“Los hombre jóvenes quieren ser fieles y no lo consiguen; los hombres viejos quieren ser infieles y no lo logran”. Oscar Wilde.
En ocasiones cuando el cónyuge mantiene una relación extramarital, ésta es regularmente preliminar a la destrucción de la pareja (es decir, el matrimonio se disuelve y da origen a una nueva formación de parejas); aunque otras veces, el vínculo marital parece estabilizarse con la presencia del tercero. En este último caso hay diversos desenlaces posibles. A menudo, la aventura de uno de los partenaires permite la expresión estabilizadora de los conflictos edípicos no resueltos, por ejemplo una mujer frígida con el marido y sexualmente satisfecha por el amante quizás experimente un estremecimiento consciente y una sensación de satisfacción que sostienen el matrimonio, aunque inconscientemente disfruta del esposo como representante transferencial odiado del padre edípico. En la relación dual, experimenta un triunfo inconsciente sobre el padre que tenía a la madre y a ella bajo su control, mientras que ahora ella es quien tiene a dos hombres bajo el suyo, una de las razones por las cuales no se divorcia ni tampoco abandona su relación con el amante. El deseo de tener una aventura puede también derivar de la culpa inconsciente por experimentar la relación matrimonial como un triunfo edípico, sin animarse a establecer una identificación total con la madre edípica; ese juego de la ruleta rusa en el matrimonio es entonces el “acting out” del conflicto entre el deseo y la culpa. Paradójicamente, cuanto más profundas y completas se vuelven estas relaciones marital y extramarital paralelas, más tienden a la destrucción, porque la escisión de la representación objetal alcanzada a través de la situación triangular finalmente se va perdiendo. “Esto significa que las relaciones paralelas, con el paso del tiempo, tienden progresivamente a parecerse, imponiendo una carga psicológica cada vez más difícil de sobrellevar”. Que estas relaciones se mantengan secretas o se las acepte abiertamente depende por supuesto de otros factores, como por ejemplo la medida en que los conflictos sadomasoquistas desempeñan un papel en la interacción marital. Lo más frecuente es que la «apertura» en cuanto a las relaciones extramatrimoniales sea una interacción sadomasoquista y refleje la necesidad de expresar agresión por los resentimientos acumulados o defenderse de sentimientos de culpa.
A veces una relación de pareja estable en un principio queda oscurecida por un vínculo determinado en respuesta a presiones sociales, políticas o económicas. Por ejemplo, una pareja puede tener una relación extramarital significativa, a menudo secreta, que para ambos partenaires tiene una existencia paralela a otras relaciones puramente formales, como un matrimonio de conveniencia. En otros casos, las dos relaciones paralelas de una situación triangular son básicamente formalistas y ritualizadas, por ejemplo en las subculturas en las que tener una amante es un signo de status social (tener una o más amantes confirma la masculinidad, o mejor dicho «machismo») y lo que se espera de una persona de cierto nivel social.
Lo que deseamos subrayar es que las situaciones triangulares, en especial las que incluyen una relación extramarital duradera y estable, pueden tener efectos complejos y variables sobre la relación de la pareja primaria.
Las relaciones triangulares estables por lo general reflejan diversos tipos de formaciones de compromiso que involucran conflictos edípicos no resueltos. Pueden proteger a la pareja contra la expresión directa de algunos tipos de agresión, pero en la mayoría de los casos declina la capacidad para la intimidad y la profundidad madura, como precio por la protección obtenida.
Al evaluar a una pareja nos interesa en qué medida la relación permite una sensación de libertad interna y estimulación emocional, la medida en que sus experiencias sexuales son ricas, renovadoras y excitantes, la medida en que cada miembro puede experimentar sexualmente sin sentirse aprisionado por el otro o por el ambiente social y, sobre todo, la medida en que la pareja es autónoma, en el sentido de que puede seguir autogenerándose a través del tiempo, con independencia de los cambios de los hijos, del ambiente circundante o de la estructura social.
Si la elección de vivir en la superficie del propio Yo proporciona un grado satisfactorio de estabilidad y gratificación, no hay ninguna razón para que el psicólogo, psicoterapeuta o psicoanálista cuestione esta situación sobre una base “ideológica o perfeccionista”, aunque también cabe agregar que estos vínculos raramente funcionan por un tiempo prolongado.
Si el motivo de queja de la pareja es la indiferencia sexual, resulta útil recordar que el aburrimiento es la manifestación más inmediata de la falta de contacto con las necesidades sexuales y emocionales más profundas con el partenaire. Pero obviamente nadie tiene ganas o deseos de abrir esa “Caja de Pandora” por todo lo que esconde, la mayoría de las parejas hacen como si no pasara nada, minimizan su psicopatología o simplemente esconden la cabeza bajo tierra, como las avestruces: no desean saber nada de aquello que se a vuelto —aunque no lo acepten conscientemente— su “Goce Vincular”.
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