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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

martes, 15 de agosto de 2017

El amor a los niños y la pedofilia.

La violación sexual cometida en contra de mujeres adultas o adolescentes, acaso ¿Esconde un deseo de violación hacia los infantes? O ¿Será la seducción hacia los niños el primer intento de violación hacia las mujeres?
En la “Revue Frangaise de Psychanalyse” en un artículo dedicado a la pedofilia Paul Denis y Denys Ribas recuerdan que la leyenda de Edipo comienza por la seducción de Crisipo, hijo adolescente de Pélope, por parte de Layo, quien será el padre de Edipo. Crisis a causa de ese acto, avergonzado, se mata. Siguen posteriormente toda una serie de maldiciones que conducirán a la tragedia que ya conocemos.
Ahora bien, existen varias formas de pedofilia, desde los actos apoyados en una seducción sutil hasta los que alcanzan la formas violentas, incluso seguida por el homicidio hacia la víctima. Obviamente en cualquiera de sus formas la pedofilia es, antes que nada, un acto de agresión.
Para ilustrar esta psicopatología veamos un caso clínico: Se trata de un sujeto de cincuenta años, que su caso fue presentado por un equipo de psicoanálistas en Suiza, en el marco de una supervisión regular de su trabajo.
Pedófilo reincidente y a menudo violento, su historia permite abordar numerosos problemas vinculados a esta perversión.
Este sujeto de estatura impresionante, fue condenado en repetidas ocasiones por hechos idénticos. Presenta el lenguaje habitual: “Ama a los niños, sabe ocuparse de ellos, los niños lo aman, sueña con ser educador, quisiera tener hijos propios…” Aunque nunca pudo tenerlos pese a dos parejas con las cuales vivió. En cambio, no resistió a la seducción sexual de los hijos que tenían su par de parejas.
Durante el psicoanálisis mencionó un número impresionante de víctimas, niñas y niños, llegando a veces a la sodomía aunque se sospecha de cierta jactancia al respecto, ahí están las condenas repetidas para indicar la gravedad de su conducta.
Los comportamientos activos de pedofilia comenzaron desde su pubertad, unos años después de haber sido seducido por su padre y a menudo sodomizado en el curso de una relación continua, en ocasiones prestado a amigos de su progenitor. Por supuesto que se piensa —desde un punto de vista psicoanalítico— de una identificación con el agresor, con repetición sobre otros niños de los actos padecidos por el propio sujeto.
El redescubrimiento de Sandor Ferenczi en los últimos años volvió a poner a la orden del día este fenómeno. En realidad, si bien no se puede negar que en el presente caso y en muchos otros, la conducta del padre ejerció una influencia decisiva para la repetición de estos lamentables acontecimientos, es preciso apreciar sus efectos múltiples en el seno de la organización psíquica del sujeto en cuestión, constituida por la trama de su historia infantil. Aunque es de llamar la atención, que tampoco se trata de una simple consecuencia de “causa-efecto”, concebida desde una perspectiva mecanicista.


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