A veces la incesante necesidad de atacar, desvalorizar, y destruirse a uno mismo aparece de dos formas en el sujeto masoquista: directa o disimuladamente. Estos sujetos son perseguidos por constantes ideas de no ser valiosos, de ser inútiles, estar vacíos, haber malgastado su vida, no estar interesados en nadie, ni tampoco que alguien este interesado en ellos. Son incapaces de obtener placer de alguna actividad, o con algún propósito, incluyendo las experiencias sexuales.
Lo llamativo de estas autoacusaciones y lo que las diferencia de las autodevaluaciones sobrevaloradas o ilusorias en los sujetos que padecen una depresión grave, es la falta de cualquier intento de justificar ante sí mismos estos juicios extremadamente duros.
La irritación y el enojo de los masoquistas muestran normalmente cuando se les invita a explicar ¿qué los hace sentir tan poco valiosos? contrastan con los esfuerzos de los sujetos deprimidos por «convencer» a quien hace el diagnóstico de la razonabilidad de su autodevaluación.
En la interacción con el psicoanalista, el masoquista da la impresión de tener una posición irritable y resentida, en lugar de la tristeza o la desesperación que caracteriza a las depresivos crónicos. Cuando se les señala algún logro o indicador de mejor funcionamiento en un aspecto de sus vidas, los masoquistas pueden responder con un ataque airado y denigrante al psicoanalista que se atreve a hacer tal afirmación. En realidad, rechazan y atacan incansablemente a todo aquel que intente calmarlos o animarlos. Durante mucho tiempo, tienden a reducir y extinguir sus compromisos sexuales, sentimentales, laborales, profesionales y sociales, retirándose a una existencia vacía, monótona y parasitaria.
El contraste entre su autodevaluación crónica, por una parte, y su actitud grandiosa, malintencionada, y derogatoria hacia cualquiera que desafía sus convicciones, por otra, refleja una grandiosidad y arrogancia primitivas que forman parte inherente de su estructura de personalidad narcisista, así como su identificación inconsciente con el abrumador potencial de una incesante fuerza destructiva (de la cual, al mismo tiempo, son víctimas). Estos sujetos pueden ser considerados casos extremos que entran en las características de un «carácter masoquista-narcisista».
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