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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Las fantasías del psicoanalizado hacia el psicoanálista.

“El odio entre parientes es más profundo”. Rabindranath Tagore.

Durante la sesión psicoanalítica se puede observar en algunos casos, la transferencia caracterizada por la arrogancia, la curiosidad y la seudoestupidez (incapacidad del psicoanalizado para reflexionar sobre lo que dice el psicoanálista), descrita por Bion, que ilustra el «acting out», por parte del paciente, de la envidia al hacia los conocimientos del psicoanálista, la destrucción de cualquier significado y el sadismo dirigido a éste último.
Uno de los rasgos más sistemáticos en las transferencias dominadas por el «acting out» del odio profundo, es la extraordinaria dependencia del psicoanalizado respecto del psicoanálista, que se pone de manifiesto simultáneamente en la agresión al profesional (una demostración impresionante de la “fijación al trauma”). Al mismo tiempo, las fantasías y los miedos del psicoanalizado reflejan su supuesto de que, si no rechaza sistemáticamente al psicoanálista sobre las interpretaciones, éste lo someterá a un análogo ataque furioso de odio, explotación sádica y persecución. Obviamente, por medio de la identificación proyectiva, el psicoanalizado le atribuye al psicoanálista su propio odio y sadismo; la situación ilustra el vínculo íntimo que existe entre el perseguidor y el perseguido, el amo y el esclavo, el sádico y el masoquista, todo lo cual remite en última instancia a la infancia del paciente donde existió una madre sádica, frustradora, irritante, y ante un niño pequeño desamparado, paralizado.
Básicamente , el psicoanalizado representa una relación objetal entre el perseguidor y su víctima, alternándose en su identificación con ambos roles mientras proyecta el complementario sobre el psicoanálista. En los casos más psicopatológicos, parece que la única alternativa a ser victimizado es convertirse en tirano, y la afirmación reiterada del odio y el sadismo se presenta como la única forma posible de supervivencia y significado, excepción hecha del asesinato, el suicidio o la psicopatía. En los casos más moderados, surge un factor dinámico adicional, a saber: la envidia, la intolerancia al objeto bueno que escapa a esa ferocidad y que es odiado por rehusar premeditadamente (según la fantasía del paciente) lo que podría transformar al objeto de perseguidor en objeto ideal. En este caso, detrás de la incesante embestida del odio en la transferencia, hay una búsqueda de un objeto ideal (una madre ideal). En casos aún más moderados, con tipos de conducta sadomasoquista más refinada y elaborada dentro de una estructura neurótica de la personalidad, descubrimos un potencial inconsciente para hallar placer en el dolor, la tentación de experimentar el dolor como una precondición para experimentar posteriormente el placer, en el contexto de la angustia de castración, la culpa inconsciente por los impulsos edípicos, y como transformación final del dolor experimentado pasivamente en una solución de transacción activa de los conflictos inconscientes correlativos.
Todas estas dinámicas pueden emerger íntimamente condensadas y combinadas, con diferencias de grado y proporción. Lo que tienen en común es la motivación intensa de mantener un vínculo con el objeto odiado, una relación que gratifica a esas diversas transferencias primitivas y, que es responsable de la fuerte fijación a esta relación traumática.


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