Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 9 de febrero de 2017

Psicoanálisis de la maternidad.

“Madre es el nombre de Dios en los labios y corazones de los niños.” Brandon Lee - Eric Draven.

Las ideas postuladas por Melanie Klein puso de manifiesto la turbulencia del mundo interno que para una madre desencadena el hecho de tener un hijo: “Regresión y reelaboración de su propio vínculo con su madre, actualización de sentimientos de persecución y depresión si en la relación ha predominado la ambivalencia”.
Cada una de las capacidades requeridas —dar vida, proveer bienestar físico y emocional, contener la ansiedad, comprender las necesidades y responder adecuadamente a ellas, amamantar, etcétera— remiten en toda mujer a la puesta en comparación con sus congéneres. La mujer, lo quiera aceptar o no, constantemente se compara con su progenitora u otras madres; si llega a identificarse la madre en su hija (hembra) surge el deseo de la primera de posicionarse como la madre que tuvo ella; o como la que ella quiso haber tenido; o bien como es simplemente ella. Por tanto, el peligro de fusión, proyección y extensión narcisista, así como una mayor dificultad a la separación, se presentan más habitualmente cuando la relación materno-filial tiene lugar con las hijas (hembras).
El período de simbiosis parece ser más prolongado entre madres e hijas (hembras) que entre madres e hijos (machos). Sigmund Freud señaló este hecho —mayor longitud y mayor importancia de la fase preedípica en la niña que en el niño— intuyendo y sugiriendo su relevancia en el desarrollo diferencial de ambos. Es interesante constatar que fue llevado a esta afirmación por trabajos clínicos de psicoanalistas mujeres, que mostraron la importancia de esta fase para la mujer (Helene Deutsch, Jeanne Lampl de Groot, Ruth Mack-Brunswick).
Estudios provenientes de distintos campos de observación coinciden en la afirmación de que las madres tienden a experimentar a sus hijas (hembras) como menos separadas de ellas. Sentimientos de unidad y continuidad, identificación y simbiosis predominan con las hijas (hembras) y la calidad de la relación tiende a retener elementos narcisistas, mientras que el componente libidinal permanece más débil. Por el contrario, cuando es madre de un género diferente al suyo, experimenta el hijo (macho) como opuesto a sí, como un «otro» distinto. Entonces la investidura libidinal predomina sobre un tipo de investidura narcisista, la de la identificación. A su vez, los niños (machos), como respuesta a ser considerados diferentes, tienden también a experimentarse distintos a sus madres, y las madres empujan esta diferenciación (aunque retengan en algunos casos un gran control sobre ellos), inclinándose a una mayor sexualización del vínculo, proceso que a su turno reforzará la urgencia de la separación.
En la medida que la maternalización es ejercida por la mujer, el período preedípico de las niñas (hembras) no sólo será más prolongado que el de los niños (machos), sino que aquéllas conservarán siempre, aun ya mujeres adultas, la tendencia a colocar en el centro de sus preocupaciones las relaciones humanas que tienen que ver con la maternalización: sentimientos de fusión, déficit de separación e individuación, límites del Yo corporal y del Yo más difusos que los de su contraparte, hombres. I@n

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