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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 6 de marzo de 2017

La conversación íntima madre-hija.

Entre los seis y siete años de edad aproximadamente —en plena incandescencia emocional por el Complejo de Edipo— la niña (mujer), el hecho de haber observado o escuchado las relaciones sexuales de una pareja, o la de sus padres, así como la verbalización por otros niños del modo como se dan estas relaciones íntimas pueden producir un traumatismo en la niña. Esto dependerá primordialmente de la situación emocional que exista entre la madre y la hija ¿Qué significa esto? En efecto, a la edad señalada con anterioridad, la «angustia de violación» actúa —en la niña— por sí misma como estimulante de la voluptuosidad genital mantenida a raya por los sentimientos legítimos de «inferioridad personal» (carencia de pene), que la niña recurra a la seguridad representada por la madre, cuando ésta es amada y comprensiva, resulta ser efectivamente útil. Cuando la niña refiere lo que ha visto o escuchado u oído decir y, por prudencia, testimonia su rechazo y su estupefacción frente a las declaraciones de sus amistades de su misma edad que sostienen haber presenciado de alguna manera el coito, todo dependerá del modo en que la madre la acoja; si asiente sobre la exactitud de los hechos y agrega las nociones de deseo y de placer que forman parte de la vida sexual de los adultos, así como la de fertilidad eventual como efecto del coito, esta acogida abrirá el camino del «desarrollo libidinal genital sano». Cuanto peor acogida reciba la niña y menos aclaraciones se le brinden, tanto más culpabilizará sus propias pulsiones genitales.
Esta explicación dada por la madre con ocasión de esta «confidencia» permite que el acontecimiento contribuya a la serenidad del sentimiento de pertenecer al género femenino. Si en lugar de regañarla, castigarla o negar el hecho, la madre afirma la realidad de la penetración del sexo femenino por el sexo masculino que la niña ha podido observar por azar o que le fue contada por otros niños, si acompaña esta confirmación con la explicación de la que carecen a menudo las niñas pequeñas, de la necesidad de la erectilidad pasajera del pene, si la madre le explica la motivación voluptuosa de este hecho, permite que su hija acceda a la comprensión del papel de la «complementariedad armónica entre el hombre y la mujer». Por supuesto, la madre debe aclarar que, cuando las personas son adultas, cuando sus cuerpos y sus corazones están de acuerdo, se trata de placer natural, y no representan de ningún modo disgusto o dolor alguno. Tal conversación inducida por un acontecimiento fortuito, como ocurre siempre en esta época de la vida de una niña, aporta, con la realidad al fin completa, cierta seguridad en relación con las emociones perturbadoras que sintió y que reconoce muy bien en sí misma, quizás en los márgenes de su conciencia clara, sostenida por la indulgencia comprensiva de la madre. Así, la noción actual de la renuncia sexual al objeto adulto sólo queda mejor reforzada. Cuanto más se expliquen y conozcan las relaciones sexuales, tanto más neto será el renunciamiento, por motivaciones endógenas, por lo menos pasajeras, hasta la nubilidad, edad lejana aún para ella en la cual el aspecto físico de su cuerpo le es anunciado por su madre, que le explica que se volverá semejante al de todas las mujeres y con ello disfrutará del amor y la sexualidad que se le presenten durante el resto de su vida.

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