Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

viernes, 4 de agosto de 2017

El empequeñecido mundo del toxicómano.

En los toxicómanos la capacidad de soñar, dormir y expresarse por medio de la palabra hablada se han empequeñecido en tanto que el sujeto vaga como un sonámbulo despojado del tiempo. Lo que entonces puede ocurrir en los primeros momentos del encuentro recuerda sin duda la imagen de un «fort-da»* que toma al psicoanálista como carrete. O más bien es esto lo que instaura progresivamente las dimensiones de la ausencia y de la presencia. Pero, entretanto, el toxicómano se hace desaparecer en la operación del «farmakon» y hace desaparecer al psicoanálista, sin que un ­hilo pueda todavía unir el carrete-­analista con el cuerpo del toxicómano.
El psicoanálista tiene que modificar en este caso su práctica, no según el modo de intervenciones puramente adaptativas que restablezcan una comunicación dual sino ajustando, por ejemplo, el ritmo y el horario de las sesiones de manera que se pueda escenificar un ir y volver. Que en un primer tiempo, el sujeto pueda utilizar las llamadas telefónicas parece algo apropiado. Pero resulta evidente que es muy difícil y hasta imposible conducir ese trabajo preliminar si el toxicómano no cuenta además con algún apoyo especial en el círculo familiar, un grupo de ayuda o una institución de salud mental.

*fort-da: “El niño tenía el habito molesto de arrojar, lejos de sí, todos los objetos que se hallaban a su alcance… Al fin caí en la cuenta que se trataba de un juego”. Sigmund Freud.
Luego que Freud mencionó como tal, a partir de la observación hecha de “un hábito molesto” que tenía su pequeño nieto Ernest, de apenas 18 meses, dejando testimonio en su obra “Mas allá del principio del placer”.
Los psicoanálistas que trabajan con niños conocen del valor que tiene el juego del «fort-da» en la clínica con infantes. Es un momento divisorio: hay un antes y un después en la constitución de un sujeto a partir de la instalación del fort-da y del uso de ese par significante.
El fort-da resulta de arrojar un carrete, y posteriormente reencontrarlo jalando del hilo, esto significa constituir un espacio, fundarlo, y es un gran logro que supone tolerar la espera, y renunciar a la satisfacción pulsional inmediata, soportar la ausencia, simbolizar, hacer activo lo pasivo en el jugar.
El fort-da es un acontecimiento, y representa sin duda, un símbolo dentro de la clínica psicoanalítica con niños. Por último, quizás lo más importante, tal como enseña Jacques-Marie Émile Lacan, haciendo alusión al «foso» que queda producido, entre ese par significante que constituye el fort-da (aparecer-desaparecer). En ese foso se ubica la «causa del deseo», ese espacio que se funda y que, por quedar ubicado allí, como tal, promueve el «deseo», o sea volvernos «sujetos deseantes».


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