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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

domingo, 5 de marzo de 2017

La espera ansiosa del castigo en el sujeto masoquista.

Posiblemente para llegar a ser un sujeto masoquista se necesitan que converjan dos cosas, primero que se susciten varias experiencias voluptuosas en la infancia y posteriormente —ya en la adolescencia donde concluye el desarrollo sexual— estas experiencias se asocien a la pulsión sexual propiamente dicha. Tal parecería que estas dos características unidas dan por resultado, regularmente, una personalidad tímida, rasgo muy común en el sujeto masoquista.
Aunado a esto podemos citar a Richard von Kraft-Ebing cuando dice: “Cuando la idea de ser tiranizado se asocia durante mucho tiempo a un pensamiento libidinoso de la persona amada, la emoción lujuriosa se transfiere finalmente a la tiranía misma y se completa la transformación en una perversión”.
Algunos psicoanalistas asocian el masoquismo con experiencias infantiles aterradoras o algunas experiencias sexuales crudas y crueles, fundamentadas en el «abuso». Sin embargo, regresemos a nuestro primer planteamiento ¿qué es la voluptuosidad? Según el diccionario: “Es una sensación que causa placer intenso y embriagador de los sentidos”, es decir, una especie de borrachera placentera, no dice nada respecto del dolor, aunque en la voluptuosidad existe una cierta dosis de miedo y expectación, se trata, pues, de una experiencia indiferenciada.
Ahora bien, los sujetos adultos pueden reconocer esa sensación, aunque es decididamente difusa y quizá se podría asociar con la plenitud, o la sensualidad o la ebriedad, digamos que es una sensación inespecífica pero placentera de la que se puede dar cuenta como algo que estremece.
Esta sensación se puede reconocer en el orgasmo, en la contemplación estética, en la ansiedad ante una prueba, en la sensación placentera que sigue al ejercicio físico, una sensación de estremecimiento que implica a todo el cuerpo y que sólo admite al placer como un elemento más de esa combinación.
«¿Puede el castigo desencadenar una sensación voluptuosa? Si leemos con atención lo que escribió Jean-Jacques Rousseau, caeremos en la cuenta de que quizá el castigo, no es por sí mismo el que provoca esta reacción, sino la tensa espera en recibirlo y —quizá— la secreta convicción de merecerlo». En cualquier caso es el castigo quien libera de facto la voluptuosidad largo tiempo contenida o, reprimida.
Posiblemente el castigo por sí mismo no es placentero en ningún caso: los masoquistas no tienen orgasmo durante el castigo, sino que les sirve de preámbulo al Goce sexual propiamente dicho y por lo tanto ahora sí, merecido. En este sentido parece contradictorio utilizar el término “algolagnia”, o el pensar que los masoquistas «disfrutan» cuanto atraviesan por el dolor, o que lo sienten «diferente» a los demás ,o que incluso disfrutan siendo maltratados, esta opinión es más producto de la ignorancia que una aproximación definitiva a la verdad desde el punto de vista del psicoanálisis.
Hay dos conceptos bastante aceptados por la sexología, el término excitación y el término orgasmo, siendo éste último la culminación a dicha excitación. Evidentemente nos referimos a la excitación sexual, pero no toda excitación es sexual, con independencia de que algunos sujetos sólo pueden excitarse con la mediación del miedo. Y no toda excitación es placentera, confundiéndose muchas veces con la disforia, es decir, un estado de desasosiego, irritable, egodistónico que nunca termina por ser voluptuoso o placentero, sino colérico o precediendo a un ataque de pánico.
En otro orden de ideas, excita (estremece o sobrecoge) el miedo y la cólera, razón por la cual el sujeto es asiduo a ver películas de terror, donde proyecta su «Goce reprimido» (inconsciente) y obviamente conscientemente negado, le excita la sangre y la contemplación de la violencia, el maltrato, la humillación, etcétera que no es más que un fenómeno de proyección similar.
Existen excitaciones tolerables y excitaciones prohibidas. Las prohibidas, simplemente se niegan (reprimen) y se le atribuye a otro, si es en el personaje de una película —mucho mejor— allí existen oportunidades más que sobradas para poder disociar.
En realidad las películas tienen mucho más de ficción que de verdad, por lo tanto no deberían causar miedo, más bien se trata de simulacros que ejercen un efecto "como si" fueran experiencias reales. La excitación sadomasoquista que obtenemos de los filmes de terror es un ejemplo de ello, son excitaciones intolerables, que nadie aceptaría poseer o experimentar de buen grado, a pesar de ser un fenómeno generalizado resulta de alguna manera placentero (voluptuoso).

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