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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 14 de diciembre de 2017

La sustancia tóxica más allá del Principio de Placer.

“¡Cuantos sufrimientos nos ahorraríamos con una sola abstinencia, con solamente un no contestado con firmeza a la voz de la seducción!” Juan Gaspar Lavater.

Recurrir al consumo de la sustancia tóxica para que altere las sensaciones corporales puede coincidir con encontrar esa soledad anhelada, regocijándose en un Goce autoerótico, procurando evitar lo displacentero que pueda provenir, tanto del mundo exterior como del interior, aunque se tiene que señalar que esa operación difícilmente puede mantenerse como una solución permanente. En estos casos, tarde o temprano, el remedio se convierte en algo peor que la misma enfermedad; esto nos lleva a la “Operación Farmakon”. Paracelso afirmó que “solamente la dosis hace que algo sea un veneno”.
Es un hecho que hasta el consumo de agua puede resultar mortal en altas dosis, sin embargo, estas dos caras, no se juegan únicamente a partir de un criterio sobre la cantidad. Un sujeto piensa, en el momento en que enciende un cigarrillo, que de alguna manera está dañando su organismo y lo puede llevar a la muerte, aun cuando seguramente ese sólo acto —el de fumar únicamente un cigarrillo— no alcance para tal propósito.
Ahora bien, cuando se habla de Goce esté siempre implica un vector que apunta hacia la muerte (Tánatos). En la danza de la vida siempre danzan en pareja Eros-Tánatos (pulsión de vida y de muerte), y habrá alguno de estos dos quien lleve el compás, obviamente Tánatos dará el último paso. El sujeto no se percata de ello hasta que se relaciona con su inconsciente, pero lo contraproducente del consumo de la sustancia tóxica es precisamente un rechazo del mismo. Es la consecuencia lógica de evitar el sufrimiento a partir del cortocircuito «significante» que se logra con el tóxico.
La incidencia del inconsciente sobre el cuerpo fue precisamente uno de los primeros aportes de Sigmund Freud, al plantear la influencia de algo que no es del orden del «significante», ese más allá del “Principio de Placer”. La sustancia tóxica consigue borrar la incidencia del «significante», facilitando ingresar en el más allá del principio de placer (Goce). Abre el camino a un Goce donde el «significante» no opera. Fue precisamente el lenguaje el que separó el cuerpo del Goce, hizo que el Goce quede al menos acorralado en ciertas zonas, esas zonas erógenas que son como un oasis en el desierto del Goce del cuerpo. Por medio de la sustancia tóxica se procura reencontrase con ese Goce perdido, siguiendo la metáfora del desierto, el toxicómano sólo mira espejismos y llega a recorrer largos caminos sin encontrar nada. El psicoanálisis ofrece en estos casos un punto para sostenerse, que se ha tomado de ese inconsciente que el sujeto inútilmente ha rechazado, procurando reinstalar algo de la relación al “Otro” por medio del mecanismo de la “transferencia”. En ese sentido se trata de un retorno a la dimensión del «significante», que fue constitutiva para el sujeto y que él mismo ha procurado borrar recurriendo al consumo de la sustancia tóxica. Así como el lenguaje evacuó el Goce del cuerpo, confinándolo a esas “reservas” que son las zonas erógenas, también ha azotado al cuerpo del sujeto con «significantes amos» que le deparan un sufrimiento. El tóxico, al anestesiar el cuerpo, logra que los azotes de los «significantes amos» dejen de producir dolor al sujeto, sin embargo, pueden sumergirlo en un Goce mucho menos soportable.
El psicoanálisis trata de ir a la búsqueda de esos «significantes amos» para ofrecerles otras perspectivas, a partir de ahí, en lugar de anestesiar el cuerpo, el discurso psicoanalítico logra hacer que los significantes amos se modifiquen y, al hacerlo, dejen de ser un flagelo. Desde ese momento, ya no existen motivos para consumir la sustancia tóxica porque se ha desenmascarado a los «significantes amos». Además con el psicoanálisis el toxicómano experimenta una relación más estrecha con su inconsciente y la forma en que tiene implicaciones en su vida cotidiana. Es verdad que con este movimiento se vislumbra un horizonte de angustia, pero también es cierto que a partir de atravesar esos desiertos, que tantos espejismos se miraron, por fin encuentre un oasis que significa el campo del “Deseo”.


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