Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

martes, 15 de agosto de 2017

El goce mortífero.

Jacques-Marie Émile Lacan cuando se refiere al Goce, nos habla de un Goce que resulta ser mortífero en el cual el sujeto está atrapado ya que siempre desea Gozar y cada vez más, lo que nos lleva a preguntarnos ¿En que momento se puede detener? En el Goce no existe la palabra «regulación», y su destino es, casi siempre, trágico.
Este Goce está presente en todos los sujetos pero puede observarse con mayor claridad en los toxicómanos, que se caracterizan por un estado sin discurso, donde se posicionan ante el otro como alguien sin palabras: mudo.
¿Qué significa esto? Antes de su entrada en lenguaje el sujeto sólo existe en el plano de la relación imaginaria, especular; alienado en el “Otro Materno”. Será ese primer encuentro el modelo a seguir el resto de su vida, donde la primera satisfacción se dará para colmar una necesidad puramente fisiológica (comer, defecar, dormir… un estado comparado casi a la omnipotencia, donde no hace falta nada).
Ahora bien, quedará un registro de esa primera satisfacción, pero no será hasta un segundo momento cuando presentándose nuevamente el displacer por cualquier circunstancia, el infante se vale de esa primera experiencia aspirando a satisfacer ahora su necesidad bajo una “idea alucinatoria”, provocando así un falló que pone en entredicho la imposibilidad de ser autosuficiente, instaurando en ese instante el «deseo». Abriendo la brecha entre la «satisfacción de la demanda» y «colmar un deseo» propiamente pulsional. Aquí encontramos la fuente inaugural de toda relación aun no dialéctica, pero que sin embargo pone al niño en la posibilidad de instituirse como sujeto hablante.
El deseo del sujeto alienado a la instancia puramente imaginaria, sometido al deseo del Otro, sólo podrá salir de esta relación a partir del lenguaje. Para el toxicómano este Otro vendría a ser sustituido por la sustancia tóxica, estableciéndose una relación. La adicción se convierte en una búsqueda infructuosa por esa primera relación madre-bebé pero al mismo tiempo bloquea la elaboración del duelo por la perdida ese “objeto primordial”.
Dicha sustancia parece responder mágicamente a todas las necesidades inmediatas del toxicómano evitando las tensiones internas y externas que se presentan a cada momento de su vida.
La sustancia se halla en estrecha
relación con aquella dependencia infantil pero seguramente también se actualiza con otras circunstancias que reafirman dicha dependencia.
El contexto donde se desarrolla el toxicómano están centrados todos sus intereses en esa dependencia donde se funde el sujeto con la(s) sustancia(s) tóxica(s) ya que regularmente estas van cambiando acorde a la disponibilidad, o bien consume múltiples sustancias al mismo tiempo.
El aislamiento social del toxicómano es lo que sobreviene y las nuevas formas de vincularse resultan ser cada día más complicadas. La disminución de los vínculos, la ausencia casi total del otro, puede ser percibida por el toxicómano como un “otro ajeno”, dejando de ser un semejante, volviéndose un completo extraño, o incluso visto como un perseguidor, por lo tanto toda relación se vuelve imaginaria y persecutoria producto del desconocimiento total del otro.







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