“¿Nos acordamos aún del amor, generador de fecundos errores? Cualquier paso que demos en el amor intimida el conocimiento y lo obliga a caminar recatadamente a nuestro lado o pegado a nosotros. La mengua de lucidez es una señal de vitalidad del amor”. Émile Michel Cioran.
Cuando dos sujetos, en el ámbito de la intimidad corporal, dos seres únicos y en la soledad de su existencia, logran encontrar mutuamente que el otro representa la respuesta a su deseo, están inequívocamente ante el amor, algo de valor incalculable para el sujeto en particular y para la humanidad en general.
Sigmund Freud llegó a expresar que en el fondo de todo enamoramiento hay un deseo inconsciente de recuperar aquella primera experiencia, aquel primer amor que nada ni nadie podrá sustituir, la simbiosis madre-hijo. Y por eso el enamoramiento es considerado —desde el psicoanálisis— como una psicosis transitoria, porque quien lo experimenta es expulsado de la realidad, esculpiendo de manera ilusoria a su partenaire como aquel objeto primario (madre) a la medida de lo que fue su primer deseo.
Cuando dos sujetos, en el ámbito de la intimidad corporal, dos seres únicos y en la soledad de su existencia, logran encontrar mutuamente que el otro representa la respuesta a su deseo, están inequívocamente ante el amor, algo de valor incalculable para el sujeto en particular y para la humanidad en general.
Sigmund Freud llegó a expresar que en el fondo de todo enamoramiento hay un deseo inconsciente de recuperar aquella primera experiencia, aquel primer amor que nada ni nadie podrá sustituir, la simbiosis madre-hijo. Y por eso el enamoramiento es considerado —desde el psicoanálisis— como una psicosis transitoria, porque quien lo experimenta es expulsado de la realidad, esculpiendo de manera ilusoria a su partenaire como aquel objeto primario (madre) a la medida de lo que fue su primer deseo.
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