“Cuando se es amado, se sufre más que cuando no se es. Abandonado, uno se consuela con el orgullo; ¿pero qué consuelo puede inventarse para un corazón que se abre hacia nosotros?” Émile Michel Cioran.
El sujeto “normal” tiene la capacidad para enamorarse y mantener una relación amorosa durante un lapso prolongado pero en los casos de sujetos con personalidad narcisista no tienen esta capacidad de enamorarse, lo que es por cierto patognomónico del narcisismo patológico. Podemos observar que algunos narcisistas son capaces de enamorarse pero únicamente durante breves episodios, sin embargo presentan diferencias sobresalientes con su pareja durante su relación.
Cuando el narcisista se enamora, la idealización del objeto se centra regularmente en una sola cosa: belleza física, o poder, o riqueza, o inteligencia, etcétera como fuente de admiración, estos atributos que se admiran, el narcisista tiende a incorporarlos inconscientemente como parte de su Yo.
El Complejo de Edipo tiene una profunda influencia en todas las relaciones amorosas, en la personalidad narcisista el sujeto intenta inconscientemente una relación dominada por la agresión tanto o más que por el amor, a causa de la frustración y el resentimiento profundos hacia sus padres suscitado en su infancia, pero gracias a las fantasías que envuelven sus relaciones de pareja presentes y la «gratificación efímera» que le brinda las relaciones sexuales soslaya momentáneamente su narcisismo.
La exacerbada rivalidad, celos e inseguridad padecida durante el Complejo de Edipo provocan que el sujeto narcisista presente miedo inconsciente al objeto, relacionado con la agresión proyectada hacia su pareja; además manifiestan una notable falta de libertad interna para interesarse por el otro.
El psicoanálisis nos muestra que estos sujetos durante su excitación sexual está dominados por la envidia inconsciente al otro género, por el resentimiento profundo debido a lo que ha sido experimentado como una negativa atormentadora de la gratificación temprana, por la codicia y la voracidad, y por la esperanza de una posible apropiación de lo rehusado en el pasado, para dejar de desearlo.
Para el partenaire narcisista, la vida sigue su curso en aislamiento; teme depender del otro en la medida en que ello representa reconocer tanto envidia como gratitud por esa dependencia; la dependencia es reemplazada por exigencias “virtuosas” y por la frustración, cuando no se satisfacen las demandas. Se crean resentimientos difíciles de anular en los momentos de intimidad; es más fácil resolverlos escindiendo las distintas experiencias de cada uno, manteniendo la paz al costo de fragmentar la relación. En el peor de los guiones, se desarrolla una sensación sofocante de encierro y persecución por el otro. Los aspectos no reconocidos e intolerables del Yo se proyectan sobre el partenaire para proteger una autoimagen idealizada. La provocación inconsciente a la pareja para que se ajuste a los aspectos proyectados del Yo va a la par con el rechazo y los ataques al partenaire, percibida de manera distorsionada o fragmentada.
La incorporación simbólica de los rasgos admirados del otro puede servir como gratificación narcisista: una mujer narcisista casada con un hombre famoso puede complacerse con la prominencia del cónyuge. No obstante, en la privacidad del hogar es posible que experimente un aburrimiento total, además de conflictos inconscientes en torno a la envidia.
La ausencia de valores conjuntos impide abrir un área de nuevos intereses capaces de procurar una nueva visión del mundo, u otras relaciones. La falta de curiosidad por la pareja, las conductas inmediatas que son reacciones al otro más bien que reflejos de la preocupación por su realidad interna —un problema central de la personalidad narcisista asociado con la difusión subyacente de la identidad y la falta de capacidad para la empatía profunda— cierran la puerta a la comprensión de la vida íntima del partenaire. No hay fuentes de gratificación, y prevalecen el hastío, la imposibilidad de contener la ira suscitada, la frustración crónica y una sensación de estar encerrado en la relación, además de la activación inevitable de los conflictos inconscientes del pasado y de la irrupción de la frustración y la agresión en la intimidad de la pareja. De un modo sumamente dramático, en el ámbito sexual la envidia inconsciente al otro transforma la idealización de su cuerpo en desvalorización, alienta la transformación de la gratificación sexual en la sensación de haber sido invadido por el otro e incorporado a él, elimina la riqueza de las relaciones objetales primitivas que se activan en la «sexualidad perversa polimorfa normal», y en consecuencia desciende al aburrimiento erótico, y la sexualidad se presenta de manera monótona.
Se puede plantear la cuestión de si las personalidades narcisistas sólo son capaces de amarse a sí mismas. Como lo ha señalado Jean Laplanche con relación al ensayo de Sigmund Freud sobre el narcisismo, tanto las relaciones amorosas anaclíticas como las narcisistas implican una relación objetal. Según lo ha observado Herman van der Waals “no se trata de que el narcisista se ame (si es que se le puede llamar a eso amor) solamente a sí mismo y a nadie más, sino de que se ama a sí mismo tan mal como ama a los otros”.
