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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 20 de marzo de 2017

Una introspección al Don Juan (Segunda Parte).

Para el sujeto Don Juan el hecho de que pueda “darles” un orgasmo a sus parejas, de que ellas necesitan su pene, le procura la seguridad simbólica de que él no necesita de ellas, de que tiene un órgano capaz de dar, superior a cualquier seno. Pero si una de esas mujeres intenta seguir dependiendo de él, esto le provocaba una sensación de miedo (angustia castración) ya que cree que eso significa «desposeerlo de lo único» que tiene para dar. Sin embargo, en medio de su búsqueda desesperada de gratificación narcisista de sus deseos eróticos en reemplazo de la satisfacción de su necesidad de amor, este sujeto experimenta una insatisfacción creciente, y en un momento dado puede llegar a tomar conciencia de que en realidad desea relacionarse con el ser que “está debajo” de la piel de esa mujer.
Sólo mediante el examen sistemático de sus exigencias orales, de su prolongada insatisfacción en la transferencia durante el psicoanálisis puede el Don Juan —en el mejor de los casos— reconocer su tendencia a estropear y destruir inconscientemente lo que más anhela poseer: “El amor y la mutua gratificación sexual que pudiera sentir con su pareja”.
Ahora bien, la percatación plena de sus tendencias destructivas hacia el psicoanalista durante la transferencia, y hacia las mujeres en general puede conducir al desarrollo gradual de la culpa, la depresión y las tendencias reparadoras.
Estos sujetos, regularmente después de  psicoanalizarse por algún tiempo, pueden poco a poco ir advirtiendo el amor y la dedicación que reciben de su pareja, pero sienten asimismo que no son dignos de ella y pueden denotar depresión. Por otro lado, se percatan que la felicidad que siente su partenaire de sus pensamientos y sentimientos, puede él al fin, también disfrutar de la dicha ajena, esto implica que por primera vez va desarrollar una curiosidad profunda por la vida interior de otro ser humano. Finalmente puede llegar a comprender éste sujeto, cuán terriblemente envidioso ha sido de los intereses particulares de su partenaire, de sus amigos, de sus pertenencias, de los muchos pequeños secretos que su pareja comparte con otras personas y no con él. Por fin se da cuenta de que al despreciar y desvalorizar sistemáticamente a la mujer, la ha vaciado y convertido en un ser aburrido, característica primordial que provoca siempre el abandono de sus parejas.
Al mismo tiempo, puede experimentar un cambio dramático en su actitud interna durante el coito. Esta acción la puede describir como una experiencia casi religiosa, una sensación de gratitud, humildad y placer abrumadores al encontrar el cuerpo y el afecto que brinda su partenaire al mismo tiempo. Puede entonces expresar esa gratitud en forma de intimidad física mientras experimenta el cuerpo de ella (representada en su persona total, y ya no como un objeto parcial) con una nueva y prodigiosa excitación. En síntesis, el Don Juan —después de un psicoanálisis exitoso— puede experimentar el amor romántico vinculado a la pasión sexual por la mujer. Ahora su vida erótica lo deja plenamente satisfecho, en contraste con su antigua pauta de rápida decepción y búsqueda inmediata de una nueva pareja. La necesidad de masturbarse compulsivamente disminuye considerablemente después de las relaciones sexuales.
En muchos Don Juanes se puede observar una envidia y un odio intensos hacia las mujeres. Por cierto, en términos del psicoanálisis, esa intensidad es comparable a la «envidia del pene» que padecen las mujeres histéricas.
Lo que diferencia al Don Juan del narcisista masculino no es únicamente la intensidad de esta envidia y este odio, sino la desvalorización patológica que siente el primero sobre las mujeres (derivada de la desvalorización de la madre como objeto primario de dependencia). La desvalorización de la sexualidad femenina y la renegación de las necesidades de dependencia respecto de las féminas contribuyen a generar incapacidad para mantener un compromiso personal y sexual profundo y maduro con una mujer.
Mientras que en los sujetos con un trastorno más severo del narcisismo encontramos una ausencia completa de interés sexual por las mujeres (pero con una orientación heterosexual definida);
los casos menos severos presentan una búsqueda frenética de excitación y promiscuidad sexuales, vinculada a la incapacidad para establecer una relación permanente; en los casos aún más leves advertimos una capacidad limitada para el entusiasmo amoroso transitorio. Estos entusiasmos transitorios pueden representar el inicio de una capacidad para enamorarse, pero con idealización limitada a los atributos sexuales físicos apreciados de la mujer que hay que conquistar. No obstante, lo que estos sujetos no pueden lograr es la idealización característica del amor, que abarca tanto la genitalidad femenina como a la mujer individual, y en la que la gratitud por el amor que ella da y la preocupación por ella como persona se desarrollan y convierten en capacidad para una relación más estable. La sensación de realización que acompaña al amor no está al alcance del narcisista; a lo sumo, puede experimentar una sensación fugaz de logro por haber hecho una conquista.

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