“Para andar por el mundo es menester ir bien abastecido de cautela y de indulgencia: aquella sirve para protegernos de daños y perdidas, esta última de pleitos y de pendencias”. Arthur Schopenhauer.
Sigmund Freud expone que en las mujeres “el Superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como exigimos en el caso del varón”. Lo de no tan impersonal ni tan independiente de sus orígenes afectivos aparecerá en otros momentos de la obra freudiana, donde se destaca que en las mujeres, más que en el caso de los varones, la cuestión depende de la «intimidación exterior»; es decir, estará más expuesta a la relación con un “Otro” estragante.
La amenaza para la niña durante el Complejo de Edipo tiene que ver con la pérdida de amor del padre, algo que se repetirá a lo largo de su vida con sus respectivos partenaires, lo que recaerá una demanda fálica. La pérdida del amor, o la desestimación de esta demanda, implica sumergirse en la angustia —más profundamente que en caso de los hombres— esto puede crear en ellas cierta dependencia que la lleve a aceptar cualquier tipo de exigencia por parte de ese Otro. Así, el partenaire haría las veces de ese Superyó, débil como instancia interna, pero tan estragante como siempre, y menos impersonal.
Hans Sachs expresó respecto a las féminas, que poseen un Superyó postizo a partir de la relación con los hombres, de quienes se tornarían en dependientes y sumisas; «por lo que hecho de perder el amor resultaría equivalente a la angustia de castración para los hombres». En este punto, se encuentra una de las respuestas, además del placer que puede ocasionar el vínculo de pareja, de por qué se sostiene el amor entre los partenaires. Si bien es mentira que el amor todo lo puede, al menos logra anular, temporariamente, la angustia de castración.
Sigmund Freud expone que en las mujeres “el Superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como exigimos en el caso del varón”. Lo de no tan impersonal ni tan independiente de sus orígenes afectivos aparecerá en otros momentos de la obra freudiana, donde se destaca que en las mujeres, más que en el caso de los varones, la cuestión depende de la «intimidación exterior»; es decir, estará más expuesta a la relación con un “Otro” estragante.
La amenaza para la niña durante el Complejo de Edipo tiene que ver con la pérdida de amor del padre, algo que se repetirá a lo largo de su vida con sus respectivos partenaires, lo que recaerá una demanda fálica. La pérdida del amor, o la desestimación de esta demanda, implica sumergirse en la angustia —más profundamente que en caso de los hombres— esto puede crear en ellas cierta dependencia que la lleve a aceptar cualquier tipo de exigencia por parte de ese Otro. Así, el partenaire haría las veces de ese Superyó, débil como instancia interna, pero tan estragante como siempre, y menos impersonal.
Hans Sachs expresó respecto a las féminas, que poseen un Superyó postizo a partir de la relación con los hombres, de quienes se tornarían en dependientes y sumisas; «por lo que hecho de perder el amor resultaría equivalente a la angustia de castración para los hombres». En este punto, se encuentra una de las respuestas, además del placer que puede ocasionar el vínculo de pareja, de por qué se sostiene el amor entre los partenaires. Si bien es mentira que el amor todo lo puede, al menos logra anular, temporariamente, la angustia de castración.
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