"Durante el encuentro sexual las mujeres suelen creen que los hombres disfrutan cuando las hacen sufrir, y los hombres suelen pensar que las mujeres disfrutan sufriendo".
Posiblemente los masoquistas obtienen placer de manera más sencilla que los demás, por su forma metódica de alcanzarlo; aunque esto no implica que gocen más que el sujeto «normal».
No es raro encontrar mujeres masoquistas multiorgásmicas. Féminas que por la facilidad con que llegan al orgasmo, quizá precisen colocar una barrera ante su Goce. Ya Sigmund Freud señaló las barreras al placer sexual: el pudor, la repugnancia y el dolor.
¿Es posible pensar que el dolor actúe como un modulador ante la facilitación neurofisiológica del masoquista? En el placer hay algo de fastidioso, ciertamente. Tal y como dice Georges Bataille: “El erotismo de los cuerpos tiene algo de pesado, de siniestro”.
Existe también otra posibilidad en la etiología del masoquismo y es que el dolor no sea realmente sino un epifenómeno, algo que se llega a tolerar para complacer exclusivamente al partenaire, algo que forma parte del ritual sadomasoquista, que se admite como un mal menor a fin de acercarse al objeto y sobre todo retenerlo.
Obviamente se trata de reajustes fantaseados: “Las mujeres durante el acto sexual suelen creen que los hombres disfrutan cuando las hacen sufrir, y los hombres suelen pensar que las mujeres disfrutan sufriendo”. Este error cognitivo puede estar en la base del deseo de agradar, de posicionarse como «sujeto deseante» (masculino) y «objeto deseado» (femenino) , más allá del catálogo de los gestos razonables.
Del deseo de agradar que llega hasta el sometimiento o el sacrificio.
Estas teorías tienen cada una de ellas algo de cierto: Es posible que el dolor se erotice, como es posible que un determinado sufrimiento se medicalice, dado que la definición o el rotulado de los sucesos suele ser un consenso de opinión. Es posible también, que el dolor y el placer no sean antagónicos, sino dimensiones de una única categoría: el umbral de sensibilidad neurofisiológica. Y que el dolor se acepte como mal menor a fin de evitar la separación, el abandono o el rechazo. Por último, es posible que el castigo se acepte para amortiguar el fácil placer, o como un impuesto indispensable "para el placer" impuesto por esa «moral» recalcitrante.
Friedrich Wilhelm Nietzsche decía que la cristiandad había envenenado a “Eros” y que si bien esta no había muerto se había convertido en un vicio, condenando el masoquismo al repliegue intrapsíquico, en virtud de las exigencias de la moral, una instancia supraindividual que a través de las religiones monoteístas había logrado penetrar en el sujeto a través de sus creencias. Una moral que no sólo condena la agresión, y peor aun la violencia sino que trata de aparentar que no existe, tras la mascarada del masoquismo. A consecuencia de este cambio de ubicación hoy diríamos que ya no es un vicio, sino una categoría intrapsíquica, lo que es lo mismo que decir que sigue morando en el interior de la mente humana.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario