En algunas mujeres el “reloj biológico” para convertirse en madres puede resultar difícil de soportar, sobre todo si han dedicado sus vidas únicamente a cuestiones laborales, regularmente al entrar a la vida adulta determinan no tener hijos para poder prosperar profesionalmente.
Generalmente las féminas con estas características acuden al psicoanalista o algún tipo de terapia a partir de los treinta años, al padecer una creciente ansiedad y ambivalencia en sus posicionamientos, provocadas por su convicción, largo tiempo mantenida, de no querer tener hijos. Comienzan a sentirse hostigadas por el tiempo y por la aproximación de la menopausia. No obstante, muchas consiguen sentirse satisfechas con su condición de mujeres a pesar de sentirse sometidas a las presiones del reloj biológico.
“Las mujeres solteras y sin hijos al borde de los cuarenta en algunos casos se sienten frecuentemente amenazadas por el «reloj biológico». Estas féminas experimentan con mayor angustia la proximidad de la menopausia que las que han sido madres o mantienen una relación afectiva gratificante y, en ese momento, la búsqueda de un hombre a menudo alcanza proporciones verdaderamente frenéticas, en esas circunstancias suelen comprometerse en relaciones poco convenientes”. Asimismo las mujeres que han abortado por un embarazo no deseado y no tienen hijos, suelen sufrir posteriormente profundas depresiones.
Por otro lado podemos observar en este tipo de mujeres que los impulsos lésbicos aparecen como resultado de renunciar a la esperanza de establecer una relación afectiva amorosa con un hombre; estos impulsos se deben a una regresión psicosexual parcial por una relación anterior con sus madres.
Estas mujeres no muestran ninguna evidencia de sentir pánico por el deseo homosexual, indudablemente ello se debe en parte a la actual aceptación social sobre la homosexualidad, que fortalece la racionalización lésbica de estas mujeres.
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