El sujeto “normal” tiene la capacidad para enamorarse y mantener una relación amorosa durante un lapso prolongado pero en los casos de sujetos con personalidad narcisista no tienen esta capacidad de enamorarse, lo que es por cierto patognomónico del narcisismo patológico. Podemos observar que algunos narcisistas son capaces de enamorarse pero únicamente durante breves episodios, sin embargo presentan diferencias sobresalientes con su pareja durante su relación.
Cuando el narcisista se enamora, la idealización del objeto se centra regularmente en una sola cosa: belleza física, o poder, o riqueza, o inteligencia, etcétera como fuente de admiración, estos atributos que se admiran, el narcisista tiende a incorporarlos inconscientemente como parte de su Yo.
El Complejo de Edipo tiene una profunda influencia en todas las relaciones amorosas, en la personalidad narcisista el sujeto intenta inconscientemente una relación dominada por la agresión tanto o más que por el amor, a causa de la frustración y el resentimiento profundos hacia sus padres suscitado en su infancia, pero gracias a las fantasías que envuelven sus relaciones de pareja presentes y la «gratificación efímera» que le brinda las relaciones sexuales soslaya momentáneamente su narcisismo.
La exacerbada rivalidad, celos e inseguridad padecida durante el Complejo de Edipo provocan que el sujeto narcisista presente miedo inconsciente al objeto, relacionado con la agresión proyectada hacia su pareja; además manifiestan una notable falta de libertad interna para interesarse por el otro.
El psicoanálisis nos muestra que estos sujetos durante su excitación sexual está dominados por la envidia inconsciente al otro género, por el resentimiento profundo debido a lo que ha sido experimentado como una negativa atormentadora de la gratificación temprana, por la codicia y la voracidad, y por la esperanza de una posible apropiación de lo rehusado en el pasado, para dejar de desearlo.
Para el partenaire narcisista, la vida sigue su curso en aislamiento; teme depender del otro en la medida en que ello representa reconocer tanto envidia como gratitud por esa dependencia; la dependencia es reemplazada por exigencias “virtuosas” y por la frustración, cuando no se satisfacen las demandas. Se crean resentimientos difíciles de anular en los momentos de intimidad; es más fácil resolverlos escindiendo las distintas experiencias de cada uno, manteniendo la paz al costo de fragmentar la relación. En el peor de los guiones, se desarrolla una sensación sofocante de encierro y persecución por el otro. Los aspectos no reconocidos e intolerables del Yo se proyectan sobre el partenaire para proteger una autoimagen idealizada. La provocación inconsciente a la pareja para que se ajuste a los aspectos proyectados del Yo va a la par con el rechazo y los ataques al partenaire, percibida de manera distorsionada o fragmentada.
La incorporación simbólica de los rasgos admirados del otro puede servir como gratificación narcisista: una mujer narcisista casada con un hombre famoso puede complacerse con la prominencia del cónyuge. No obstante, en la privacidad del hogar es posible que experimente un aburrimiento total, además de conflictos inconscientes en torno a la envidia.
La ausencia de valores conjuntos impide abrir un área de nuevos intereses capaces de procurar una nueva visión del mundo, u otras relaciones. La falta de curiosidad por la pareja, las conductas inmediatas que son reacciones al otro más bien que reflejos de la preocupación por su realidad interna —un problema central de la personalidad narcisista asociado con la difusión subyacente de la identidad y la falta de capacidad para la empatía profunda— cierran la puerta a la comprensión de la vida íntima del partenaire. No hay fuentes de gratificación, y prevalecen el hastío, la imposibilidad de contener la ira suscitada, la frustración crónica y una sensación de estar encerrado en la relación, además de la activación inevitable de los conflictos inconscientes del pasado y de la irrupción de la frustración y la agresión en la intimidad de la pareja. De un modo sumamente dramático, en el ámbito sexual la envidia inconsciente al otro transforma la idealización de su cuerpo en desvalorización, alienta la transformación de la gratificación sexual en la sensación de haber sido invadido por el otro e incorporado a él, elimina la riqueza de las relaciones objetales primitivas que se activan en la «sexualidad perversa polimorfa normal», y en consecuencia desciende al aburrimiento erótico, y la sexualidad se presenta de manera monótona.
Se puede plantear la cuestión de si las personalidades narcisistas sólo son capaces de amarse a sí mismas. Como lo ha señalado Jean Laplanche con relación al ensayo de Sigmund Freud sobre el narcisismo, tanto las relaciones amorosas anaclíticas como las narcisistas implican una relación objetal. Según lo ha observado Herman van der Waals “no se trata de que el narcisista se ame (si es que se le puede llamar a eso amor) solamente a sí mismo y a nadie más, sino de que se ama a sí mismo tan mal como ama a los otros”.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario