Los lazos que vinculan a las mujeres homosexuales con sus respectivas parejas, ya se trate de mujeres con fijación de la excitación sexual en el clítoris o la vagina, tiene que ver con el Complejo de Edipo de su infancia.
En su teoría sobre mujeres homosexuales Helen Deutsh señala que en sus vínculos siguen jugando: “a la madre y la hija”, con exclusión del padre perturbador. Algunas de estas mujeres tienden a identificarse con la madre activa y son atraídas especialmente por jovencitas. La mayor felicidad consiste en que las jovencitas “revelen” a sí misma su homosexualidad subyacente. Por el contrario, otras continúan siendo las niñas que en otro tiempo fueron atraídas, sobre todo por mujeres mayores que visualizan como maternales o protectoras, hacia las que permanecen más o menos en estado de pasividad, o bien en un estado infantil. Otras pueden vivir las dos actitudes alternadamente. Pero en todas el órgano ejecutor del placer homosexual es preponderantemente —como en la niñita “fálica” en su infancia— el clítoris, órgano que les basta para su plenitud sexual. Cabe señalar que este tipo de mujeres tienen la idea sobre el pene como un órgano generalmente grotesco inspirándoles repugnancia.
Las homosexuales tienden a excluir a los hombres y el “pene del paraíso perdido” proveniente del padre en su infancia (Complejo de Edipo) es sustituido en su adolescencia o edad adulta por las caricias eróticas que simbolizan las caricias madre-hija por los cuidados de higiene personal durante los primeros años de vida. Estas homosexuales conservan su apariencia femenina tanto en su personalidad como en su manera de vestir.
Más allá de la identificación con la madre activa primitiva, solícita con el niña, el otro tipo de mujeres homosexuales se identifica por superposición, por decirlo así, con el padre que sucedió a la madre en el desfile de los objetos para amar o para odiar de la niña. Estas mujeres presentan fantasías de su clítoris mucho más activas que las anteriores, y toda su conducta está teñida por el ideal que han asimilado: vistiendo de forma varonil y en sus relaciones que mantienen con sus parejas intentan por cualquier medio ser «hombres» para las féminas que aman. Estas mujeres pueden llegar a la voluptuosidad por medio de las caricias eróticas pero se rehúsan a tener una actitud pasiva. En lo que respecta a éstas, seguramente no podrían soportar que se comprobará, una vez más, que su cuerpo carece inevitablemente de pene.
En su teoría sobre mujeres homosexuales Helen Deutsh señala que en sus vínculos siguen jugando: “a la madre y la hija”, con exclusión del padre perturbador. Algunas de estas mujeres tienden a identificarse con la madre activa y son atraídas especialmente por jovencitas. La mayor felicidad consiste en que las jovencitas “revelen” a sí misma su homosexualidad subyacente. Por el contrario, otras continúan siendo las niñas que en otro tiempo fueron atraídas, sobre todo por mujeres mayores que visualizan como maternales o protectoras, hacia las que permanecen más o menos en estado de pasividad, o bien en un estado infantil. Otras pueden vivir las dos actitudes alternadamente. Pero en todas el órgano ejecutor del placer homosexual es preponderantemente —como en la niñita “fálica” en su infancia— el clítoris, órgano que les basta para su plenitud sexual. Cabe señalar que este tipo de mujeres tienen la idea sobre el pene como un órgano generalmente grotesco inspirándoles repugnancia.
Las homosexuales tienden a excluir a los hombres y el “pene del paraíso perdido” proveniente del padre en su infancia (Complejo de Edipo) es sustituido en su adolescencia o edad adulta por las caricias eróticas que simbolizan las caricias madre-hija por los cuidados de higiene personal durante los primeros años de vida. Estas homosexuales conservan su apariencia femenina tanto en su personalidad como en su manera de vestir.
Más allá de la identificación con la madre activa primitiva, solícita con el niña, el otro tipo de mujeres homosexuales se identifica por superposición, por decirlo así, con el padre que sucedió a la madre en el desfile de los objetos para amar o para odiar de la niña. Estas mujeres presentan fantasías de su clítoris mucho más activas que las anteriores, y toda su conducta está teñida por el ideal que han asimilado: vistiendo de forma varonil y en sus relaciones que mantienen con sus parejas intentan por cualquier medio ser «hombres» para las féminas que aman. Estas mujeres pueden llegar a la voluptuosidad por medio de las caricias eróticas pero se rehúsan a tener una actitud pasiva. En lo que respecta a éstas, seguramente no podrían soportar que se comprobará, una vez más, que su cuerpo carece inevitablemente de pene.
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