La infidelidad también se suscita en los casos que se ha perdido el deseo por el partenaire y un tercero puede volver a reactivarlo. Pero en este caso, hablaríamos de una necesidad patológica de mantener un triángulo con la finalidad de brindar estabilidad a la pareja original. Esta es una forma idílica de sostener a la pareja tal como cuando iniciaron. El contrato por el que unieron se incumplió porque excede el acuerdo de monogamia. Se incluyen en él los roles que cada miembro de la pareja desarrollará en la relación. Si estos roles se alteran, por los cambios propios del crecimiento personal de cada sujeto, la pareja se desestabiliza. Los contratos consensuales son necesarios para el inicio de la pareja, pero en el largo plazo regularmente no dejan casi ningún margen para el desarrollo, esparcimiento y diversión a título personal.
Cuando la pareja inicia puede tener inquietud por la infidelidad, pero ¿Habrá alguna manera prevenir la infidelidad? Lamentablemente la respuesta es no, ya que la continuidad del vínculo afectivo es una elección diaria que toma cada integrante. Y en cada momento que sigan eligiendo surgirán múltiples circunstancias que los llevarán a cuestionarse sobre la permanencia en la relación. Por otro lado, el origen inconsciente del deseo, es el que prolongará el misterio de cada una de sus elecciones. De lo único que puede estar consciente la pareja es que en cada acto de su vida, sea en pareja o de manera personal, no existen garantías de ningún tipo.
¿Que puede hacer la pareja ante la infidelidad? Únicamente una cosa: platicar entre ellos como sujetos. Obviamente en esta conversación deben evitarse los insultos ya que será necesario, en primer lugar, reconocer que la infidelidad es un acto donde cada uno tiene una responsabilidad, que los involucra como pareja en un todo. Por ello se deben analizar concienzudamente las causas del deseo de cada partenaire, involucradas en la infidelidad. Ver cual es el mensaje subyacente que desea develar el partenaire infiel.
Asimismo se deberá analizar el incumplimiento del contrato en cuanto al rol que le corresponde a cada quien y las heridas narcisistas que se han provocado por sus comportamientos y actitudes. Dado que en ocasiones es necesario un mediador para explicar las cláusulas de dicho contrato, es conveniente recurrir a una terapia de pareja.
No se debe confundir sexualidad con genitalidad. La sexualidad está arraigada en lo más profundo del deseo y como tal es motor para la vida. La genitalidad es la que generalmente cuestiona la moral social, que intenta pronunciarse que es lo correcto o no.
Es importante analizar si las relaciones extramaritales son de una ocasión, quizás más ligadas al momento y a la oportunidad, o si son vínculos afectivos de mediano y hasta largo plazo, donde evidentemente el cónyuge infiel ha desarrollado un lazo profundo y estable con otro, en cuyo caso posiblemente ya no exista ese «mensaje de llamada de atención», sino ocultamiento por motivos sociales, económicos o morales.
Después de una infidelidad, existe la posibilidad de retomar y continuar con la relación de pareja, incluso en algunas circunstancias puede mejorar la relación. Y por otro lado, si la separación es el camino elegido, esta crisis puede contener la oportunidad de crecimiento para cada uno de los miembros de la pareja. Esto está sujetado obviamente a la forma de pensar de cada quien pero sobre todo al plano inconsciente en el que se encuentre soportado el sujeto para afrontar la situación, y por último de la salud psíquica que sobrevenga después de la separación. No existen terapias milagrosas de ninguna índole, cada pareja es diferente y tendrá que resolver su propia posición frente al deseo.
En realidad, si se reconociera que todos están latentes a ser infieles —mucho más de lo que se piensa a primera vista— muy posiblemente disminuirá la angustia que provoca éste tema, y el sujeto estaría en una posición más cómoda para llevar su vida cotidiana.
Ya sea que la pareja continúe o se separe, debemos recordar que amar no es poseer al otro como un objeto, sino abrir el corazón con un deseo, para lograr el maravilloso encuentro con ese otro corazón que se abre con otro deseo, que los una.
“Los celos del amante no carecen nunca de una raíz infantil o, por lo menos, de algo infantil que eleva su intensidad.
Las costumbres sociales han tenido en cuenta prudentemente estos hechos y han dado cierto margen al deseo de gustar de la mujer casada y al deseo de conquistar del hombre casado, esperando derivar así fácilmente la indudable inclinación a la infidelidad y hacerla inofensiva. Determinan que ambas partes deben tolerarse mutuamente esos pequeños avances hacia la infidelidad y consiguen, por lo general, que el deseo encendido por un objeto ajeno sea satisfecho en el objeto propio, lo que equivale a un cierto retorno a la fidelidad”. Sigmund Freud.
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