Todos los sujetos se encuentran permanentemente atados al «deseo» de manera ineludible, pero cuando se habla del partenaire que se «ama» y a la vez se «desea», existe una línea muy delgada entre una cosa y la otra.
Si el sujeto tuviese que elegir, entre ser «amado» o «deseado» por su pareja, casi de inmediato decidiría ser amado, pero lamentablemente dentro del amor sería nada más una parte de la posesión del otro y seguramente le serían infiel; pero si opta por ser deseado es claro que no habrá infidelidad —pero por algún tiempo— porque no existe garantía de que siempre sea el objeto deseado, por lo que puede terminar deseando a otro.
La mujer por su desarrollo psicosexual tiene mejor integrado el amor-deseo que su contraparte el hombre —aunque esto no la excluye a ella de ser infiel— incluso el hombre presenta mayores conflictos para integrar amor-deseo adecuadamente ¿La razón? Un Complejo de Edipo donde no salió bien librado.
Regularmente hombres y mujeres suelen creer ingenuamente sobre la premisa de la «media naranja», fantaseando que una sola persona puede satisfacer completamente todos sus deseos y colmar todas sus necesidades: amor, sexualidad, compañía, comprensión, amabilidad, confesión, admiración, etcétera entonces la exigencia sobre el otro se vuelve titánica, pero también ese requerimiento recae sobre el propio sujeto, que pretende erigirse en el único objeto de deseo del otro. Esto está emparentado con el narcisismo en el amor (se ama únicamente a quien devuelve una imagen completa de si mismo, el partenaire sirve de espejo para que pueda contemplarse el sujeto, inconscientemente hablando, por supuesto).
Cuando alguien pasa por el infortunio de la infidelidad, tiene la creencia que algo se interpone entre su partenaire y él o ella, según el caso, y por lo tanto quebranta lo que se suponía era “un todo perfecto”.
Cuando la infidelidad ha sido consumada y descubierta, la víctima se compara inmediatamente con el tercero ¿Será que es mejor que yo? ¿Será que brinda algo que no puedo dar? ¿Será más temperamental en la intimidad que yo? O bien ¿Será que sólo busca (el tercero) romper vínculos sentimentales? Esto aunado a la creencia que el amante ahora controla a la expareja permanentemente con la finalidad que no regrese con la víctima, entonces éste último tiene la convicción que se encuentra al servicio exclusivo del otro.
Realmente pocos son los sujetos que declaran acerca de su infidelidad, es más seguro que por descuido se entere el partenaire.
La víctima de la infidelidad suele preguntarse “¿Habré sido muy ingenuo o confiado?” La respuesta es que la infidelidad no está relacionada con la confianza o la ingenuidad, porque la infidelidad es un acto consciente o inconsciente dirigido al partenaire, un mensaje a ser escuchado. No es ocultamiento, es develamiento.
Ahora bien, surge otra pregunta para esta victima ¿De quién fue el deseo de relacionarse, del amante o de su partenaire? Uno puso el cuerpo, pero ¿Quién puso el deseo? Es el deseo el que impone el mensaje, mensaje que implica decirle al otro (principalmente a la pareja y posteriormente el amante) que aún puede ser deseable.
Podemos agregar entonces que la infidelidad es un acto de amor. Pero ¿Por qué un acto de amor? Es amor a uno mismo, ya que la infidelidad surge con más frecuencia cuando la pareja atraviesa infortunios, cuando existen verdaderas transformaciones de la manera de pensar, por continuas heridas narcisistas, por acercase a la vejez, por sentirse nuevamente deseado... En otros casos es una expresión ante el sofocamiento producido por la pareja, como un acto de rebelión ante la posesión. El Yo se siente aniquilado y desea volverse a integrar.
La situación de infidelidad, sea ocasional o frecuente, generalmente refleja, a la manera de un síntoma, una manifestación a consecuencia del debilitamiento en el vínculo afectivo entre la pareja. Por un lado se intenta mantener inalterada y preservada una parte de la relación con el partenaire, aquéllos aspectos que se sienten importantes para la continuidad personal, conyugal, familiar o social.
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