La transmisión de la masculinidad, no sólo proviene del padre real —en tanto prototipo efectivo de los atributos concernientes a este género—, sino también del fantasma de la masculinidad que se encuentra en el inconsciente del padre y de la madre, así como de la ideología consciente que posee la familia entera sobre el género masculino.
El óptimo investimento narcisista en la masculinidad y en el rol del género masculino se establecerá en el niño cuando el padre y la madre muestren visible orgullo de la masculinidad paterna y de presunción absoluta de la masculinidad del niño.
Si el padre es controlador y dominante, no permitirá la identificación adecuada del niño con él, pudiendo el infante tomar una actitud pasiva y dependiente que obstaculice la asunción de comportamientos del rol, que por otra parte simultáneamente exigirá como imprescindibles de la masculinidad: independencia, asertividad y capacidad de decisión.
Si la madre domina y desvaloriza, o rechaza de manera franca y abierta los aspectos masculinos de la relación con el esposo, el niño encontrará serios obstáculos en ver las ventajas narcisistas en la identificación masculina; por el contrario temerá ser dominado, empequeñecido y perder la estima de la madre, lo que dificultará su desidentificación oportuna de ella. Pero también parece tener una enorme importancia cómo el niño ve, concibe, y va experimentando la masculinidad de su padre; si su padre que es una «imago-parental idealizada» comienza a ser contrastado por el niño de manera que sus comportamientos de rol no se adecúan a los fijados como modelo, también esto afectará cuan narcisizada e ideal pueda construirse la masculinidad.
Podríamos resumir entonces que el padre participa en la construcción de la masculinidad del niño en forma múltiple, esto es como modelo ejemplar del cuerpo anatómico del padre-hombre; así como modelo de hombre masculino en sus roles sociales; también como modelo que valoriza su propia masculinidad y desea favorecerla en su hijo (su capacidad donativa); además como modelo de hombre masculino aceptado y deseado por una mujer-esposa; y por último de manera activa por la promoción de deseos y conductas en el hijo —a través de sus propios deseos y expectativas acerca de qué es lo que quiere que el hijo varón sea—, y por el grado de compromiso en impulsar esta identidad.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario