“Pensar en Dios sólo sirve para morir. No vamos hacia él de buen grado sino porque no nos queda otro remedio”. Émile Michel Cioran.
Si el psicoanálista no está en condiciones de curar la toxícomanía, en cambio es de su incumbencia señalar por dónde se insinúa la muerte frente al psicoanalizado. Algunos toxicómanos después de su sesión analítica o acudir a un grupo de ayuda, aumentan la ingesta de la sustancia tóxica, o bien, la consumen un día antes de asistir. Esta acción indica que el tratamiento recibido parece haberse vuelto dañino porque cada intervención, incluso el lugar donde se práctica resulta contrario a su propósito.
El toxicómano juega de continuo con su angustia, es decir una parte la padece y otra la proyecta en el psicoanálista o quien lo escucha en el grupo de ayuda, aunado al límite de su resistencia biológica.
Esto puede llevar al toxicómano a una “sobredosis” por lo que se debe intervenir mostrándole la manera en que esta utilizando la sustancia tóxica en la actualidad; que es contrario al fin que él mismo se propuso al comienzo, por consiguiente es preciso preguntarle ¿Qué sentido tiene continuar en esta dirección?
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario