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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

viernes, 4 de agosto de 2017

La dificultad de algunas mujeres para consumar el placer sexual.

Más allá de la creencia popular que Don Juan o Casanova pueden seducir a cualquier mujer, esto resulta ser falso. Realmente logran conquistar únicamente aquellas mujeres afectadas por algún tabú o con ciertas características del carácter porque son estas féminas las que los atraen irresistiblemente. Entre estos rasgos pueden ser féminas poco experimentadas en la sexualidad, vírgenes, mujeres desdichadas en el amor, recién divorciadas o separadas, etcétera. Para este tipo de sujetos las mujeres no son «todas» sino únicamente las que portan estos rasgos, psicoanalíticamente hablando.
En algunas ocasiones, tanto Casanova como Don Juan albergan la íntima idea —sólo con algunas mujeres— que su honor y reputación es incompatible con el deseo sexual que puedan experimentar y/o manifestar ellas. A modo de comentario podemos señalar lo que representa el tabú de la virginidad en la actualidad desde una posición masculina: el «valor» o la desvalorización que le brinda el hombre a su partenaire, consciente o no existe una predisposición a encontrar a la amada inmaculada, esto está íntimamente vinculado al fantasma inconsciente depositado en todos los hombres (varones): la madre-virgen y la madre-puta.
Ahora bien, desde Lucrecia en adelante, la matrona romana violada que eligió morir cuando perdió su honor por ser la «señora de», aquí se plantea una cuestión interesante, que incluye la defensa de la virginidad o de la castidad pero no la defensa del nombre propio, lo que autoriza a pensar que la virginidad-castidad-fidelidad es esa marca paterna, el lugar donde la mujer se reconoce como «hija de», o «esposa de». El psicoanálisis avala esta incompatibilidad entre la «defensa del honor del nombre» por parte de una mujer y su placer sexual. Cuando lo que está privilegiado es el ser hija o esposa «de», suelen presentarse síntomas o inhibiciones en la esfera del placer sexual, sobre todo con su pareja —en ocasiones la infidelidad es la única manera de librarse de esa marca paterna— esta marca se traduce en frigidez, vaginismo, repulsión a los hombres… distintas sintomatologías que pueden llegar a la renuncia del placer sexual «en nombre de».
Cuando el nombre femenino se afirma en la genealogía y reivindica filiación, «soy hija de», es decir, «pertenezco a mi padre», habría incompatibilidad con el placer sexual, razón por la cual necesita de esa pérdida de identidad de hija para consumar dicho placer. Para una mujer la pérdida del nombre (del padre) en tanto ley implicaría uno de los modos de acceso al placer sexual. En ese sentido Don Juan, Casanova o cualquier amante masculino pone de relieve este hecho: “Para que la mujer en estas circunstancias pueda desear a un hombre tienen que renunciar a: «soy hija de» o «soy esposa de»”. La relación entre nombre y falo para el hombre es una «relación simbólica», para una mujer es una «relación imaginaria».


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