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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 14 de diciembre de 2017

La mujer que se siente utilizada sexualmente.

“Cuando la edad enfria la sangre y los placeres son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue siendo el último; y nuestra evocación más dulce, la del primer beso”. Lord George Gordon Noel Byron.

Erich Seligmann Fromm señaló que las diferencias biológicas en la experiencia sexual pueden contribuir a un énfasis mayor en algunas tendencias caracterológicas de hombres y mujeres. En el caso del hombre, es preciso que sea capaz de una «erección sostenida» para ejecutar el acto sexual, mientras que no existe ningún requisito previo en el caso de la mujer. Esto puede tener —según Fromm— un efecto definido sobre las tendencias caracterológicas generales, lo que en consecuencia le otorga al hombre una mayor necesidad de demostrar, de ser creativo, de tener poder; mientras que la necesidad de la mujer se orienta más en la dirección de ser aceptada, de ser deseable.
Ahora bien, la satisfacción de la fémina depende de la virilidad del hombre, y el temor de ella se deposita principalmente en ser abandonada; en el hombre su miedo radica en el fracaso para satisfacer a su partenaire. Fromm señala que la mujer puede ser accesible sexualmente en cualquier momento y de esta forma brindar satisfacción al hombre, pero las posibilidades que éste tiene de satisfacerla escapan a su control, ya que no siempre le es posible tener una erección, por más que lo desee.
Debemos agregar a esto la importancia que tiene para cada integrante de la pareja, el obtener su propia satisfacción. Al menos el hombre obtiene alguna satisfacción fisiológica en su desempeño sexual. No cabe duda de que algunas experiencias pueden ser más placenteras que otras, e incluso puede experimentar una eyaculación hasta con un mínimo de placer. El hombre no puede obligar a su pene a una erección para el intercambio sexual; en cambio, la mujer puede tener relaciones sexuales cuando no experimenta ningún impulso erótico o, a lo sumo, siente sólo una débil excitación, aunque esto con frecuencia la embarcada en una experiencia insatisfactoria. Lo único que puede obtener en estas circunstancias es una satisfacción sustitutiva del placer que expresa su partenaire con ella.
Durante el psicoanálisis las mujeres confiesan regularmente resentimientos contra su pareja por haberse sentido —en algunas ocasiones— utilizadas sexualmente, o enojadas consigo mismas por haber “consentido” tener relaciones sexuales con su partenaire con el único fin de procurarle placer a él. En muchos casos esto se reprime con una actitud de resignación.
Cuando las mujeres manifiestan sus experiencias sexuales, es frecuente recibir esta respuesta: “Está bien. Él no me molesta demasiado si accedo a sus deseos”. Esta actitud puede subsistir aunque exista un lazo amoroso; vale decir, incluso cuando la fémina no ha sido intimidada con amenazas o violencia pero aun así se siente resentida. Pudiendo sentir sencillamente que sus intereses no merecen ser tomados en cuenta.
Es obvio que, para la mujer, el acto sexual resulta satisfactorio sólo cuando ella participa libre y activamente, con su propia iniciativa y forma. Si fuera capaz de hacer una libre elección, ella no daría su consentimiento a menos que realmente deseara participar en el coito. Siendo así, quizás resulte provechoso examinar la situación en la que la mujer se somete con poco interés o ninguno en absoluto. Desde luego, hay ocasiones en que ella auténticamente desea hacerlo por el amor que la une a su partenaire; esto no le crea problemas. Más a menudo la causa es una sensación de inseguridad en la relación; esta inseguridad puede obedecer a factores externos, por ejemplo si su pareja insista en tener cierto tipo de actividad para la gratificación sexual, o bien si ella reprime algún deseo erótico por temor a que su partenaire “piense mal” de ella por proponerlo o ponerlo en práctica. La inseguridad también puede deberse a los propios sentimientos de inadecuación de la mujer, los cuales pueden haberse originado sencillamente en el hecho de que la fémina se solidarice con los roles culturales de que sus propias necesidades no son tan perentorias como las del hombre; asimismo es posible que tenga dificultades neuróticas personales.


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