La forma en que el padre responde a las dificultades que la sexualidad plantea a su hija adolescente es de crucial importancia. Si se muestra despreocupado y poco atento, la joven se siente minada y menospreciada; si el padre se muestra crítico, denigrándola, ella se sentirá desolada. Tales sentimientos pueden expresarse en la típica rebeldía adolescente, que las puede llevar a la promiscuidad, con el objetivo de obtener el reconocimiento de sí misma y de su cuerpo; este comportamiento incluye un amplio espectro de representaciones mentales.
La joven que se siente rechazada primero por su madre y posteriormente por su padre emprenderá la búsqueda de ambos, pasando de un pecho frustrante a otro pecho disfrazado de pene sin embargo, esta necesidad primaria se presenta con un disfraz sexual a causa del mundo abrumador de la fantasía, tan fortalecido y confuso por todas las características sexuales secundarias que emergen abruptamente en esa etapa de la vida. De hecho, en sus mentes, cada encuentro sexual de estas jóvenes está cargado de esperanza y desilusión a la vez. La esperanza no tarda en desaparecer para ser inmediatamente reemplazada por una intensa decepción al no hallar nunca lo que buscan: una fusión simbólica con la madre, o más exactamente, con el pecho materno y todas sus cualidades nutritivas. No son conscientes de que en realidad buscan una afectividad coherente. Esto permanece oculto a sus ojos y también a los del mundo, en el cual sus actos de rebeldía se enfrentan a la desaprobación e incomprensión del resto. Como la tranquilidad que necesitan no la obtienen del exterior, intentan generarla indirectamente desde dentro mediante fantasías de embarazo. Es ahí donde el embarazo se convierte en la prueba indiscutible de su pertenencia al género femenino.
Ahora bien, las jóvenes experimentan biológicamente que tienen un espacio interno que está listo para llenarse, no sólo de un pene sino de un bebé por medio del embarazo, incluso aunque el grado de madurez de sus aptitudes emocionales y psicológicas no sean suficientes como para enfrentarse con los profundos cambios que la maternidad implica y con sus consecuencias. Esto explica el porqué la adolescencia es una etapa tan vulnerable de la vida. Cuando se sienten inadecuadas e inseguras con relación a su feminidad, ya no son capaces de fantasear sobre los simbolismos vinculados al espacio interno; por el contrario, utilizan sus cuerpos de forma muy concreta y se embarazan, esto sucede frecuentemente con las jóvenes delincuentes y promiscuas.
Para poder comprender la promiscuidad debemos dejar de lado la sexualidad e interpretar las representaciones mentales de los cuerpos de estas jóvenes. Éstas están vinculadas a las experiencias frustrantes y perjudiciales que han tenido con sus madres siendo niñas. Básicamente la promiscuidad constituye un intento irresistible e ilusorio de crear relaciones objetales y que está condenado al fracaso, ya que en realidad la joven huye de una experiencia frustrada con una madre que considera que no ha sido capaz de criarla adecuadamente. Ahora busca compulsiva e indiscriminadamente en los hombres lo que no obtuvo en contacto con su madre y por consiguiente surgen más decepciones. Sus orígenes están enraizados en dos fuentes originarias: la madre y el padre. Tales experiencias son casos extremos de un conflicto al que las jóvenes se enfrentan en la adolescencia. Al despertarse su sexualidad interna y el desarrollo de sus características sexuales de segundo orden, sus cuerpos se asemejan al de su madre, como consecuencia directa, resucitan todos los conflictos anteriores no resueltos con la progenitora, especialmente los relacionados con la frustración y la ira, esto se ve directamente reflejado en los encuentros sexuales indiscriminados de estas jóvenes que pueden simbolizar un deseo encubierto para obtener un grado de intimidad que nunca antes han experimentado. Si en su búsqueda quedan embarazadas se regocijan, ya que ello les supone una garantía de pertenecer al género femenino. Para algunas jóvenes tan sólo el embarazo en sí mismo constituye el logro esencial, de ahí que luego intenten abortar rápidamente.
Para otras el nacimiento del bebé es algo necesario, aunque pretendan renunciar al bebé al nacer, considerándose incapaces de hacerse cargo de la criatura. Para otras el embarazo también ofrece la esperanza de una cercanía con el feto que crece dentro de sus cuerpos. En ocasiones pueden tener una sensación de triunfo sobre la madre, o bien de venganza hacia la progenitora, esto les proporciona la certeza que los sentimientos hostiles que sus madres tuvieron hacia ellas no dañaron sus capacidades de procreación. Ésta es la razón por la cual la representación mental de convertirse en madre es un proceso de tres generaciones como mínimo: una mujer se convierte en su madre y en la madre de su madre. En ocasiones, el sentimiento de venganza hacia la madre o el padre por la forma en que éstos la trataron puede ser un indicador de la futura vida del niño o la niña.
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