundario en su vida sexual: impotencia o eyaculación precoz regularmente, lo que los lleva a acudir al médico, o grupo de ayuda, o un especialista en la salud mental generalmente después de los cuarenta o cincuenta años de edad.
De esta dinámica deriva un amplio espectro de psicopatologías sexuales. Algunos hombres narcisistas presentan una inhibición sexual severa, miedo a ser rechazados y ridiculizados por las mujeres, por la proyección sobre ellas del propio odio inconsciente que les suscitan. Este miedo también puede llevar a una repugnancia intensa a los genitales femeninos —en la que convergen la envidia preedípica y la castración edípica— o bien, se produce una escisión radical: algunas mujeres son idealizadas y se reniega cualquier aspecto sexual relacionados con ellas, mientras que otras son percibidas como objetos exclusivamente sexuales, siendo posible la gratificación sexual y la libertad erótica, a expensas de la ternura o la idealización romántica. Esto lleva a una desvalorización autodestructiva de la intimidad sexual y a una interminable búsqueda de partenaires sexuales.
Algunos hombres narcisistas son capaces de mantener relaciones tiernas con mujeres de las que dependen, siempre y cuando inconscientemente las desvaloricen como partenaires sexuales. Sorprende que algunos hombres narcisistas severamente inhibidos, que temen a las mujeres y que pueden sufrir impotencia como expresión directa de ese miedo, en el curso del psicoanálisis lo moderan y se vuelven promiscuos. Están haciendo el «acting out» de la búsqueda de una relación amorosa y también de la necesidad de escindir de esa búsqueda su agresión inconsciente contra las mujeres. En contraste, los hombres narcisistas sexualmente promiscuos desde la adolescencia temprana a menudo presentan un deterioro gradual de su vida sexual al derrumbarse reiteradamente la idealización defensiva de las mujeres en entusiasmos amorosos breves.
Sus nuevos encuentros sexuales cada vez más parecen ser repeticiones de los anteriores; la erosión de la idealización defensiva y las decepciones acumulativas en la experiencia sexual pueden generar un deterioro secundario en su vida sexual: impotencia o eyaculación precoz regularmente, lo que los lleva a acudir al médico, o grupo de ayuda, o un especialista en la salud mental generalmente después de los cuarenta o cincuenta años de edad.
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